En junio de 1987 invitó a don Giussani a hablar a sus monjes, en Japón. Después de veinte años, el profesor Habukawa, en la actualidad hoin, es decir, guía espiritual supremo del budismo shingon, recuerda aquel primer abrazo, las palabras de don Giussani y la historia que nació a raíz de aquel encuentro
Jamás olvidaré ese 28 de junio de 1987. A la una del mediodía, monseñor Luigi Giussani apareció envuelto en la luz clara e intensa de comienzos de verano.
Permanecimos abrazados en silencio durante un instante, sin necesidad de palabra alguna. La profunda emoción de aquel primer encuentro sigue siendo inolvidable para mí.
Tras descansar un rato, acudimos juntos a visitar el museo Reihokan (“sala de los tesoros”), en donde, entre los numerosos objetos expuestos, le llamó la atención un detalle de la imagen del bodhisattva Kannon de mil brazos. Mientras le explicaba el significado de los mil brazos del bodhisattva Kannon –las innumerables formas de liberar a los seres de sus sufrimientos– supe que monseñor Giussani llevaba siempre consigo una reproducción de este bodhisattva que alguien le había regalado.
Por la tarde fuimos a la Universidad de Koyasan, en donde doy clase; allí nos reunimos con el entonces rector Takagi Shingen, el antiguo rector Matsunaga Yukei, el investigador Riva y el periodista Roberto Fontolan, con quienes mantuvimos un intenso coloquio.
Enseñanza budista
Monseñor Giussani conocía muy bien los hechos históricos relativos a la transmisión de la enseñanza esotérica budista por parte de Kukai Kobo Daishi: el budismo Shingon Mikkyo nació en la India y fue importado a Japón por Kukai, que lo había aprendido en China. Él sabía también que Kukai había fundado una universidad pública de artes y ciencias hacía unos mil doscientos años. A comienzos del periodo Heian –en torno al 800 d.C.–, la universidad estaba reservada a los miembros de la aristocracia. En cambio Kukai fundó una escuela abierta, no para los miembros de la aristocracia, sino para todos los ciudadanos, en donde se recibía una instrucción completa y un apoyo económico para sobrevivir. En la visión holística de Kukai, particularmente abierta, los estudiantes tenían que estudiar textos nacionales y extranjeros. En el periodo Heian la Universidad Nacional estaba reservada a la formación de los funcionarios. Por el contrario, la escuela religiosa de Kobo Daishi ofrecía a la gente común la posibilidad de recibir una formación.
Este fue el argumento que se abordó en esa primera reunión, gracias al cual creció entre nosotros una sensibilidad común; yo tenía la impresión de estar con amigos de toda la vida, olvidándonos del tiempo que pasaba.
Tras la vuelta de monseñor Giussani a Italia, el 19 de septiembre llegó una carta invitándonos a participar en el Meeting de Rímini. Giussani quería ofrecer la oportunidad de estudiar culturas distintas para ayudar a la evolución personal y conseguir un mejor conocimiento de las diferencias culturales, con el fin de contribuir y desarrollar la amistad entre los pueblos. El Meeting de Rímini tiene lugar cada año a finales de agosto, y muestra cómo se realiza esta idea de forma concreta. Más de setecientos mil jóvenes se reúnen durante este formidable encuentro.
El entonces rector Takagi y el ex rector Matsunaga, de la Universidad de Koyasan, aceptaron la invitación. El verano siguiente, durante la conferencia en Rímini, yo recité una antigua poesía como metáfora de nuestro intercambio cultural: «Cuando llega la mariposa la flor se abre, cuando la flor se abre la mariposa llega». Utilicé esta cita como imagen del encuentro cultural entre el cristianismo y su cultura cristiana y el budismo y la cultura del budismo shingon. Expresé nuestra alegría por haber dado comienzo a la amistad entre el pueblo italiano y el japonés.
En 1989 se me pidió que expusiese algunas ideas con relación a la educación en la experiencia mística en la tradición del Shingon Mikkyo. La sala de conferencias, con capacidad para diez mil personas, estaba abarrotada de jóvenes y adultos llenos de entusiasmo.
Participamos en el Meeting cada año hasta 2001. Desde 2001 hasta hoy don Ambrogio Pisoni, estrecho colaborador de monseñor Giussani, ha proseguido la relación con la Universidad de Koyasan, como insignia de un espíritu de gran unidad y deseo de compartir.
Último encuentro
El 23 de agosto de 1999 fui a visitar a monseñor Giussani a su casa de Milán. Este fue nuestro último encuentro. Tres días después hablé de nuevo en el Meeting sobre la experiencia mística y la amistad.
En este discurso hice referencia a la idea de unidad de monseñor Giussani y a la idea de experiencia ligada a ella.
Durante la meditación diaria en nuestro templo de Koyasan, las imágenes de monseñor Giussani y de don Francesco Ricci –con el que tuve sólo algunos breves encuentros y ahora está en el Paraíso– atraviesan mi corazón y nuestro diálogo continúa sin límites. Los maravillosos paisajes italianos y todos aquellos que han contribuido constantemente a nuestra amistad comparecen con alegría en mi mente. Estas imágenes luminosas y resplandecientes están impresas en mi corazón para toda la eternidad.
El 23 de febrero de 2005 recibí inesperadamente desde Milán la triste noticia de la muerte de monseñor Luigi Giussani. Desde entonces llevo siempre conmigo una fotografía suya para rezarle y pedirle que me guíe.
Pido que nuestra amistad permanezca por toda la eternidad.
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