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Huellas N.09, Octubre 2020

PRIMER PLANO

La gramática de la esperanza

Fernando de Haro

En medio de la complejidad actual, ¿cuál ha sido la contribución del Meeting 2020? Anatomía de un evento que abre a la necesidad de «poner en el mundo algo nuevo». Por una positividad que esté llena de razones

El centro de Rímini, desconocido, semidesierto. El Meeting, después de 40 años reuniendo a decenas de miles de personas, ha vuelto a la antigua Feria, ahora convertida en Palacio de Congresos. No hace falta mucho espacio para el par de encuentros presenciales que se celebran al día. Encuentros con el público en modo Covid: mascarilla, asientos separados y pocos asistentes. El público, el pueblo del Meeting, en esta ocasión es virtual, un millón de conectados a finales del mes de agosto y las cifras subiendo on demand. Paradojas y oportunidades de la pandemia. Más proyección en el mundo, “más amistad entre los pueblos”: además de las conexiones en grupo, en plazas de 85 ciudades italianas, las de 25 países de cuatro continentes.
Una sorpresa que supera todas las expectativas de los que, meses atrás, decidieron arriesgar y “hacer el Meeting” de todos modos. Pero eso no ha sido lo único en esta edición inédita y sorprendente, llena de novedades y, al mismo tiempo, familiar a la hora de anclarse en los pilares de siempre: el encuentro, una chispa de humanidad que se prende, la dinámica de un acontecimiento que sucede y que, al suceder, dicta un método, indica un camino. Por eso vale la pena, un mes después, retomar su relato y volver a mirarlo hasta el fondo. Un hecho tras otro, una sorpresa tras otra.

Se gira en la rotonda dedicada a Giussani, con el monumento a la X que ha hecho el destino encontrable y se aparca sin dificultad. A la entrada, una voluntaria dispara al visitante con un termómetro digital. En ese mismo momento, un grupo de estudiantes, en Buenos Aires, a 12.000 kilómetros encienden sus ordenadores para “entrar en el Meeting”. La anatomía de ese instante no se sustenta solo en los huesos de cuatro décadas de tradición. Los voluntarios que conocieron el primer Meeting y que vuelven a estar en sus puestos hablan de una refundación. Poco o muy poco se parecen el verano de 1980 y el verano de 2020. Entonces todavía había Guerra Fría, ahora sufrimos una pandemia que ha matado a casi un millón de personas y ha provocado la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial.
El psiquiatra Umberto Galimberti, uno de los invitados más lúcidos, señala que, junto al virus, el tiempo está marcado por el nihilismo. El reto ha cambiado. Ya no quedan ni las cenizas de la antropología de hace cuarenta años, como señala Mario Draghi en la inauguración, este «es un tiempo de incertidumbres que paralizan». También en el mundo de la empresa y en política todo es diferente. El Meeting consigue reunir a los líderes de los principales partidos italianos, algo inusual: un reconocimiento de facto a una iniciativa social. Pero la dificultad de los participantes para trascender la batalla del corto plazo es casi invencible. Como en muchos países de Europa, no queda ni el polvo de los escombros de los partidos y de la sensibilidad que reconstruyó la Italia de una cierta época.
La anatomía del instante en que la voluntaria aprieta el gatillo de su termómetro y el chico de Buenos Aires mueve su ratón revela que es la misma experiencia pero no del mismo modo. «Existir significa luchar cada día, no ceder a aquello que ya conoces», decía el pintor Gerard Richter, revisitado en uno de los encuentros que ha tenido como protagonista a Giuseppe Frangi. «Un despertar no a pesar de la dificultad, sino porque la dificultad nos obliga a buscar otros caminos, otras posibilidades», señalará Julián Carrón explicando la anatomía del termómetro, de las decenas de encuentros con personalidades de todo el mundo, del primer gran acontecimiento público que se celebra en Italia después del confinamiento.

Ya dentro del Palacio de Congresos, después de haber facilitado un código QR, el nuevo presidente, Bernard Scholz, explica que «este año no se podía dejar de hacer el Meeting: esta cita siempre ha sido la ocasión de reflexionar sobre los retos sociales y, precisamente, este año no podíamos faltar». Scholz habla delante de la exposición titulada “Bethlem Reborn. Las maravillas de la Natividad”. Exposición dedicada a la limpieza y restauración de la Basílica que se levanta sobre el lugar en el que nació Jesús. La de Belén ha sido una de las cuatro muestras que ha habido este año (“Seres vivientes”, “Vivir lo real” y la dedicada a la ascensión al K2 han sido las otras tres). «Estamos sorprendidos de los frutos de nuestra ingenua confianza. Esos frutos son la proyección, pero sobre todo una explosión de contactos y de interés, de disponibilidad de múltiples personalidades que han querido hacerse preguntas», señala Scholz. Esas preguntas, para el visitante on line y on life, han abordado buena parte de la complejidad del momento. Muchas preguntas y, de fondo, una necesidad, la de «poner en el mundo algo nuevo», como señalaba la socióloga Chiara Giaccardi, la necesidad de encontrar una esperanza fundada.
El Meeting, a juzgar por la intervención de dos de los principales invitados –Mario Draghi y Julián Carrón– no ha respondido con una fórmula, con un programa, con un sistema a esa necesidad. La respuesta del Meeting, su contribución, ha sido el espacio que el propio Meeting ha abierto. «La incertidumbre no tiene efecto en el empeño ético», señalaba Draghi. Para agradecer a continuación la existencia del Meeting como «testimonio ético que no se detiene ante la dificultad». «El Meeting es un ejemplo del despertar de lo humano (...) documenta que cuando estamos delante de una crisis, abiertos a la provocación que representa, podemos ver el despertar de una creatividad y de una capacidad de compromiso que ha sorprendido a muchos», señalaba Carrón.

El titulo inicial, “Sin asombro nos quedamos sordos ante lo sublime”, después de las intervenciones de Draghi y de Carrón, se ha declinado buscando qué asombro, qué maravilla, permite fundar la esperanza para afrontar el momento. «La sociedad en su complejidad no puede aceptar un mundo sin esperanza; debe reunir todas sus energías y un recuperado sentir común para buscar el camino de la reconstrucción», señalaba Draghi. Carrón parecía querer responderle, dos días después, a ese llamamiento. En una intervención de claro valor civil (disponible íntegramente en clonline.org), el presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación señalaba los pasos para que esa esperanza sea razonable. «La pandemia ha desvelado la necesidad de un punto de apoyo para afrontar con positividad lo que sucede».

Un reto que, a juzgar por las intervenciones de algunos ponentes del Meeting, agnósticos o anarquistas, no es asunto para los empeñados en opciones de fuga. El diálogo sobre el peso de la realidad, en un entorno en el que todo parece devorado por la nada, ocupó algunas de las conversaciones de Not Too Much To Ask, una serie de tres video-entrevistas –en un nuevo formato experimental de documental– que tuvo como protagonistas al escritor español José Ángel González Sainz, al poeta italiano Maurizio Maggiani y a los profesores estadounidenses Cornel West y Robert George. González Sainz señalaba que «el peligro de la pérdida total de las cosas es evidente», por eso «para mí es importante mantener la tensión viva. La tensión hacia las cosas, hacia los hechos, hacia la realidad». Tensión hacia la realidad que en Maggiani era reconocimiento de positividad. Después de haber viajado por el mundo para construir su utopía anarquista, aun en los sitios más inhumanos en los que había estado, nunca había visto vencer la desesperación, «incluso en Tuzla (localidad bosnia donde se produjo un genocidio durante la guerra de los Balcanes), la gente ponía flores en latas vacías para adornar las ventanas cuando les disparaban».
«La esperanza es un certeza en el futuro basada en una realidad presente», señalaba Carrón, apuntando a lo que según Galimberti es el gran desafío de sus pacientes, de los jóvenes. En los años 70, cuando empezó a trabajar en su consulta, los problemas fundamentales tenían que ver con el sentimiento y con el sexo, y ahora tienen que ver con la cuestión del sentido. «Se ha suprimido la positividad del futuro, los jóvenes viven en el absoluto presente, porque el futuro ha dejado de ser una promesa».
El punto de apoyo, según Carrón, es el que permite aprender de la novedad que toda circunstancia lleva aparejada. «Para acogerla hace falta una apertura delante de lo que sucede», apuntaba.

De esta necesidad, de aprender de cada circunstancia, identificando las iniciativas de creatividad que nos rescatan de la situación en la que estamos, han hablado, y mucho, los invitados que se han ocupado de la situación política y económica. Muchos de ellos coincidían en que es necesario volver a pensar, a vivir, a reconstruir lo que hemos dado por descontado. David Brooks, editorialista del New York Times, señalaba que el optimismo ingenuo del liberalismo de los 90 ha desparecido, «se ha extendido una desconfianza hacia el Gobierno, pero también una desconfianza entre las personas». La desigualdad se hace cada vez menos tolerable.
También, desde el otro lado del Atlántico, en el diálogo entre Cornel West y Robert George emergía con claridad la necesidad de abrir las instituciones políticas y el mercado, para sanear la democracia, a las fuerzas sociales. West indicaba que «no se sostiene ese gran experimento que es la democracia sin un apoyo espiritual que no reduzca a los ciudadanos a consumidores o a espectadores». Ceferino Reato, desde Argentina, denunciaba la falta de instituciones globales y confesaba mirar con envidia a Europa por haber tenido la capacidad de haber creado un espacio de solidaridad.
En este mundo, la aportación de «un cristianismo que despierta todo lo humano» es la aportación de personas que «documentan algo diferente». Como las que encontró el sociólogo español Mikel Azurmendi, una de las estrellas del Meeting de Rímini este año, presente también a través de un video. Azurmendi aseguraba que su interés por el cristianismo, hasta haberlo recuperado para su vida, le asaltó cuando descubrió a un grupo de personas que no esperaba, personas que le llenaron de admiración.
También a la salida del Palacio de Congresos los voluntarios piden el QR. Es hora de escuchar algunos de los podcasts del Bookcorner y de tener los ojos bien abiertos. Por si nos pasa como a Azurmendi, por si hay un asalto inesperado.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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