Los jesuitas están de moda. Los medios de comunicaci6n, fundamentalmente la prensa escrita, ha dedicado amplios espacios, incluso editoriales, a la situación en la que se encuentra la Compañía de Jesús después de la intervención del Papa nombrando a un Delegado suyo para la Compañía, el P. Dezza. Como es habitual en la prensa cuando trata de realidades de la Iglesia, las enjuicia siempre desde unos presupuestos ideológicos que nada tienen que ver ni con el Evangelio ni con la Tradición de la Iglesia. Por eso las interpretaciones del hecho son tan variadas y tan interesadas.
Desde la mismísima fundación por San Ignacio de Loyola, la Compañía de Jesús (los jesuitas) ha estado estrechamente ligada a la historia de la Iglesia y, más concretamente aún, a la de nuestra Iglesia española. Es decir, es parte importante en la historia de nuestra patria. Se deja sentir su huella en todos los campos del saber y la cultura española. Por supuesto, también en toda la actividad pastoral de la Iglesia en España. Baste recordar la influencia que los Ejercicios de San Ignacio han tenido en la formación espiritual de nuestro pueblo.
Después del Concilio Vaticano II no sólo no han perdido el protagonismo sino que quizá se haya acentuado por las tensiones que en su interior ha producido el esfuerzo de renovación para su mayor servicio, siempre fiel, a la, Iglesia. En este contexto hay que situar la intervención de Juan Pablo II en la Compañía.
Pero ¿Quiénes son los jesuitas? Va a responder a nuestras preguntas el P. Vicente Ozaeta, jesuita, que presta una importante colaboración pastoral en la Parroquia de San Fernando.
Los jesuitas son unos "pobres pecadores" que se reúnen en grupo para trabajar por la salvación de los hombres en todo el mundo. Todavía muy en rodaje La Compañía de Jesús, en el mismo año que fue aprobada por el Papa Paulo III (1540) , el Rey de Portugal, Juan II le pedía a San Ignacio unos cinco sujetos para ser enviados a las misiones de la India. "Si de siete que somos, cinco son enviados a la India, ¿qué queda para el resto del mundo?" fue la respuesta. Esta actitud, de una abertura universal, supone en el sujeto una radical disponibilidad para ser enviado a cualquier cometido que se le requiera. A un grupo de compañeros así, San Ignacio quiere que se le llame La Compañía de Jesús.
¿Cuáles fueron los momentos más importantes, decisivos, en la fundación de la Compañía?
Tomando las aguas de muy arriba, se puede decir que la herida que sufre Ignacio en la defensa del castillo de Pamplona, es el comienzo de ese hilo de hechos y acontecimientos, que culminarán en Roma, capital de toda la cristiandad, con la fundación y aprobación por los Papas de la Compañía de Jesús. Por efecto de esa herida, Ignacio se entrega a Dios; de capitán de las mesnadas del emperador Carlos V, pasa a seguidor incondicional de Cristo Jesús y de la Iglesia.
Fundamentalmente decisivo en toda la vida de Ignacio, y de profundas consecuencias para la fundación de La Compañía, es aquella ilustración sobrenatural que tuvo Ignacio en Manresa, a orillas del Cardoner: "entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales como de cosas de fe y de letras". Esta ilustración tan ponderada por Ignacio, que no era muy amigo de ponderaciones, constituye uno de los momentos más influyentes en la espiritualidad y vida toda de Ignacio, y en consecuencia de la fundación de La Compañía.
Otro hecho de importancia para la fundación de La Compañía tiene lugar, no en España, si no en París. Ignacio ha reunido unos pocos - compañeros, todos han hecho individualmente los ejercicios de mes dirigidos por el propio Ignacio. Hay una misma y común manera de pensar entre ellos, y come fruto de todo ello, en 1537, en Montmatre, pronuncian todos dos primeros votos: de pobreza uno, que entraría en vigor al cabo de un año. Otro voto, un tanto extraño al parecer, de peregrinar a Jerusalén y gastar allí su vida en provecho de las almas, y si en el espacio de un año no fuera posible cumplir dicho voto, ir a Roma y presentarse al Vicario de Cristo para que los emplease en lo que juzgara ser de más gloria de Dios y utilidad de las almas. Este voto de peregrinación a Jerusalén, por las circunstancias de aquel año, no pudo llevarse a cabo. Había, pues, que ir a Roma.
Precisamente en este viaje hacia Roma, finales de octubre de 1537, por la via Casia, en compañía de dos compañeros, Fabro y Laínez, tuvo lugar otro gran suceso de tipo espiritual, muy influyente en cuanto había de suceder después en orden a la fundación. A 17 km. de la capital dieron con una capillita.
"La Storta". "Entraron en ella los tres viandantes y haciendo oración, sintió Ignacio tal mutación en su alma, y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con su Hijo, que no tendría ánimo para dudar". Le pareció "ver a Cristo con la cruz al hombro, y, junto a Él, el Padre que le decía: quiero que tomes a éste como servidor tuyo. De modo que Jesús le tomó diciendo: yo quiero que tú nos sirvas".
De esta visión se originó la gran devoción que San Ignacio tenía al nombre de Jesús, y de ahí que quisiese que la Compañía que formaban él y sus compañeros, se llamara Compañía de Jesús y en mantener este nombre para la nueva orden se mantuvo firmemente. La suerte de la Compañía quedaba echada en La Storta.
Reunidos, al fin, en Roma todos los compañeros que habían proferido los votos en Montmatre y alguno más que se les había añadido deseoso de llevar aquel género de vida, vinieron en decidir dar perpetuidad a tal manera de vivir. Comenzaron, pues, a pensar en constituir una nueva orden religiosa y ponerla a disposición del Papa para que la aprobara. El Papa los había recibido muy benévolamente, con lo cual no fue muy difícil disponerlo todo para que en 1540, después de dos años de gestación, Paulo III, con la bula "Regimini militantis Ecclesia", constituyera y aprobara la nueva orden religiosa que se había de llamar La Compañía de Jesús.
¿Quién es San Ignacio?
San Ignacio se definió a sí mismo mirando a la primera parte de su vida: "soldado vano y desgarrado". Después se le ha definido: "El Santo de la Mayor Gloria de Dios". A.M.D.G., emblema de la Compañía de Jesús.
Un publicista español de nuestros tiempos ha dicho de San Ignacio que es el gran santo de su época, puesto por Dios para llenar la crisis de su tiempo. Igual cometido lo tuvieron San Benito, San Francisco de Asís, Santo Domingo, en sus respectivas épocas. Tal parece ser la providencia de Dios en tales situaciones.
San Ignacio "respecto al mundo de su tiempo se manifestó como un inconformista, respecto al concepto de la vida religiosa se manifestó como un revolucionario y avanzado. Ante sí mismo como no muy seguro de sus fuerzas, pero ante Dios con una gran confianza.
Todas las fundaciones nacen al servicio de la Iglesia, subrayando una u otra cualidad de la vida de la Iglesia. En el caso de los jesuitas ¿qué significan en la Iglesia? ¿Cuál es su carisma?
Ya desde los albores de la Compañía de Jesús, y aún antes, San Ignacio vivía un espíritu de suma y total dependencia del Romano Pontífice. Ante él aparecía siempre como la Cabeza visible de la Iglesia, Esposa de Cristo y, aún más, como el Vicario de Cristo Jesús en la tierra, terminología abundantemente usada por San Ignacio. Por otra parte los tiempos que vive San Ignacio son de franca y numerosa rebelión contra el Vicario de Cristo, negándole toda obediencia y respeto. E Ignacio, que es el de "agere contra", adelantarse al enemigo en llevar la contraria, como que juraba la bandera de fidelidad al Papado con su especial voto de obediencia. A no dudarlo, esta misma fidelidad le llevó a redactar "Las Reglas para sentir con la Iglesia", de perenne actualidad. Con ese voto especial, de obediencia al Vicario de Cristo, afirmaba aquella parte del segundo voto proferida en Montmatre "...presentarse al Vicario de Cristo para que los emplease..."
¿Cómo reconocer a un jesuitas? ¿Cuáles son sus señas de identidad?
A los jesuitas, como a todos, se les conoce por sus obras: el árbol se conoce por su fruto, leemos en el Evangelio. El P. Pedro de Ribadeneira, algo contemporáneo de San Ignacio y su primer biógrafo, en una carta escrita en 1559, presentaba así al jesuita:" ...y para decir mucho en pocas palabras, nuestras Constituciones quieren de nosotros hombres crucificados al mundo y para quienes el mundo está crucificado".
La Congregación General 32, en 1975, más que dimediado el s. XX, nos presenta así a los jesuitas: Religiosos "que hayan penetrado
tan hondamente en los misterios de la fe por la oración y el estudio que lleguen a vivir de veras de ellos, de modo que se les haga natural la atmósfera de fe profunda".
"Que con su vida tanto personal como comunitaria, den testimonio de las exigencias radicales del Evangelio, sobre todo de una fe profunda y de un inequívoco compromiso con la justicia".
"Que quieran vivir menos aislados de sus con temporáneos y estar prontos a compartir su suerte" .
"Que, con gran libertad interior, han puesto sus vidas totalmente al servicio de Dios para la obra de su Reino, y viven esta entrega en la misión recibida de sus superiores".
"Que, sobre todo, son hombres de la Iglesia, entregados profundamente a ella y que saben comprenderla en todos sus dones y debilidades". Esto en el mundo de la praxis. En el mundo jurídico tenemos un cuarto voto de obediencia al Papa para cualquier misión a la que fuera enviado, aún siendo contra el espíritu del instituto.
Novedad traída por San Ignacio es el no tener coro, el renunciar a las dignidades eclesiásticas, no tener hábito, supresión del sistema capitular o sea nombramiento de los superiores no por capítulo alguno sino directamente por el General de la orden, gobierno vitalicio del general... y así otras más. Muchas de estas innovaciones han sido asumidas por institutos religiosos de posterior fundación. En síntesis: Radical disponibilidad para ser enviado a cualquier misión.
Me habla del Cuarto voto. ¿Cuáles han sido los momentos más conflictivos en la praxis de este Cuarto voto y cómo se resolvieron en la historia de la Compañía?
San Ignacio fue contemporáneo de cuatro Romanos Pontífices. Tanto Paulo III como Julio III no pudieron mostrarse más comprensivos y benévolos con la nueva e innovadora orden religiosa. Marcelo II, dada la brevedad de su pontificado, no tuvo tiempo para manifestarse. No sucedió lo mismo con el Papa Paulo IV. Según algunos historiadores, el Papa Paulo IV, era varón integérrimo, austero y también le calificaron de voluntarioso y aún terco, y que no tenía un bien mirar para los españoles. Ya antes de ser Papa había mostrado poca comprensión y afecto a la obra de Ignacio. Acaso le parecían demasiado las innovaciones introducidas por la nueva orden. Durante su pontificado, si por una parte testimonió en diversas ocasiones el alto aprecio que hacía de los jesuitas, dio bastante que sufrir a la Compañía por el empeño de implantar en ella el coro. Paulo IV no quiso intervenir en el gobierno de la Compañía hasta la muerte de san Ignacio, quien, por su parte, le manifestó durante toda su vida la misma devoción que a sus antecesores. Ya muerto Ignacio, obligó a la compañía a que tuviera "Coro" como las demás Órdenes. Y el "Coro" se introdujo, y la Compañía tuvo "Coro" durante un cortísimo espacio de tiempo.
El trance más duro por el que ha pasado la Compañía, y en consecuencia los jesuitas, tuvo lugar en el pontificado del Papa Clemente XIV. Bajo la bandera: "Matemos a la hija, que después mataremos a la Madre", se desencadena una satánica persecución contra la Compañía, fraguada en antros tenebrosos y que se desarrolla ampliamente en superficie bajo el poderío omnipotente de las cortes borbónicas del siglo XVIII. Pronto se hizo sentir su presión en Roma pidiendo nada menos que la extinción de la orden jesuítica, El Papa Clemente XIII acusó el golpe que fue muy dignamente rechazado con un "Yo no puedo, no", para coronar al fin de sus días esta postura tan bizarra con aquellas palabras no menos valientes: " ...me dejaría cortar las manos antes que firmar el decreto de extinción".
El sucesor del Papa Clemente XIII no manifestó tener tanto valor. Lo advirtieron bien pronto los intrigadores, que volvieron a la carga con nuevo ímpetu instigados mayormente por Moñino, Embajador de España en Roma. Y el Papa, Clemente XIV, al fin se avino a firmar la extinción de la compañía de Jesús. El cardenal Zelanda se encargó de redactar el Breve bajo la inspiración y según la pauta del propio Moñino, quien lo imprimió rápidamente en la imprenta clandestina que había en la Embajada Española. Y el 21 de Julio de 1773, por la tarde, el Papa Clemente XIV suscribía el Breve "Dominus ac Redemptor", ("El Señor y Redentor"), por el que quedaba extinguida universalmente la Compañía de Jesús. Así cayó la Compañía ante el Pontificado, y cayó también ante el regalismo, el jansenismo y el enciclopedismo. "Abatida esta falange macedónica, escribió D'Alambert, poco tendrá que hacer la razón para disipar a los cosacos y genízaros de las demás Órdenes". El P. Ricci, General de la Compañía en estos decisivos momentos, fue encarcelado en el castillo de Sant Angelo, y en el castillo murió inocente, entre el escarnio y sarcasmo de los enemigos, por el único delito de haber sido General de la orden extinguida el 21 de Julio de 1773. La primera parte del objetivo de los enemigos estaba conseguida: "Matemos a la hija... " la segunda parte: "... que después mataremos a la Madre", no lo consiguieron ni lo conseguirán jamás. Cuarenta y un años más tarde, en 1814, el Papa Pío VII restauraba la compañía de Jesús.
Ya en nuestros días el "cuarto voto" fue el argumento-motivo que aireó la Segunda República Española para decretar la disolución de los jesuitas en España. Se les negaba por el tal decreto el derecho de personalidad jurídica, y la vida de comunidad se hacía, por tanto, imposible. De nada sirvió el que se demostrara en las Cortes que, aquel decreto, tal como venía redactado, no comprendía a los jesuitas. Fue igual, había que disolverlos, si no por el derecho, sí por la fuerza. Y la Compañía de Jesús era disuelta en España. Los sacerdotes y demás jesuitas ya formados, siguieron ejerciendo sus ministerios apostólicos en iglesias y otros centros, donde se les acogía muy caritativamente. Y los jesuitas todavía en periodo de formación salían, doloridos pero con alegría, al extranjero donde encontraron igualmente muy buena acogida. A los seis o siete años volvían los jesuitas a la patria y se reunían en sus antiguos domicilios; se restauraba la vida de comunidad. Y nos queda el último acontecimiento en este orden de cosas, que ha dado algo o mucho que hablar, y ha sugerido diversas interpretaciones, según sean, no sólo "los ojos con que se mira", sino la actitud personal para entender e interpretar hechos de esta índole.
Con fecha 5 de octubre, desde Castelgandolfo, el Papa Juan Pablo II escribía: "Al querido hijo Pedro Arrupe, prepósito general de la
Compañía de Jesús". En la carta, el Papa se muestra interesado por la salud del Padre General (acababa de sufrir una grave enfermedad), y muestra tener en la mente su deseo de renuncia del generalato. Dos cosas han paralizado este asunto, el atentado que sufriera el propio Romano Pontífice y la actual enfermedad del Padre Arrupe. En estas circunstancias se decide a poner en marcha la preparación para la Congregación General, "que esperaba ponerla en marcha junto con usted... " En consecuencia nombra como delegado "para con la compañía de Jesús al P. Paolo Dezza, considerando su larga experiencia de vida y de gobierno en la Compañía y, al mismo tiempo, dispongo que sea ayudado por el P. Joseph Pittau... "
En todos estos momentos conflictivos la respuesta ha sido la misma. Era presumible. Con más o menos dolor, siempre mucho, una total sumisión, obedecer. Se introdujo el "Coro", por disposición del Papa Paulo IV. Cuando al P. Ricci le leyeron el Breve "Dominus ac Redemptor" en la casa generalicia de Roma, se le preguntó si lo aceptaba. "Yo adoro, respondió humildemente, las disposiciones de Dios". E igual ha sido el tono del P. Arrupe expresado en carta dirigida a toda la Compañía. En los días que se conocía la noticia, estaban reunidos en una casa de espiritualidad un grupo de jesuitas pertenecientes a todas las provincias jesuíticas de España. La reacción fue identica en todos: de dolor, de obediencia, de oración.
La reacción ¿ha sido total? ¿Dónde, fuera del cielo, hay una perfección completa? Por lo que se ve y oye la respuesta acatadora ha sido muy universal. A este propósito publicaba La Hoja del Lunes de Madrid, creo que el día 9 de noviembre: "Una muy alta personalidad de la Iglesia centroeuropea conversaba con otra muy alta personalidad curial y discutía la primera la oportunidad y la forma de la reciente carta dirigida al P. Arrupe. Y añadía: "Además, la mayor crisis de la Compañía había pasado ya; el 95% de los jesuitas que yo conozco no sólo son equilibrados, sino perfectamente moderados". El alto personaje curial no parecía estar muy de acuerdo. Y respondía sonriendo: "Rebajémoslo al 90\%". A lo que el purpurado centroeuropeo respondía con un filo de cólera: "De acuerdo. Dejémoslo en el 90%". Pero ¿es que en la Curia Romana no hay un 10% de mediocres o desequilibrados a un lado o a otro?
¿Cuántos jesuitas hay actualmente en el mundo entero? ¿Cómo están repartidos? ¿Cuáles son las áreas que más interés despiertan hoy en los jesuitas?
El número de jesuitas en todo el mundo alcanzaba la cifra, en el curso de 1980 al 1981, de 26.622, repartidos en 19.574 sacerdotes; 3.277 en época de formación y 3.771 hermanos coadjutores. La agrupación jesuítica más numerosa es la de Estados Unidos con 5.757 miembros. Le sigue la India que cuenta con 3.159 jesuitas y - a continuación va la agrupación España-Portugal con 2.874. El resto, en mayor o menor número están esparcidos por todos los continentes y ejercen su misión apostólica en la mayoría de los países del mundo.
De momento, hoy, la región más atentamente considerada es la América Latina, por el gran porvenir que se adivina para la Iglesia en fecha no muy lejana. También se mira con especial atención, pero a más largo plazo, los nuevos países africanos, y ello sin dejar de atender otros campos ya de tiempo atrás trabajados con dedicación y celo apostólico. El mensaje que se lleva y se trata de sembrar está programado por la congregación General Última: la fe y la justicia a todos los niveles.
¿Cuál es el funcionamiento interno de la Compañía? ¿Quién manda? ¿Cómo le llega esa autoridad? ¿Cómo la ejerce, cuáles son sus órganos de gobierno?
La Compañía de Jesús es un cuerpo unificado en una autoridad central, el Padre General, que tiene toda la autoridad sobre la Compañía: "Es necesario haya quien tenga cargo de todo el cuerpo de la Compañía". El Padre General es elegido en Congregación General convocada para este efecto. Son miembros de esta congregación todos los padres Provinciales más dos vocales por provincia jesuítica. Además toman parte en ella otros jesuitas que les compete por el cargo que ejercen dentro de la Compañía.
El Padre General ejerce su autoridad por medio de los padres Provinciales y éstos, á su vez, a través de los Superiores de las casas o comunidades. Tenemos, pues, la comunidad doméstica que radica en tal o cual punto. Un grupo determinado de comunidades locales integran una "Provincia Jesuítica" , que abarca, de ordinario, varias provincias o regiones civiles. La "Asistencia Jesuítica" la componen un número determinado de "Provincias". Cada "Asistencia" tiene un delegado ante el Padre General y todos estos "Asistentes" son sus consejeros natos, aparte de algún otro que ejerza cargo de ámbito universal.
La Compañía no tiene sistema capitular ni es esencialmente democrática, aunque en sus estructuras haya muchos elementos democráticos. El Padre General es vitalicio con facultad de poder renunciar. En España hay siete Provincias y juntamente con Portugal forma la Asistencia de España.
¿Cómo ha reaccionado la Compañía ante la elección del P. Dezza? ¿Quién es el P. Dezza y el P. Pittau?
La Compañía de Jesús ya está funcionando bajo la dirección del P. Paolo Dezza, delegado del Papa para este cometido. El P. Dezza no necesita presentación en las altas esferas de la Roma papal, ni de Roma en general. También para los jesuitas es figura ya de antiguo conocida y estimada. En la Congregación para elegir Padre General tuvo votos que no fueron a más por su avanzada edad y vista defectuosa. Fue confesor del Papa Pablo VI durante todo su pontificado. Con uno u otro cometido toma parte en varios dicasterios romanos. Muy buen religioso, con dotes de gobierno. Ha sido Rector de la Universidad Gregoriana y es de alto aire intelectual. Que Dios le ayude en su cometido...
No ha pasado por alto el Romano Pontífice ni la mayoría de edad ni la vista defectuosa del P. Dezza y ello le ha determinado a darle un secretario en la persona del P. Joseph Pittau. El P. Pittau ha desarrollado su vida religiosa en su mayor parte como misionero en el Japón. Llevaba, como Presidente y Rector de la Universidad Católica de Sophía de Tokio dieciocho años. Aparte de sus estudios humanísticos, filosóficos y teológicos como jesuita, -es también doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard. Detalle curioso es que tanto el P. Dezza como el P. Pittau hicieron alguna parte de sus estudios jesuíticos - en España.
No se puede negar que este fenómeno es nuevo y nunca visto en la Compañía de Jesús, pero en general, puede decirse que, se ha aceptado como si fuera algo ya experimentado en otras ocasiones. La experiencia no carece de dolor.
Como en todas las Congregaciones habrá habido secularizaciones y, casi como consecuencia inevitable, un vacío de vocaciones jesuíticas. Pero se observa una cierta recuperación vocacional, si no en Europa (adormecida en un bienestar material que cada vez es menos) sí en el resto de la Iglesia, en Hispanoamérica fundamentalmente. Olvidamos con frecuencia que la Iglesia no son media docenas de naciones europeas, como podía ocurrir en el s. XVIII. La gran actividad misionera de la Iglesia en el último siglo la ha hecho verdaderamente universal. La Iglesia en Europa lleva más años, pero no está necesariamente más viva. Pero dejémonos de disquisiciones ¿Hay recuperación vocacional?
La baja de religiosos en la orden se debe a dos sumandos: la defección o abandono de la vida religiosa, secularización y a la escasez de nuevas vocaciones. ¿En qué proporción? Dejando aparte relativismos y absolutismos, podemos decir que el fenómeno ha terminado, o al menos se ha restringido en gran parte. Se nota una lenta recuperación, cesan las secularizaciones y vienen nuevas vocaciones. La Asistencia que ya da un aceptable balance positivo es la Asistencia de la India. En general se puede decir que las nuevas vocaciones no llenan los puestos de las defunciones.
Por otra parte el fenómeno de la crisis no es exclusivo de la Compañía de Jesús. Igualmente lo han experimentado, en mayor o menor grado, antes o después, todos los institutos religiosos, el clero diocesano también y crisis la están viviendo, en su amplio campo, la humanidad toda. No se puede decir que se haya dado con las raíces de crisis tan universal. Por los años 1956-1957, un historiador eclesiástico firmaba su profundo y razonado estudio sobre la baja de las vocaciones. Su lectura resultaba interesante, y la gráfica que presentaba hacía mucho que pensar. Auguraba momentos muy críticos, sin duda ninguna los nuestros. A los historiadores y sociólogos del mañana les queda la tarea de descubrir las causas de tan universal crisis, nosotros estamos muy cerca de la montaña para verla en toda su magnitud.
Y en cuanto a los jesuitas "revolucionarios" ¿Hay tantos como dicen? y, en cualquier caso, ¿en qué sentido se les podría llamar revolucionarios?
¿Jesuitas revolucionarios? Revolucionario y avanzado fue el fundador. Revolucionario el baremo que nos puso el Salvador de la humanidad para apreciar quiénes son buenos, quiénes son malos. Revolucionarios serán todos aquellos que, en una sociedad basada en la más universal injusticia, traten de llevar las cosas por cauces más según el Evangelio. Fe y justicia, es hoy el programa de todo jesuita. No se niega que haya alguno o algunos que confundan las cosas.
¿Cuánto tiempo lleva usted en la Compañía? ¿Está contento de su vida?
¿Años en la Compañía de Jesús? Unos pocos, cincuenta y cuatro años cumplidos. Todavía recuerdo las preguntas que me hicieron, por separado, cuatro padres jesuitas que examinaban mi vocación: ¿por qué religioso? ¿por qué religioso jesuita? ¿Qué esperaba de la orden? ¿Qué disposición traía? Después de estos años tengo que confesar que no he sufrido ninguna decepción y he recibido mucho más de lo que me prometía, y por mi parte no siempre he estado cual convenía. Estos años los he pasado en muy varia y extensa geografía, como varios han sido los mementos históricos que me han tocado vivir.
En los días de mi mayor rendimiento en mi trabajo apostólico, que no era mucho, alguna persona, con mayor o menor discreción, se atrevió a aconsejarme: "¿Por qué no sale usted de la Compañía? Fuera haría mucho más". Todo lo que tengo y soy, sea mucho o poco, se lo debo a la Compañía a quien llamo y tengo por madre. Propio, nada tengo, ni soy algo.
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