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Huellas N., Noviembre 1981

PRESENCIA

La "revolución" Polaca

Loli Rodríguez

Acontecimiento rebosante de enseñanzas. La "revolución" polaca

En el espacio de dos años, dos acontecimientos han obligado a la opinión pública inter­nacional a centrar su atención sobre Polonia.
En primer lugar un hijo de esta nación ocupa la cátedra de Pedro. En segundo lugar, por primera vez, después de cuarenta años aproximadamente, en un país del Este se ha consti­tuido un sindicato libre que después de un año de actividad representa a la casi totalidad de los trabajadores de aquella nación.
Detrás de estos dos hechos hay todo un humus histórico-cultural que merece la pena des­cubrir. Lo hacemos analizando a los protagonistas de la "revolución" polaca.


El Sindicato
Las primeras imágenes de Solidaridad que llegaron a Occidente hace un año, fueron verdaderamente impresionantes. Millares de obreros de los astille­ros Lenin de Gdansk, de de las conversaciones en­tre gobierno-sindicato, en huelga y con un com­portamiento y un orden desconocidos en las agita­ciones sindicales de las fábricas occidentales. "Cuan­do llegaba la comisión presidida por el viceprimer ministro Jagielski, se formaban dos filas de obreros a los lados de un corredor protegido por simples cuerdas. Eran millares, no hubo quien intentara saltar o quien silbara o lanzara insultos".
Este testimonio de un periodista es aún más importante si se considera que desde hace treinta años faltaba en Polonia una experiencia de organi­zación obrera independiente y que un trabajador de la industria gana una tercera parte del salario medio de un obrero español. La protesta pacífica no fue el único aspecto impresionante de aquellas imágenes. No era fácil en las condiciones descritas aguantar material y moralmente durante die­ciocho días, con la continua amenaza del miedo. Dentro de la fábrica durante su ocupación había creatividad. Se organizaban espectáculos, cancio­nes, recitales de poesías, momentos de oración común, juegos.
Sobre todo asombró la unidad. "En Polonia he comprendido qué es un pueblo", escribió un perio­dista del partido comunista italiano en su periódi­co. La unidad del pueblo existente en este país, tal como se manifestó durante los acontecimien­tos sucedidos en los astilleros Lenin, no tiene igual en ningún otro país del mundo. La tradición, y el origen católico de este pueblo quedó patente en las innumerables manifestaciones de fe acaecidas dentro de las fábricas.
Solidaridad ha demostrado también ser cons­ciente de su propia responsabilidad. Esto es eviden­te sobre todo cuando frente a la gravedad de la crisis económica pidió a los obreros que trabajasen los sábados libres y apoyó al comienzo de este año la subida de los precios decidida por el gobierno.
El último congreso ha revelado, con ocasión del problema de la autogestión de las fábricas, la existencia dentro del sindicato de un fuerte debate y de una pluralidad de posiciones. El tono vivaz, apasionado y hasta polémico, de este debate que, sin embargo, ha dejado espacio para festejar los treinta y ocho años de Walesa, en medio de un orden ejemplar, ha reflejado que allí unidad no quiere decir uniformidad. Se ha llegado hasta tener la libertad de aprobar una moción de censura contra el comité de dirección del sindicato, sin que eso le quitara prestigio. Se ha acusado a Soli­daridad de ambiciones políticas; aunque es cierto que en su interior hay grupos que han tenido una postura ambigua en ese sentido (nos referimos por ejemplo al comité de autodefensa social -KOR- ­de Jacek Kuron, que por otro lado ha jugado un papel histórico importante durante cinco años de actividad en defensa de los obreros y que ahora se ha disuelto), no es menos cierto que Solidaridad, como ha dicho Walesa, "no lucha por un cambio político sino por el pan y los derechos humanos fundamentales". Sólo como consecuencia de esta batalla se puede provocar lenta y prudentemente, como de hecho está haciendo Solidaridad, un cam­bio político. El reconocimiento de la alianza so­viética por parte del congreso de Solidaridad ha de entenderse en este sentido. La prudencia no im­pide en cambio la claridad y la firme conciencia de sus propios derechos: abolición del sistema de partido único, elecciones libres, soberanía del parlamento, fin del monopolio partidista de la información, efectiva libertad religiosa y auto­gestión. Mas aún, esta batalla por el pan y los de­rechos humanos fundamentales ha lanzado a Solidaridad más allá de los estrechos confines de su propio pan y de sus propios derechos para abrazar al hombre en cualquier sitio que se encuentre; el congreso de Solidaridad ha pedido sindicatos libres para todo el Este. Es impresionante la nobleza y la altura de sus ideales y más aún comparándolos con la pobreza de sus medios: hasta el comienzo de este año Solidaridad imprimía manualmente sus octavillas porque no tenía multicopista.

La Iglesia
El factor decisivo de unidad para el pueblo polaco es la Iglesia, que lo ha forjado como nación convir­tiéndolo al cristianismo y que conserva la memoria y los valores de esa nación. Es conmovedor, cuan­do se visita Polonia, asistir a numerosas y auténti­cas peregrinaciones a los lugares que recuerdan los hechos más significativos de la historia polaca. Normalmente la iniciativa de estas cosas la toman sacerdotes o laicos católicos.
Pero la Iglesia también tiene que ver con Soli­daridad: las huelgas de agosto-septiembre de 1980 demostraron en la gente una clara unidad de la fe con la vida, es decir, de la capacidad de la fe, allí donde se vive seriamente, para crear hechos socia­les y culturales más adecuados a las necesidades del hombre.
No es necesario insistir más sobre este tema por­que unas declaraciones de Walesa que reproduci­mos ya lo profundizan suficientemente. Añadimos solamente que Wyszynski antes y Glemp después, han asumido en la situación polaca un papel mo­derador y pacificador.
Mas aún, la Iglesia polaca no ha sido clerical: ha dejado que los laicos católicos de Solidaridad tomaran con carácter autónomo sus propias responsabilidades, llamándoles, sin embargo, tam­bién directamente a veces, a la permanencia en su empeño político dentro de la experiencia eclesial.

La Cultura
No se puede olvidar otra sorpresa del caso polaco: la creatividad cultural, expresada en primer lugar, por la convergencia entre obreros e intelectuales. El comité de huelga pidió inicialmente a unos in­telectuales, prevalentemente de matriz católica que les acompañasen a las negociaciones, y ahora continúan como colaboradores en el sindicato. Los más destacados son el sacerdote filósofo Joseph Tischner, que fue discípulo del Papa actual, y el director del periódico Solidaridad Mazowielki.
Allí el intelectual no está en lucha con la tra­dición cultural del pueblo sino, al contrario, parti­cipa de sus valores reconociéndolos y desarrollán­dolos.
En segundo lugar, notemos las manifestaciones de dicha creatividad excepcional. Ya hemos ha­blado a nivel político de lo que se puede conside­rar, quizás, como el mayor hecho histórico de los últimos 40 años: el nacimiento del primer sindica­to libre en un país del Este próximo a la URSS.
Conocida de todos es la figura espiritual de Juan Pablo II, que en 3 años de pontificado ha provocado los movimientos de masas -por moti­vos ideales- más grandes que la historia de la hu­manidad recuerde (nos referimos a sus viajes).
Recordemos aquí también el prestigio mundial de que gozan figuras destacadas como Kantor y Grotowski en el teatro, Penderecki en el campo musical, Milosz, (premio Nobel 1981) en la lite­ratura, Wajda y Zanussi en el cine.

CONCLUSIÓN
En resumidas cuentas, el hecho de Polonia es una provocación al mundo entero. Es la demostración de que en una sociedad donde la dimensión religio­sa constituye su corazón (a pesar de la hostilidad del poder) se abren posibilidades de realización so­cial, política y cultural, mucho más adecuadas en equilibrio e intensidad al hombre, y a su dignidad. Decimos eso sin querer mitificar o ser polonis­tas, sino, por el contrario, conscientes de que las condiciones materiales y psicológicas de este pue­blo no son ciertamente envidiables y que el expe­rimento histórico de Solidaridad puede incurrir en errores o incluso fracasar. Somos entusiastas de Polonia porque somos entusiastas de la vida. Y quien nos demuestra que sabe vivirla nos tiene de su lado como ávidos discípulos. Polonia hoy es un signo de esperanza, un desafío tanto a la crisis de Occidente como a la del Este, para reencontrar la raíz de donde pueden venir los frutos positivos.
Finalmente planteamos un interrogante a cada uno de nosotros: ¿Qué esperanza nos anima? ¿qué experiencia humana estamos construyendo dentro y fuera de nosotros? ¿cómo cambian nues­tras perspectivas ante los hechos nuevos qué ocurren a nuestro alrededor?
Frente a Polonia, los tontos quedan indiferen­tes. Los sabios discuten y apagan la novedad den­tro de la estrechez de sus análisis. Los sencillos miran asombrados y ávidos de aprender.


Añadimos aquí unas declaraciones y entrevistas particularmente significativas ofrecidas por Walesa en distin­tas ocasiones.

Declaraciones al semanario polaco Kierunki (5 -10 -1980)

Pregunta: ¿Cuál cree Usted que es su sitio?
Walesa: El trabajo. Iría a trabajar mañana mismo. Yo soy electromecánico y no tengo ninguna intención de renunciar a mi oficio. Actualmente no trabajo, pero ya me estoy dando cuenta de que mis manos están empe­zando a olvidarse de lo que a ellas les gusta más, el trabajo. Dentro de dos o tres meses quizá podré volver a mi trabajo, por lo menos medio día. No quisiera volver a trabajar genéricamente sino volver otra vez a mi fá­brica, para demostrar cómo se trabaja. No quiero ir allí para discutir sino para trabajar.
Pregunta: Durante la huelga se ha podido observar un despertar del sentimiento religioso. ¿Cómo podría explicarlo?
Walesa: Yo soy creyente. La fe es lo que me da fuerza. La fe es el motor de mi vida: mani­fiesto todo esto públicamente. Pero si luego alguien piensa de otra manera no le molestaré durante la huelga. En aquella circunstancia específica, en continua tensión psíquica, algunos se han acordado de los valores fundamen­tales en los cuales han sido educados. Preci­samente la Iglesia sostiene estos valores y al mismo tiempo anuncia la verdad. A nosotros nos faltaba justo esta verdad. Por este motivo se buscaba la verdad en la palabra de Dios, anunciada en la Iglesia. Muchos se han acor­dado de que eran creyentes y otra vez han vi­vido el encuentro con Dios durante las misas y las santas comuniones en los astilleros. No se puede vivir sin un modelo de justicia y ho­nestidad. Pero en todas partes la justicia y la honestidad están manipuladas y sólo en la Iglesia quedan inalteradas. En Polonia el anun­cio de la verdad sobre el hombre ha sido olvi­dado. Pero la nostalgia de esto se podía ya observar durante la peregrinación del Papa a Polonia. Este viaje del Papa ha cambiado el clima de toda Polonia. Ahora los huelguistas, independientemente de sus propias conviccio­nes religiosas, se han dado cuenta más que nunca de que la Iglesia representa en Polonia la gran fuerza moral, el refugio gracias al cual se puede salir de cualquier crisis. La Iglesia tiene su tarea específica y los obreros la suya. No se puede olvidar que cada uno tiene que seguir su propio camino. En Polonia se nece­sita un crecimiento del nivel moral de las per­sonas, y esta necesidad existe independiente­mente del sistema político: se necesita hones­tidad, justicia, verdad.

Declaraciones a la televisión italiana (16-1-1981)
Walesa: En los momentos claves de nuestra historia ha sido nuestra Patrona, la Reina de Polonia, la que siempre nos ha ayudado a re­cuperarnos. Es evidente que somos un pueblo creyente.

Al mismo tiempo somos sindicalistas, pero en nuestros sindicatos hay personas de dife­rentes confesiones religiosas, e incluso no cre­yentes, Quisiera que se entendiera este proble­ma: cuando· somos creyentes, cuando estamos en la Iglesia, hacemos lo que debemos hacer; cuando estamos en el sindicato tratamos otros temas.
Nuestro sindicato trata de seguir el camino de la verdad y de la justicia y así tiene que ser.·
Me han impresionado mucho las misas du­rante las huelgas en los astilleros de Gdansk: debo decir que nunca había vivido una cosa de este estilo en mi vida.
Otro ejemplo: durante los consejos alguien me dijo que se impresionó por el hecho de que en las calles estuviese la cruz. Quisiera que se comprendiera bien esto en Occidente. En Po­lonia no existe sólo el problema de la crisis económica y política, sino que existe también otro problema, una crisis de credibilidad y de confianza, y aquel signo de la cruz -ha dicho un delegado- es un elemento de reconstruc­ción de la confianza humana, de los valores humanos y de los valores más profundos. Esto hay que entenderlo: no es una cuestión super­ficial, es algo verdaderamente profundo y qui­siéramos que esto fuese bien comprendido. No se trata de clericalismo como piensan al­gunos en Occidente; es una profunda unión a los valores y una honda convicción de que de ellos deriva la dignidad humana. La posi­ción de la Iglesia, que defiende estos derechos humanos, es tal que los problemas de su lucha y los de la de Solidarnosc por la dignidad humana son muy cercanos.
Pregunta: Señor Walesa, éste es su primer viaje a Occidente, su primer viaje al extranjero. Díganos su impresión: ¿se vive mejor aquí o allí?
Walesa: Las condiciones de vida, el nivel de vida y la satisfacción se pueden medir con dife­rentes medidas. Hay que ver lo que a cada uno le hace estar más contento. Nosotros pensamos que se puede ser feliz no sólo cuan­do se tienen los bolsillos llenos y se ha comi­do, sino que el hombre está más contento cuando se siente feliz en el corazón, es feliz por dentro; pienso que hay que unir estos dos aspectos, sólo entonces el hombre será más hombre. Y esto vale también para nuestros jóvenes.
Quisiera recordar un hecho: nuestros jó­venes normalmente tienen una preparación cultural de nivel más alto, y por eso entienden el hecho de que para que el hombre sea más feliz, esté más satisfecho, no basta con que tenga el estómago lleno sino que debe estar contento por dentro. Y los jóvenes entienden esto cada vez mejor. Los jóvenes buscan sobre todo la autenticidad de la vida y entonces sufren más cuando falta esta autenticidad.
Por esto precisamente los jóvenes han sen­tido más la autenticidad de la visita del Papa. Esto ha sido un testimonio de la autenticidad de los valores que hoy existen en nuestro país.

Entrevista publicada en el semanario italiano "Il Sabato" (15-11-1980)
Pregunta: Walesa, ¿Tiene usted un modelo en el cual se inspire su acción?
Walesa: No tengo ningún modelo en el sentido de una persona a la cual referirse. El mío es simplemente un modelo de humanidad: de­fender la dignidad del hombre.
Pregunta: ¿Dónde y cómo ha aprendido a ser sindicalista?
Walesa: He aprendido aquí en mi Polonia, tra­bajando y tratando también de conocer lo que son los sindicatos en los demás países. He leí­do también textos extranjeros, pero la escuela mejor es la vida que uno lleva.
Pregunta: ¿A Polonia le preocupan las amena­zas de la Unión Soviética?
Walesa: Yo no sé si nuestro gobierno está preocupado o si tiene incluso miedo. Esto hay que preguntárselo a quien está en el gobierno y no a mí. Por lo que a mí se refiere yo no ten­go miedo. No tengo miedo de nada ni de na­die. O mejor dicho: tengo sólo un gran y respetuoso temor de Dios.
Pregunta: Si tuviese que hablar a los trabaja­dores, a la gente de mi país, cuál sería la pri­mera cosa que les diría?
Walesa: Crean, crean, crean con fuerza que lo más importante es defender la dignidad del hombre. Solidarnosc no quiere ser otra cosa.

Palabras dirigidas a los que sufrieron el terremoto del sur de Italia (15-1-1981)
Estoy profundamente conmovido por lo que he visto aquí. Frente a estas ruinas el hombre se siente frágil e impotente; por esto el hombre no debe olvidar su propio destino ni el destino de los demás: no tienen que dividirnos ni las fronteras ni las diferentes ideas políticas.
Nuestro sindicato sólo quiere servir al hom­bre. No sé si lo que hemos mandado como ayuda sirve de verdad, pero nosotros hemos querido compartir lo que teníamos; ha sido la gente, aún antes de que Solidaridad lo pidiera, la que espontáneamente ha comenzado a ofrecer. Podéis contar con nosotros.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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