CINE
El árbol de los zuecos
De Ermanno Olmi
Ganadora del festival de Cannes en 1978, esta película representa la obra maestra de Olmi y la producción cinematográfica más expresiva de la cultura católica italiana de este último decenio.
La película cuenta la vida cotidiana de un grupo de campesinos que viven en una granja del norte de Italia a finales del siglo pasado. La vida de esa gente está totalmente impregnada del sentido cristiano de la existencia y se manifiesta en una manera de vivir que, mas allá de inútiles nostalgias románticas, no puede dejar de fascinar.
En primer lugar, Olmi nos presenta una sociedad donde la referencia al sentido último y total de la realidad está constantemente presente en la memoria y es reconocida como criterio de acción. La facilidad para la oración y la disponibilidad para la aceptación del milagro son las señales más elocuentes de esta relación plena de racionalidad.
Pero no es esto sólo, sino que esa memoria vivida es el principio de una cultura.
La familia, por ejemplo, está concebida de una manera no individualista sino atenta a su entorno. Por eso dos recién casados aceptan casi espontáneamente acoger y educar a un niño que ha quedado huérfano.
Una delicadísima escena nos muestra además el respeto y la dignidad con los cuales sé relaciona la pareja entre sí.
También se nota un fortísimo sentido de hospitalidad y caridad. Entre ellos las personas incapaces son acogidas como hermanos, dentro de las posibilidades de cada familia y en nombre de un casi natural reconocimiento del Destino común.
Los ancianos, también, en vez de ser marginados son aceptados pacientemente en sus hogares y escuchados con respeto.
Y todo esto sin idealizar o mitificar las situaciones, expresadas por el director con enorme realismo. Es magistral la habilidad con que trata los temperamentos de cada uno de los personajes.
Lo que más sorprende es la serenidad que se percibe en el trasfondo de la dura vida de estos campesinos. Incluso cuando, al final, uno de ellos será echado por el patrón, por haber cortado un árbol para hacer zuecos nuevos a su hijo, es evidente la tristeza en todos los rostros, pero no la desesperación.
Es obligada aquí la comparación con otra famosa película: Novecento, de Bertolucci, epopeya de una clase campesina proletarizada del centro de Italia, donde el odio de clases hace aún más desesperante una situación ya de por sí profundamente injusta.
No queremos defender aquí la retórica afirmación de una presunta "renuncia a la lucha" que sería según algunos, típica de la cultura cristiana. No es casualidad que uno de los más fuertes movimientos sindicales italianos de principio de siglo, surgiera en terreno católico. Queremos sencillamente decir que dentro de una cultura religiosa como la que hemos descrito y dentro de las circunstancias difícilmente modificables de los campesinos aparceros de la película de Olmi, es posible sufrir la injusticia, pero no caer en la desesperación.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón