La extraordinaria historia de Wang Xiaoling, más de veinte años en las cárceles chinas. Con una única culpa: ser católica
El 25 de Mayo, en el Salón de la Unión Industrial de Turín con la presencia de más de 600 personas, se ha desarrollado un encuentro, organizado por el Centro Cultural "P.G.Frassati", con la escritora Wang Xiaoling, autora del libro La alondra y el dragón: el libro, impresionante testimonio de fe, es un relato de los años (¡más de veinte!) que ella ha pasado en los lager de la China comunista acusada de ser católica.
Traemos aquí algunos pasajes importantes del encuentro.
«¿Cómo encontró el cristianismo?»
«Mi familia no era católica: mis padres me mandaron a la escuela de las monjas católicas porque tenía fama de ser una buena escuela. Yo tenía 14 años y buscaba la belleza y la verdad de las cosas, así me acerqué a las monjas y comencé a preguntarles en qué creían. Después de algún tiempo pedí el Bautismo, aunque sabía que estaban a punto de comenzar las persecuciones contra los católicos. Luego entré en la Legión de María, una asociación que nos daba "alimento" para la vida espiritual, el coraje para vivir la fe en la vida normal, de todos los días. Precisamente por esto el gobierno entendía nuestra participación en esta asociación como una cosa que nos alejaba de ellos, del comunismo. Por este motivo nos pidió "registrarnos" como católicos y denunciar al sacerdote, cosa que nosotros decidimos no hacer. Al contrario, dado que el gobierno había expulsado de China a todos los sacerdotes extranjeros, empezamos a ayudar a nuestros sacerdotes a tener vivas y abiertas las iglesias. En realidad nosotros no estábamos contra el gobierno, solo queríamos vivir nuestra fe. Fueron años de entusiasmo, estábamos contentos de la elección que habíamos hecho. Poco después empezaron los arrestos en masa».
«¿Qué es lo que le ha ayudado, sostenido, durante los años de lager?»
«He aprendido a rezar y esto me ha sostenido todos los años que he pasado allí. Una oración que me ha acompañado ha sido el Rosario, que contaba con los dedos porque no se podían tener símbolos religiosos. Además, sobre todo en Navidad o en Pascua, intentaba cantar en voz baja los cantos que recordaba. Esto me ha dado la fuerza no solo de soportar, sino de soportar con gusto. Estaba además el consuelo de los otros católicos: aunque no nos dejaban nunca estar juntos, había veces que nos encontrábamos, que nos hacíamos una imperceptible señal de la cruz, que nos tocábamos la mano, que nos intercambiábamos una mirada: todo esto era de gran ayuda. Además también el hecho de saber el porqué de estar allí: había muchos prisioneros desesperados porque no entendían el porqué de su sufrimiento. Yo sabía que sufría por Cristo».
«Usted habla en el libro de las persecuciones como de una vocación. ¿Qué quiere decir para Usted la vocación?»
«En general cuando se habla de vocación se piensa en los sacerdotes y en las monjas: pero no es verdad, cada uno es llamado por Dios a hacer algo. Yo pienso que la vocación es ser fiel a lo que Dios nos pide en la vida, responder a aquello que nos sucede, responder con amor, esto me parece que es la vocación».
«¿Cuál es su juicio sobre la Iglesia católica china?»
«La Iglesia católica china me recuerda a la Iglesia de los Apóstoles, que eran pocos y que escribieron con sus vidas la historia de la Iglesia. Me parece una Iglesia de los inicios, me parece que con nuestras vidas, con nuestro testimonio, estamos escribiendo la historia de la Iglesia china. Os pido que recéis por esta pequeña Iglesia».
Wang Xiaoling vive ahora en Estados Unidos con el marido (con el que se casó en el lager) y dos hijos, y ha venido a Italia a recoger el premio «Rita da Cascia», premio que se da a mujeres que, como santa Rita, han dado un testimonio de fe en circunstancias particularmente difíciles.
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