Cartas allá en el mar...
Después de leer en la revista la carta enviada por Luigia di Margherita di Savoia, en la que hablaba del exiguo número al que hoy se ve reducida su comunidad, tuve un sentimiento extraño, un sentimiento que quizás podría definir como tierna comprensión y amargo conocimiento. Yo conocí el Movimiento en el pasado julio gracias a Annalisa, mi profesora de religión. Empezamos mi amiga Stefy, algunos alumnos de Annalisa y yo con reuniones por las tardes, luego nos propuso el viaje a las Dolomitas. Para mí, como para los demás, se trataba de una simple excursión sustitutiva de las escolares, hace ya tiempo en desuso. Pero allí comprendería que no era así, que aquélla era una experiencia distinta, única, allí encontraría todo lo que mi corazón deseaba y sigue deseando. Yo había perdido la esperanza, no porque esté habituada al pesimismo, sino porque sabía que este deseo, que se jugaba en el fondo del corazón, era demasiado grande para que fuera satisfecho.
Pensaba que aquella realidad que deseaba estaba demasiado lejos para lograr encontrarla. Todavía siento hoy el estremecimiento por una frase dicha durante una asamblea en las vacaciones: «Lo que tu corazón desea ya existe». Ya, la asamblea. Era para mí la imagen de una realidad nueva, donde centenares de chicos conseguían interesarse por cosas que a mí me interesaban pero que, por el contrario, las personas a las que estaba acostumbrada a ver a mi alrededor habrían ignorado. Lo que me faltaba era compartir con otros lo que yo considero importante. Todavía hoy sigo leyendo aquella frase tan grande, iluminadora y profética para mi corazón, que en seguida me adherí al Movimiento.
Volví de aquellas vacaciones con el deseo de continuar la experiencia de ser cristiana. De los 15 chicos que fuimos a las Dolomitas quedamos, sin embargo, sólo tres, mejor cuatro, se nos unió una amiga mía. Querría decir a Luigia que, al fin y al cabo, la situación que vivo no es tan distinta de la de su compañía. A pesar de los intentos realizados para acercar a otros chicos, de los panfletos puestos para intentar despertar el deseo de verdad ya adormilado, seguimos siendo los mismos que al principio, pero no renunciamos (porque si incluso sólo el Angelus, recitado en la escuela antes de las clases, es el signo de algo que cambia lentamente, nosotros esperamos). Queda a veces la amargura de la verdad rechazada, pero no puede y no debe quedar la rabia. Podemos ser pocos y ser grandes justamente por ser pequeños: basta con llevar la realidad de la propia comunidad con humildad, aquella donde Dios nos ha puesto y si no ha puesto ahí habrá al menos un motivo. Los discípulos eran poco y sin embargo el cristianismo ha llegado hasta nosotros y vive a 2000 años de distancia. Basta el ímpetu de una fe y de un amor verdaderos, de un ofrecimiento que no mira a una afirmación personal, a una colonización de almas, sino que mire a Su afirmación, todo debe hacerse para esto. Y si el ímpetu falla significa que la carrerilla no se ha tomado con bastante tenacidad, la tenacidad de la fe, y se debe volver a empezar. Somos cuatro, vosotros cinco, otros veinte, otros incluso cien, ¿pero qué diferencia hay? Cristo está en todos. Incluso aquí en Pantelleria, donde el mar nos separa de la compañía siciliana, imposibilitándonos participar en algunos encuentros, estamos obligados a hacer peripecias incomodando a nuestros amigos palermitanos para conseguir participar en la vida de la comunidad. Cristo también está con nosotros y creo que la fatiga que podemos ofrecerle es siempre poca cosa, porque nos ha dado la certeza de una Presencia, de una compañía que nos ama. No hay mar, no hay número que nos pueda separar de aquel Misterio tan grande, impetuoso y fascinante que tiene el poder de cambiar la vida. No hay nada que pueda hacerlo. Porque si las barreras y la dureza del corazón han sido derrumbadas y aplastadas, ¿qué barrera material podrá oponerse y creer vencer?
Miryam, Pantelleria
Tras las elecciones
«La Iglesia (...) ha sido salvada a lo largo de los siglos por todo el que, persiguiendo lo verdadero y lo real, amando el valor y el ideal, no se ha escandalizado por sus límites, por la estrechez de las circunstancias (...) y se ha lanzado a perseguir lo que amaba, a buscar el tesoro oculto en el barro» (Por qué la Iglesia, tomo II, El signo eficaz de lo divino, pag. 34). Hoy más que nunca, a la luz de la experiencia hecha durante la campaña electoral, el Movimiento nos parece este lugar de salvación que la Escuela de comunidad indica. Para nosotros, que desde hace algunos meses seguimos la experiencia de CLT y más concretamente nuestro grupo de Escuela de comunidad, este período aparentemente tan confuso de las elecciones, ha sido un momento «especial» para perseguir» lo verdadero y lo real, amando el valor y el ideal». El gran afecto madurado en estos meses no nos ha consentido tener dudas sobre el paso decisivo que el Movimiento ha pedido. No ha sido poco dejar a un lado el propio juicio sobre las circunstancias para seguir lo que se nos pedía; no poco vivir junto el malestar que muchos de nosotros manifestaban; no poco lanzarse a las calles a encontrar a las personas o ir a las cinco de la mañana a pegar carteles con una jornada de trabajo por delante. El Papa ha dicho en su carta: «Se percibe bien presente (...) el soplo poderoso del Espíritu Santo que renueva a la Iglesia». En aquellos días hemos percibido de manera tangible este soplo, que nos pedía poner al descubierto a lo que estábamos realmente apegados, si al Movimiento (es decir a la Iglesia) o a nosotros mismos. En esta fatiga nuestra amistad sin duda ha crecido y hemos encontrado otras personas. Permaneciendo apegados al lugar amado y al juicio que esto expresa tanto como para poder decir como don Giussani: «Lo que hacemos se convierte en ofrecimiento (...), un dinamismo que tiende a construir la obra de Dios (...), todo se hace bello (...) incluso lo que para la carne puede ser cruz y peso».
Paolo, Milán
Adopción a distancia... en el banco
En la medida en que me fío y tomo en serio nuestra experiencia la vida se hace más gustosa y más fácil de vivir. Todo esto ha nacido porque justamente he tomado en serio el aviso que se dio a la Fraternidad sobre la iniciativa promovida por el AVSI para la adopción a distancia de un niño de la ex-Yugoslavia. Hablé de ello con una compañera de trabajo para ver si era posible proponer este gesto en el banco donde trabajamos. Maria Luisa acogió con entusiasmo la propuesta y ha escrito una carta para todos los empleados, luego otros hicieron las fotocopias y otros las distribuyeron. Ahora estamos recogiendo los frutos. El gesto ha asumido para mí un gran valor. Más allá del hecho de que está naciendo entre nosotros una unidad inesperada, he entendido el método que el Movimiento enseña desde siempre: basta fiarse, incluso de un aviso, y pronto se renueva la vida.
Caterina, San Marino
Encuentro búlgaro
Queridos amigos, os escribe una chica que está viviendo una segunda vida. Digo esto porque lo que me está sucediendo tiene el valor de un segundo nacimiento. Hasta hace algún mes mi existencia se movía por inercia: no lograba encontrar la razón por la cual valiese la pena estar en el mundo. Y sin embargo tenía todo lo que podía satisfacer inmediatamente mi vida. Pero al mismo tiempo tenía un deseo, si bien inexplicable, de otra cosa.
¿Qué era esta cosa? ¿Cómo podía tenerla? No lo sabía, pero sólo sentía este vacío que hacía vacías todas mis acciones. De este modo perdía, cada día, el gusto por la vida. Hasta que sucedió un hecho que me abrió los ojos, dándome la posibilidad de aclarar la oscuridad que me rodeaba: fui invitada a participar en un encuentro, que luego resultó ser una jornada de comienzo de año del movimiento de CL en Plovdiv, Bulgaria. Las palabras que escuché me hicieron darme cuenta de las grandes preguntas que tenía en el corazón, cuyas respuestas estaba buscando sin saberlo. Sobre todo surgió en el corazón el deseo de participar de la verdad total de lo que me he encontrado. Ahora sólo espero ser bautizada. (Krassimira fue bautizada el domingo 24 de abril, ndr.)
Krassimira, Sofía
A propósito del canto
Una reacción en caliente sobre las palabras de don Giussani sobre la música y el canto publicadas en el pasado número. Un aspecto que realmente me ha impresionado es la diferencia entre quien canta «delante de» la gente y quien canta «para» un pueblo. Es un dato de hecho, es decir, por una parte está la gran mayoría de los cantantes contemporáneos, en el fondo solos, y a veces dramáticamente al límite de la existencia (mirad la crónica de estos días), por otra parte está una pertenencia tan fuerte y verdadera que el cantar (y el tocar) es consecuencia directa de ella y al mismo tiempo causa concomitante. En el sentido que deriva de y al mismo tiempo ayuda a generar esta pertenencia. Me viene de nuevo a la cabeza la conversación de hace algún tiempo con Lucio Dalla: qué noble es el intento de volver a poner delante de los ojos de todos lo que no todos logran fijar y describir, como él mismo nos contaba. Pero se queda en un esfuerzo personal, aunque artísticamente elevado. Uno puede reconocerse tangencialmente en aquella música y en aquellas palabras, pero nunca le pertenecerán hasta el fondo. Qué distinta es nuestra experiencia: si intentamos realmente ensimismarnos con las palabras de nuestros cantos, del mismo modo que con las de los cantos de hace cinco o diez siglos, nos viene una emoción profunda, es como si las hubiéramos escrito nosotros, describen nuestras vicisitudes humanas quizás mejor de como lo sabríamos hacer nosotros mismos. Hay un segundo aspecto que me salta a la vista. Aquella «banda sonora nos sigue a todos lados y que nosotros no elegimos» existe, ¡y de qué modo! Yo diría, quizás arriesgándome un poco, que es una circunstancia inevitable. Y raramente de los cascos de un chaval se escapa un Preludio y fuga de Clavecímbalo bien templado o la Sarabanda de Poulenz. Quiero decir que por mi experiencia sería totalmente incorrecto no considerar al grande o caótico mundo de la música ligera, representante por lo demás de un mundo que se disgrega con velocidad. Del mismo modo que es incorrecto señalar como inútil el arte abstracto sólo porque usa códigos que no poseemos. Actuando de este modo se censuraría sobre todo uno de los factores más en juego de nuestra época; segundo, con un poco de buena voluntad se pueden localizar intentos válidos y bellos incluso en el gran magma de la música ligera. Atención sin embargo: hay que dejar a un lado los prejuicios. El trabajo de estos últimos años me está haciendo descubrir y por tanto comunicar qué es a lo que he sido ayudado a descubrir en el mundo de la música, no ligera o pesada, música en general. Y el modo a través del cual intento enseñar a tocar o a escuchar algo lo he aprendido a su vez de otros, gradualmente. Creo que para hacer esto son necesarios dos factores fundamentales: una apertura (que es lo contrario de la «sordera») y un método, un camino, que siempre necesita una confianza para ser seguido.
Walter, Milán
No por magia
Hay momentos en la vida en los que el peso insoportable de las cosas, el desánimo, te hacen vivir la conciencia de pertenecer a Otro con resistencia y rebeldía. No es fácil aceptar que todo lo que uno ha logrado construir con esfuerzo - las cosa importantes (o que así lo creía) para la propia vida- la familia, el trabajo, las amistades... no logran dar la felicidad si no se viven con la conciencia de la dependencia de Otro. Pero del dramatismo de este vivir, de la angustia de la soledad, nace el deseo de cambio con la certeza de no poder salir de esta situación solo. Y entonces te das cuenta de que sólo una compañía a quien realmente le interesa tu Destino te puede ayudar a comprender, a elegir la vía a seguir. Esto es lo que me está sucediendo. Por primera vez mi vida, mi soledad, mi angustia no son desesperación y desaliento, sino que se convierten en ofrecimiento a Dios, con la certeza de una conversión. Por primera vez siento a Dios como un padre a quien le interesa el destino del propio hijo. Ahora sé que la compañía que me ha sido dada es el lugar de la misericordia y del perdón, del sostén y de la memoria. Doy gracias a Dios por esos rostros que me han sabido acoger por lo que soy y no por lo que siempre me he preocupado de ser. Esos rostros que en los momentos de desesperación no han sentido piedad, sino que han compartido mi dolor, han estado detrás de mi, a veces hasta hacerme daño, para ayudarme a volver a encontrar el sentido de la vida. Siento la alegría de no sentirme ya sola y de vivir sin tener miedo de amar. Ahora sé que no quiero ser considerada una mujer perfecta, «madura», sino una persona que con esfuerzo quiere ser ella misma y como dice don Giussani: «El hombre que verdaderamente quiere comprenderse a sí mismo hasta el fondo (...) debe estar dispuesto a afrontar su rostro con toda su inquietud, incertidumbre, debilidad y angustia». Quizás no dure mucho este optimismo mío porque 40 años vividos entre incertidumbres y dudas no pueden ser cancelados como por magia y porque la vida misma no será seguramente en el futuro toda del color de rosa. Pero ahora no me siento asustada porque tengo la certeza de que Cristo llevará a cumplimiento su obra sirviéndose de aquellos rostros que hoy forman parte de mi vida.
Carta firmada, Fermo
Fin de año chino
«Sin embargo, en la forma más dolorosa de la prueba (cuando Él no parece corresponder con lo que esperamos) se descubre el factor más grande de la educación: la atención a lo esencial, porque nos reclama a Él. Las pruebas son una educación a lo esencial». Estas pocas líneas que hemos leído en Tracce sintetizan nuestra experiencia de estos meses pasados aquí, en el extremo Oriente. De hecho entre dificultades de todo tipo, confusión y a veces incertidumbre, lo que ha salvado (y salva) nuestro tiempo aquí en Taipei, ha sido la gracia de una atención mayor a lo esencial, lo que ha sido definido como «algo que está antes». Esta conciencia nos ha acompañado y ha crecido durante los días transcurridos con los otros amigos de CL en ocasión del Fin de Año chino. Conciencia que nos ayuda a vivir con sencillez incluso cuando todo el resto parece indiferente.
Icio e Isa, Taipei
Un giro crucial en Ruanda
En el profundo dolor que siento por los hechos barbáricos y absurdos de Ruanda y Gulu, llega un juicio de CL: «Un giro crucial» (la hoja de juicio semanal de mayo, ndr). Esto nos conforta en la continua propuesta que hemos encontrado como camino para construir una realidad humana dentro de esta sociedad bárbara y absurda. Esto sostiene realmente, pero es sólo un milagro que suceda, es un acontecimiento. Estoy muy afligido por la fragilidad, precariedad, mezquindad de nuestra adhesión a lo que hemos encontrado... Por lo demás también esto hace evidente que el suceder, el permanecer de la Gracia del Movimiento es sólo un milagro. ¡Quiero presentar «Un giro crucial» en el próximo encuentro de la comunidad ruandesa en Jinja! ¡Será como proponer este juicio en Bosnia! Pero incluso si su verdad no es percibida por casi nadie, tiene una evidencia que sostiene nuestra vida. Y es verdadera y experimentable.
Padre Tiboni, Kampala
Milagro de cambio
Mi amistad con Carmelo empezó hace muchos años y continuó hasta el final de su vida terrena. Carmelo propuso a Osvaldo, cuando vino a vivir a nuestra casa, una amistad con el deseo de que pudiese encontrar la experiencia cristiana. Algunos días después de la muerte de Carmelo los hijos Osvaldo, Mara y Niccoló, empezaron a prepararse para recibir el Bautismo. El acontecimiento tuvo lugar la noche de Pascua, y todos nosotros que estábamos presentes lo vivimos con vibrante intensidad. Hemos sido testigos de cómo Osvaldo ha vivido la gracia y la tensión de lo que estaba sucediendo, expresado visiblemente en lágrimas de profunda conmoción que le caían mientras el sacerdote echaba el agua sobre las cabezas de sus hijos. Tuvimos después un momento de fiesta en las zonas comunes de nuestra casa con todas las personas que aquí viven y otros amigos.
Ha sido una sorpresa no prevista para Mara y Niccoló, dado que nadie les había avisado. Al final Osvaldo nos dijo: «No deseaba que se hiciese esta fiesta, por no perder la intensidad por el acontecimiento vivido, pero ahora comprendo en cambio que ha sido su prolongación. Ahora pido que la comunidad continúe acompañándome hasta el Matrimonio (religioso) y a ti Renato (uno de los hermanos de Carmelo que había llevado a los demás a la preparación de la fiesta) que me prepares la fiesta... Os doy las gracias a todos uno por uno, pero sobre todo a uno que no está aquí físicamente, pero que está presente. A través de él pasa lo que está sucediendo y cambiando mi vida... vosotros sabéis de quién hablo... de Carmelo». Nada más morir Carmelo, nació en mí el pesar por no haber sabido vivir más profundamente la relación con él. Ahora esta ausencia física está colmada de una conciencia más grande, dada por el hecho de que la amistad y la santidad de Carmelo pueden continuar actuando sobre mi vida y sobre la de tantos amigos a través de la decisión más convencida de un camino de santidad. Y entiendo que, si esta decisión es sostenida por un ámbito de fraternidad nos convertimos en espectadores del milagro de un cambio del corazón y de la vida.
Tristano, Buccinasco
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