Profesor de árabe, gran amigo del Meeting desde hace años, podía seguirlo desde El Cairo pero quiso estar personalmente. Aquí explica por qué. Y qué es lo que ha descubierto
Para mí, el Meeting de Rímini es un intento de dar forma a un deseo de belleza y de verdad. Es un lugar donde se pueden encontrar personas con un corazón que busca continuamente. Es un tipo de búsqueda muy particular porque, cuando encuentra la respuesta, el deseo que la mueve no se aplaca sino que, al contrario, vuelve a arder aún más intensamente. Se ve también por el hecho de que cada Meeting comienza con una pregunta que plantea el lema y acaba, en vez de con una respuesta, con otras muchas preguntas que van surgiendo durante la semana.
Leyendo los lemas de las ediciones que se han ido sucediendo con los años, se puede reconstruir el cauce por el que se ha movido hasta ahora esta búsqueda de la verdad, delineando tanto el contexto como el contenido.
Es una aventura del conocimiento que se ofrece a cualquier corazón que esté despierto. Me llama la atención que los que organizan y asisten a este evento de Rímini tienen la certeza de que la verdad puede encontrarse en las palabras y experiencias de personas totalmente diferentes entre sí, por historia, fe o credo político. Es un dato que la inmensa mayoría de los ponentes que participan no pertenecen a la experiencia del movimiento de CL. Y esto se debe a que están convencidos de que la verdad puede escucharse en la voz de cualquiera.
El Meeting es una llamada a ser protagonistas en esta aventura extraordinaria que es la búsqueda de la verdad, marcada por las preguntas que la realidad plantea, aquí y ahora.
Yo no puedo rechazar esta llamada. Tampoco podía hacerlo este año, a pesar de que tenía muchas y buenas razones para quedarme en El Cairo con mi familia y seguir el Meeting por YouTube.
Entonces, ¿por qué sentí la necesidad de asistir personalmente? He tenido que preguntármelo. Y me he respondido diciendo que cuando enferma un amigo al que queremos, sentimos la necesidad de ir a verlo, a pesar de que sabemos que nuestro gesto no tendrá influencia alguna en el curso de la enfermedad. Pero sentimos el deber de estar presentes. Es una característica común a todas las culturas. Así, aunque no tenía que moderar ningún encuentro ni acompañar a ningún invitado del mundo árabe, decidí subir a un avión e ir hasta Rímini, sin saber entonces cuándo tendría la posibilidad de regresar a El Cairo. Yo también tenía que estar presente en un momento tan especial.
En mi cabeza era incapaz de formarme ninguna imagen de cómo se desarrollaría la edición de este año. Y al llegar al Palacio de Congresos de Rímini, vi de nuevo la maravilla del Meeting. Una de las cosas que enseguida me impactaron fue enterarme de que había, repartidas por todo el mundo, 120 plazas donde se retransmitía el evento. Así que me dije: «¿Y si yo fuera la plaza número 121?». Puesto que ya había llegado a Rímini, pensé que podía hacerme voluntario “embajador”, proponiendo a las cabeceras de prensa egipcia artículos que narraran lo que estaba pasando. No sabía quién pasaría por mi “plaza” ni quién se pararía a leerme, pero mi experiencia de los últimos años, en los que muchos invitados del mundo árabe han vuelto al Meeting con el deseo de que algo parecido también pudiera ser posible en nuestro país, me daba la certeza de que mi intento podía ser una contribución, por pequeña que fuera.
He descubierto que la vida del corresponsal del Meeting de Rímini no es fácil. Convencer a los periodistas que están lejos, en las mesas de sus redacciones, de todo lo extraordinario que se ve y se siente exige mucha energía. He tenido que ponerla toda para despertar la curiosidad de los redactores de El Cairo.
El otro desafío era cambiar el enfoque de otros años. Cuando tenía que hablar con la prensa egipcia, siempre intentaba ofrecer mi testimonio personal: lo que me llamaba la atención, de la manera en que me llamaba la atención. En cambio, cuando se trata de lo que dice otro, hay que encontrar la distancia justa para no superponer lo que yo pienso sobre el testimonio del otro. También he intentado hacerlo.
Al final, en cinco días de Meeting, envié a las redacciones de Dostor, Al-Ahram y Yltrasawt un total de 16 artículos, de los que se han publicado ocho, más otros dos que deberían publicarse online estos días. Creo que es signo de que había interés.
Todo esto me ha hecho reflexionar sobre la realidad de mi país y sobre la situación en que se encuentra mi cultura. Me doy cuenta, cada vez más, de que se abre paso la idea de que educar en la belleza es una herramienta que combate el fundamentalismo. Y esto también se debe al Meeting. Basta pensar en mi profesor Salah Fadl, antiguo profesor de Literatura en la Universidad de Ain Shams, que a su regreso de Rímini emprendió –y venció– una batalla para introducir la enseñanza de 40 horas de Historia del Arte en todas las facultades universitarias del país. De hecho, en el mundo árabe, por una interpretación de la tradición que me parece errónea, se cree que belleza y religión son ámbitos que deben permanecer separados. Lo uno no tiene que ver con lo otro. Y no es casual que cueste encontrar artistas valiosos en ámbitos fundamentalistas. Solo la belleza puede vencer al vacío.
Después de estos días, pensaba en qué me llevaba a casa. Creo haber aprendido que la ignorancia no es la falta de conocimiento. La ignorancia no es un vacío y el conocimiento no es la luz que hace desaparecer la oscuridad. He comprendido que la ignorancia es una trama de acciones, pensamientos, errores y prejuicios que tuvieron como primer ímpetu el deseo de bien, pero que no han conseguido constatar este deseo delante de una presencia. El nihilismo no es solo la ausencia de significado, también es ese estado por el que uno se encierra tras un horizonte de significado impermeable al impacto con la realidad, sin estar dispuesto a cambiar ante el encuentro con una presencia.
¿Qué presencia? La que genera todas las demás formas de presencia. Un punto original que se puede conocer y encontrar gracias a “pequeñas” formas de presencia. Una de ellas es la experiencia de este Meeting celebrado en unas circunstancias tan complicadas. La presencia, la de verdad, es una fuente inagotable. No es un objeto ni una cosa. Es un origen. Algo que se genera continuamente. Y el nihilismo no es solo el vacío, sino también la decisión de no ver las presencias generadas por esta presencia original.
La otra palabra que he redescubierto es “confianza”. Yo soy de los que pidieron que la edición de este año se celebrase. Lo que lo ha hecho posible es la confianza. Confianza en nuestra experiencia, en el valor de nuestro testimonio. Esta edición ha generado nuevas formas y nuevos escenarios para el futuro, todo ello gracias a la confianza en lo que hemos visto y vivido todos estos años.
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