Una lectura. Es el diálogo entre un cristiano y el comisario de un régimen totalitario (la ex-URSS). Pero su fruto no es la persecución. No hay necesidad de ello...
El comisario (bien intencionado): Compañero cristiano, ¿me puedes decir claramente de una vez qué sois los cristianos? ¿Qué es lo que todavía queréis en nuestro mundo? ¿En qué basáis vuestro derecho a la existencia? ¿Cuál es vuestra tarea?
El cristiano: Ante todo nosotros somos hombres como todos los demás, que colaboran en la obra de edificación del futuro.
El comisario: Lo primero me lo creo, lo segundo espero que sea así.
El cristiano: Desde hace algún tiempo, en efecto, estamos «abiertos al mundo», e incluso algunos de nosotros se han «convertido al mundo» seriamente.
El comisario: Esto me suena al lenguaje sospechoso de los curas. Sería, en efecto, todavía más bello si vosotros, «hombres como los demás», os hubiéseis convertido ya a una existencia digna de hombres. Pero vayamos a los hechos. ¿Por qué todavía sois cristianos?
El cristiano: Hoy somos cristianos maduros, pensamos y actuamos con responsabilidad moral.
El comisario: Eso espero, desde el momento en que os presentáis como hombres. Pero, ¿creéis en algo en particular?
El cristiano: Esto no es muy importante; lo que importa es la palabra de nuestro tiempo; el acento hoy recae sobre el amor al prójimo.
Quien ama al prójimo, ama a Dios.
El comisario: En la hipótesis de que exista. Y ya que no existe, no le amáis.
El cristiano: Le amamos implícitamente, de un modo no objetivo.
El comisario: ¡Ah!, vuestra fe, por tanto, no tiene objeto. Avanzamos. Las cosas se van aclarando.
El cristiano: No es tan simple. Nosotros creemos en Cristo.
El comisario: De eso ya he oído hablar. Pero parece que desgraciadamente se sabe poco de El desde el punto de vista de la historia.
El cristiano: De acuerdo. Prácticamente nada. Por eso, nosotros no creemos tanto en el Jesús histórico cuanto en el Cristo del kerigma.
El comisario: ¿ Qué tipo de palabra es esa? ¿Chino?
El cristiano: Griego. Significa la predicación del mensaje. Nosotros hemos sido alcanzados por el acontecimiento lingüístico del mensaje de la fe.
El comisario: ¿Y qué es lo que hay en este mensaje?
El cristiano: Lo importante es el modo en el que nos ha alcanzado. A uno le puede prometer el perdón de los pecados. Esta, en cualquier caso, era la experiencia de la comunidad primitiva. A ello le debieron inducir los acontecimientos relativos al Jesús histórico, del cual en verdad no sabemos lo suficiente para tener la certeza de que él...
El comisario: ¿ Y a esto denomináis vuestra conversión al mundo? Sois los mismos oscurantistas de siempre. ¡Y con semejante palabrería queréis colaborar en la edificación del mundo!
El cristiano (juega su última carta): ¡Tenemos a Teilhard de Chardin, que en Polonia causa una gran impresión!
El comisario: Ya la causamos nosotros. Para esto no tenemos necesidad de depender de vosotros. Pero es bello que también vosotros hayáis llegado hasta ese punto; sólo liquidad definitivamente todas las bagatelas místicas, que no tienen nada que ver con la ciencia, y entonces podremos discurrir entre nosotros sobre la evolución. En las otras historias no entro. Si vosotros mismos sabéis tan poco de ellas, ya no sois peligrosos. Con ello nos ahorráis una bala. Tenemos en Siberia campos muy útiles donde podréis demostrar vuestro amor por los hombres y colaborar válidamente a la evolución. Allí se aprovechará mucho más que en vuestras cátedras alemanas.
El cristiano (un poco desilusionado): Minusvaloráis la dinámica escatológica del cristianismo. Nosotros preparamos el futuro reino de Dios. Somos la verdadera revolución mundial. Igualdad, libertad, fraternidad: esta es nuestra tarea original.
El comisario: Es una pena que otros hayan debido luchar por vosotros. Por otra parte, no es difícil estar presentes. Vuestro cristianismo no vale un comino.
El cristiano: ¡ Vosotros estáis con nosotros! Sé que lo estáis. Tú piensas con honestidad, eres un cristiano anónimo.
El comisario: No seas insolente, jovencito. Aborta también yo sé lo suficiente. Os estáis liquidando vosotros mismos, y así nos ahorráis la persecución. Vete.
«Si la sal se vuelve sosa», fragmento tomado de Seriedad con las cosas. (Córdula o el caso auténtico), de Hans Urs von Balthasar,
Edit. Sígueme, Salamanca, 1968
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