Entrevista a J.H.H. Weiler, profesor y director de la Global Law School de la Universidad de Nueva York y titular de la cátedra de la Unión Europea Jean Monnet de esa misma universidad
Profesor Weiler, en 2003 usted publicó un libro con el título Una Europa Cristiana, en el que afirmaba que, mientras se desarrollaba el debate sobre la identidad europea, Europa estaba en contradicción consigo misma, negaba sus propios orígenes judeo-cristianos. Hoy, unos años más tarde, ¿cree que Europa sigue afectada de “cristofobia”, como denunciaba en su libro?
No ha habido grandes cambios. Pero se perciben señales de un cierto distanciamiento entre la clase política y la población en general, por ejemplo, en la reacción al discurso del Papa en Ratisbona.
La situación política actual presenta importantes elementos de novedad. Alemania y Francia cuentan con nuevos dirigentes políticos, y la situación en el Reino Unido va a cambiar pronto. ¿Se reabrirá el debate sobre el Tratado Constitucional? ¿Existe ahora una disponibilidad mayor para introducir la referencia a las raíces judeo-cristianas de Europa?
No creo que se elabore un nuevo Tratado Constitucional; a lo sumo se habla de un “mini tratado”. Por tanto, la referencia a las raíces cristianas no se volverá a plantear. En cualquier caso, parece que los gobiernos favorables a introducir una referencia a las raíces cristianas (como por ejemplo Alemania) están menos decididos que los gobiernos contrarios. Ángela Merkel no lo consiguió en la declaración del 50 aniversario y justo después de la visita de Sarkozy a Berlín declaró que no hay esperanza para la referencia a las raíces cristianas, sea como sea el nuevo texto. Los laicistas parecen más hábiles a la hora de alcanzar sus objetivos…
En su libro había también una crítica importante a la cristiandad, que en su opinión está ausente de la escena pública. Usted decía que los cristianos –y eso, si son tales– están encerrados en un gueto. ¿Sigue manteniendo esta opinión?
El problema no se resuelve tan fácilmente. No se cambian las costumbres de toda una vida en dos o tres días. En realidad, todo depende de una posible reforma de la educación católica y de la formación de los jóvenes. «¡Educación. Escuela! ¡Educación. Escuela!» habría que estar repitiendo esto de la mañana a la noche. La gran diferencia es que ahora conozco un poco mejor el mundo de los creyentes cristianos. En un importante artículo publicado recientemente en el New York Times Magazine sobre el pontificado de Benedicto XVI, se debatía sobre si la vitalidad actual y futura de la Iglesia reside en los diferentes movimientos, tipo CL. Yo he visto esta vitalidad con mis propios ojos. Será muy interesante observar el futuro de los movimientos en la vida global de la Iglesia.
En los últimos años las instituciones europeas han manifestado cierta conflictividad con la Iglesia católica. Me refiero a la crítica del borrador de concordato entre Eslovaquia y la Iglesia católica, en materia de aborto y objeción de conciencia, y más recientemente a las resoluciones del Parlamento europeo sobre la homofobia. ¿No le parecen intervenciones indebidas?
El parlamento europeo es un foro político que hace su propio juego. Hace años se viene pronunciando sobre cualquier tema que se le antoje sin atender a las limitaciones constitucionales de las competencias de la Unión.
Es triste ver en el proceso de integración europea el descenso progresivo y precipitado de los índices de participación de los ciudadanos en las elecciones al Parlamento Europeo. En la última convocatoria sólo el 45% de los votantes acudió a las urnas; lo cual resulta aún más grave si se tiene en cuenta que con el paso de los años el Parlamento ha ido asumiendo cada vez mayor poder. Actualmente es un verdadero “co-legislador”junto con el Consejo de Ministros.
Con estas cifras cada vez es más difícil considerar al Parlamento Europeo como la vox populi de Europa.
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