«El Meeting debería “alargarse” a todo el país para contrastar la disgregación social». Nadia Urbinati, politóloga de la Universidad de Columbia e invitada a los talk show de Rímini, cuenta por qué ha descubierto en el Meeting «una marcha más»
Llegó en bicicleta al Palacio de Congresos. «He aparcado aquí fuera, soy de Rímini». Así empieza Nadia Urbinati, nacida en 1955, durante el primer talk show organizado por la Fundación por la Subsidiariedad en el Meeting, bajo el título “Pandemia 2020: ¿por dónde empezar?”. Profesora del departamento de Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia en Nueva York, se encuentra en Italia desde el 13 de febrero por un permiso familiar debido al Covid y aún no ha podido regresar.
Llegó a América con una beca de estudio después de graduarse en Bolonia y doctorarse en Florencia. Al principio, su intención era quedarse un año, pero luego fueron dos, tres… hasta que en 1996 decidió quedarse porque en Italia no tenía perspectivas seguras de trabajo. Ocho años de estudio intenso, exámenes y por fin en 2004 la cátedra. La experiencia americana ha sido fundamental en su formación, no solo profesional, y se nota ya por sus primeras bromas en nuestra conversación por Skype. «América me ha dado un sentido profundo de mí misma, del valor que tiene mi persona. Me ha enseñado a ser sincera conmigo misma en las decisiones importantes, a la hora de hacer lo que me parece justo, sin mediaciones. Me ha enseñado que existe un profundo vínculo entre el interés general y el mío particular. Por ejemplo, si doy unas recomendaciones falsas, eso acabará repercutiendo en mí y en las instituciones. Dejaré de ser creíble. En nuestro país todavía prevalece la idea de que el sistema, la sociedad, lo público debe resolver los problemas, como una manera de eliminar la responsabilidad social. Una idea diferente de la solidaridad».
“Subsidiariedad y sostenibilidad” fue el lema de la retransmisión en la que usted participó, ¿qué pensó cuando la invitaron?
«¡Qué raro!», fue mi primera reacción. Si yo soy “izquierdosa”. Fui al Meeting una vez hace años para asistir a un encuentro con el profesor Zamagni. En mi historia personal, la relación con CL no ha sido nada lineal. Pero el tema de la solidaridad social era interesante, sobre todo en este momento. Hay varias interpretaciones que estudiar: sostenibilidad, tercer sector, subsidiariedad como armazón social para volver a empezar… En definitiva, la idea me gustaba. Poder interactuar con otros me interesaba. Así que dije que sí. Y me gustaba la idea de poder ir en bicicleta…
¿Qué le ha llamado la atención?
La cordialidad. Más bien la amigabilidad, no sé si el término es correcto. Un clima nada rígido. No se trataba de funcionarios, sino de personas con las que poder charlar de manera informal. Además, era un tema que conozco y domino. Desde este punto de vista, he encontrado muchas cosas en común y eso me ha llamado la atención porque me recordaba los movimientos juveniles en los que participé cuando era una chavala. Tomaba “cuerpo”. Y tengo que decir que el profesor Vittadini (presidente de la Fundación por la Subsidiariedad, presente en el estudio, ndr) me ha “conquistado”.
¿En qué sentido?
Cuando nos conocimos me propuso entrar en el comité científico de la revista de la Fundación por la Subsidiariedad. Yo, muy sinceramente, le dije que era mejor que antes leyera un estudio mío porque tenía ciertas reservas. Se trata de un ensayo que reconstruye históricamente el concepto de subsidiariedad y lo sitúa a nivel global. Me envió un comentario detallado, propio de alguien que lo había leído con atención y seriedad.
¿Podemos decir que ha pasado algo en Rímini?
Sí. Creo que el Meeting tiene dos niveles. Uno es la pasarela VIP, el de los políticos. Recuerdo el ruido de los helicópteros cuando llegaban ministros o la gente atrincherada delante del Gran Hotel… Digamos que una puerta abierta al poder, una especie de ecumenismo. Un aspecto que no me parece importante. Y luego está esta posibilidad de discutir y profundizar sobre ciertos temas. En esta edición, seguramente más que en las anteriores. Me ha llamado la atención que el tema de la “subsidiariedad” y el “Estado” no se afrontaran como dos enemigos que, como mucho, llegan a una tregua. Ha habido un diálogo constructivo. Creo que también ha sido bueno que no hubiera multitudes oceánicas porque se ha evitado el problema del público y las audiencias. De esta manera se podía ser más directo. Ha sido un momento de trabajo que me ha hecho reflexionar.
A propósito, durante el encuentro usted señaló que Italia tiene una tradición cooperativa y comunitaria a la que conviene acudir para la reconstrucción.
Miremos nuestra historia. Durante el Imperio romano y cristiano las comunidades locales, reunidas en torno a la autoridad eclesiástica, mantenían unidos el tejido civil y el religioso. Y en el siglo XIX tenemos la actividad de las cooperativas en favor de los necesitados. Una estructura solidaria que decayó y que hemos olvidado para dar paso a un globalismo individualista. Pero es nuestro tesoro, nuestro patrimonio. Creo que esta solidez social, civil y cultural es nuestra garantía, por lo que… pagaremos nuestras deudas.
En este sentido la emergencia sanitaria, la cuarentena, han sacado a la luz una serie de relaciones buenas entre la gente.
Me ha llamado la atención la capacidad creativa de la gente a la hora de responder a necesidades colectivas –la compra a domicilio para los que no podían salir, por ejemplo–, una multitud de formas de intervención imaginativa que se han puesto en acción dentro de las comunidades locales. Ahora hace falta que no decaiga ese entusiasmo, esa energía, hay que cultivarla no solo como forma amistosa sino como algo que falta y hay que compensar. Además, durante el confinamiento hemos dado un nuevo valor al tiempo, nos hemos ralentizado y eso ha permitido una relación más humana con nuestra vida y la de los demás. Ante el dolor de los ancianos, nos hemos dado cuenta de que la vida siempre tiene valor, independientemente de la edad. Nos ha hecho ver la futilidad de muchas cosas de las que podíamos prescindir, una limpieza económica. Otras cosas se podían hacer por video, para bien del medio ambiente. Esta edición del Meeting ha sido un ejemplo concreto. Podría decirse que ha metido una marcha más.
¿Cuál?
Las conexiones en video han permitido interactuar con el mundo entero. Es la señal de una subsidiariedad transversal porque te acerca al otro, que hasta puede vivir en otro continente. Es cierto que el Meeting lleva en su ADN el encuentro entre personas de distintas nacionalidades, pero en esta edición, con conexiones por toda Italia, se daba la posibilidad de una contemporaneidad no física sino temporal, estando cada uno en su ciudad. Una nueva manera de mantener la atención fija en ciertos temas, unir realidades diferentes, sin que la gente tuviera que desplazarse, lo cual es costoso y arriesgado, para nosotros y para el medio ambiente. Lanzo una idea. ¿Puedo?
Claro. Adelante.
El Meeting debería “alargarse” a todo el país. Es decir, muchos Meeting locales, pienso sobre todo en el sur, porque hace falta una actividad cívica, ética, moral, que estos “lugares” formativos pueden desarrollar. Es la posibilidad de estar juntos de manera constructiva. Algo que los partidos y sindicatos ya no son capaces de hacer. Una manera de contrastar la increíble disgregación social a la que estamos asistiendo.
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