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Huellas N.04, Abril 1994

CULTURA

El misterio de Eugene

Paolo Facciotto

Ionesco. Turbación y lugares comunes han saludado a un grande de nuestro siglo que se va. ¿Su culpa? No haber censurado el sentido del misterio.
Entrevista a Mario Guaraldi


«Yo, solo con el absurdo», campa a siete columnas la portada de las páginas culturales del Resto del Carlino del 24 de enero de 1994, con uno de los tres artículos de Eugene lonesco para Le Figaro. «No, ese título está equivocadísimo, el verda­dero título debía ser "Yo, solo con el Misterio, con Dios"». Quien nos habla apasionada­mente de lonesco, fallecido en París el lunes 28 de marzo, es Mario Guaraldi, editor, una de las últimas conciencias críticas y creadoras de esa ciudad para­dójica que es Rímini. Nos vemos en su casa de San Fortu­nato, sobre una de las colinas que mira a los dos extremos: por una parte hacia el mar don­de bulle la actividad playera y por la otra hacia Santa Aquilina y, más allá, San Marino.

Tú has sido el productor de ese Maximilian Kolbe, acto teatral con música sobre un libreto de Ionesco, que en 1988 ha constituido uno de los acontecimientos centrales en la historia del Meeting, y ha confirmado «públicamente», si se puede hablar así, la con­versión del gran dramaturgo. ¿Por qué precisamente un santo? ¿Qué importancia tení­an para él los santos?
Los santos son lo que él reconocía que no era capaz de ser: los que aceptan la relación con el Misterio y convierten tal adhesión en un comportamiento de vida. Son los que viven la dramaticidad y la aparente banalidad del «instante», de las minucias y de las miserias coti­dianas en la apertura al Miste­rio. Y así producen el milagro de la coherencia, de las obras... Aquellos que, como Maximilia­no Kolbe, en la ferocidad de nuestro tiempo han sido el signo de la suprema contradicción. El Kolbe de lonesco dice al final: «Ahora todo os parece absurdo, estáis muriendo... Pero tenéis la certeza de que dentro de poco todo estará claro, dentro de poco comprenderéis todo». Un fragmento que el padre espiritual de Ionesco ha leído en la oración fúnebre, el día de Viernes Santo. ¿Se comprende? El absurdo, el teatro del absurdo inventado por Ionesco no era un fin en sí mismo, sino una pregunta, y también una rebelión, destinadas a una respuesta.

¿Qué tipo de pregunta? ¿A qué nivel se situaba?
lonesco es uno de los pocos de nuestro siglo que ha tenido el coraje de mantener inalterable, sin modificar la pregunta, más aún, las preguntas típicas del adolescente frente al misterio, y las ha llevado consigo incluso hasta volverlas a plantear al filo de la muerte. Mientras que el bienpensar común tiene ver­güenza de ellas, como si no se pudiese llegar a ser adulto sin liberarse de ellas, para lonesco son el contenido de la verdadera madurez. ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Y el dolor, el sufrimien­to, la decadencia física? En los años de su fama, la pregunta asumía las características de lo absurdo, y de la rebelión: en su vejez, el absurdo coincide con el Misterio. El absurdo, es decir, el límite que humanamente pro­voca una rebelión: pero que implica el Misterio, porque en él se asoma. Y, en efecto, Iones­co siempre ha mirado de frente al Misterio, hasta el fondo. Y siempre ha tenido el sentido del enemigo, de la muerte como última enemiga, precisamente como cierto pensamiento medieval que se remonta a san Pablo, hoy olvidado.

Natalino Sapegno, el del Compendio de la literatura italiana, que la mayoría de los estudiantes todavía hoy memo­rizan, sostenía que las pregun­tas del Leopardi adolescente marcan su carácter menor, su punto de debilidad...
Y no por casualidad, por las mismas preguntas Ionesco es absolutamente indigesto para la cultura dominante de nuestro tiempo. Jamás lo han digerido, han buscado reducirlo a un ghe­to, han intentado reducirlo a un «poeta del absurdo», ¡pero él se enfurecía ante esta etiqueta! Porque la cultura «omnipoten­te» que nace de la Ilustración tiene un curioso modo de afron­tar el problema del Misterio: ¡lo abole, lo margina! Al principio creían que era un revolucionario tipo Brecht -y, en efecto, ha sido un verdadero revoluciona­rio- pero su revolución es algo mayor, realiza un recorrido que va hasta el fondo de las cosas. Y al final la petición de Ionesco se convierte en ésta: «Dios mío, haz que crea en ti». En el artícu­lo publicado por el Carlino, el primero de los tres textos escri­tos en los últimos tiempos para Le Figaro, encontramos un tes­timonio extraordinario de luci­dez, de honestidad, de coraje intelectual.

¿Pero no decían los perió­dicos que en los últimos tiem­pos era intelectualmente ines­table? El órgano de los pro­gresistas italianos, L 'Unità, ha publicado un pasaje a disgusto y embarazoso, en el que se decía que Ionesco era el repre­sentante de cierto pensamien­to reaccionario, que en el caso de Italia había establecido «relaciones con la derecha de la Iglesia, Comunión y Liberación».
El artículo al que te refieres es la más clara demostración de la ceguera de una cultura total­mente preocupada de las «suer­tes y avances magníficos», pero privada del sentido de la reali­dad, y por tanto del Misterio. El coraje de Ionesco, en cambio, ha sido partir de las contradic­ciones cotidianas -en vez de negarlas-, de los aspectos irri­tantes de la vejez, que sólo quien es falso no está dispuesto a admitir: la dificultad de vivir, sobre todo en los últimos años, con la enfermedad, el apego a los gestos fundamentales de cada día, como un niño...
Pero tras la decadencia había un don, que también nos lo muestran de un modo impresio­nante los últimos breves escri­tos: «Además del café y de la leche, hay otras dos cosas ado­rables en mi vida: las dos comi­das diarias. Son, con el desayu­no, los grandes acontecimientos de mi jornada. Pienso que den­tro de poco me levantaré, y no sé qué haré con el tiempo que me queda... Pienso que podría morir esta noche, o mañana, esperemos, o pasado mañana. Al fin y al cabo, cuando no pienso en lo peor, me aburro, me aburro». Es todo lo contrario al nihilismo, escucha esto: «A veces pienso que estoy pensando, que estoy rezando. Precisamente ahora, por fortuna, ha venido un amigo mío para interrumpir durante un tiempo el vacío, pero quién sabe si habrá quizás algo, algo. Quizás habrá alegría, después. ¿Qué forma tiene Dios? Estoy convencido de que la forma de Dios es ovalada... ». Con la bizarría que le caracteriza vuelve, sin embargo, al problema de fondo: el instante, el vacío que siempre tiende una emboscada, y la posibilidad de asomarse, de abrirse al Misterio.

Te has encontrado con lonesco tres días antes de su muerte, el viernes 25 de mar­zo. ¿Qué te dijo?
Tras la publicación de este artículo, le había escrito un tele­grama para agradecerle su testi­monio, su coraje. Quería reunir en un libro los tres artículos de Le Figaro junto con algunos cuadros que había pintado en los últimos años. Estaba lucidí­simo -hasta el punto de demos­trar su preocupación por las elecciones en Italia, de dos días después- y distraído. Como uno que mira el problema de fondo, y entonces de vez en cuando parece «elevarse» respecto a las cosas que tiene alrededor, y se distrae, al menos a nosotros nos parece una distracción. Después me ha propuesto publicar cosas antiguas inéditas, me las ha pro­metido... El Lunes Santo murió de una embolia pulmonar. Tenía sobre la mesilla de noche mi último regalo, las Piccole preg­hiere de Renata de Francia que he publicado en facsímil. Volví a París para su funeral, una ceremonia ecuménica realizada en la parroquia ortodoxa de Sainte-Anges, cercana a su casa y al cementerio de Montparnas­se. Estaban el párroco, cristiano ortodoxo, y su último padre espiritual, un católico del san­tuario del Sacre-Coeur, que en la homilía ha leído el fragmento final del «Kolbe», que antes he citado.

¿Qué hará el Meeting para conmemorar a este gran ami­go?
Se está pensando en un homenaje «real», no en una conmemoración, para Ionesco y a la vez para Fellini, dos gran­des genios, mucho más cerca­nos de lo que a primera vista se pueda pensar. Queremos invitar a testigos importantes de nues­tro tiempo, para hacer un gesto adecuado a lo que yo denomino el «tiempo del hombre». Es decir, el tiempo largo, el que prevé la siembra y la muerte, para que después se dé la cose­cha; contrapuesto al tiempo bre­ve de la fragmentación del pen­samiento, de la fruición pasiva, del mando a distancia.
Quizás precisamente por este «gesto» el Meeting '94 se anuncia particularmente intere­sante. ¿Los nombres de los tes­tigos invitados? Todavía están en secreto. Pero hay una pista: aquellos que son honestos fren­te a la pregunta del hombre y a su relación con el Misterio. Exactamente como Eugène Ionesco.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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