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Huellas N.03, Marzo 1994

MÁS SOCIEDAD MENOS ESTADO

Libertad de construir

El documento de la Compañía de las obras con ocasión de las pasadas elecciones italianas

«El ideal de la democracia surge normal­mente como exigencia de unas relaciones exactas, justas entre personas y grupos. De un modo más particular, el punto de parti­da para una verdadera democracia es la exigencia natural humana de que la convi­vencia ayude a la afirmación de la perso­na. El espíritu de una auténtica democra­cia moviliza la actitud de cada uno en un respeto activo hacia el otro, en una corres­pondencia que tiende a afirmar al otro en sus valores y en su libertad».
(L. Giussani, Appunti di metodo cristiano, 1964)

Durante la última asamblea nacional de la Compañía de las obras («Persona, familia, sociedad) se propuso un documento que expresa un juicio y una preocupación por el momento actual del país. En el curso de la asamblea, concluida por el presidente Giorgio Vittadini, han intervenido entre otros, monseñor Dionigi Tettamanzi, secretario general de la Conferencia episcopal italiana, monseñor Luigi Giussani, monseñor Pero Pranyic,vicario de la diócesis de Sarajevo, fray Pierluigi Marchesi, prior del hospital San Giuseppe, Fabio Roversi Monaco, rector de la Universidad de Bolonia y profesor de derecho administrativo, los representantes del Sindicato de las familias y de Familias para la acogida, y empresarios y expertos de política fiscal y escolar.

La libertad de la persona y la posibilidad de una convivencia social en la paz, hoy están gravemente amenazadas.
Un nuevo «totalitarismo» estatalista pretende sustituir a la libertad de la persona, de la familia y de la sociedad y amenaza la vida de los particulares y del pueblo.
El Estado -es decir, el conjunto de aquellos que detentan más poder, con cualquier título-, con las excusa de organizar mejor, aplasta y sofoca la libertad que tienen los hombres de unirse para comunicar y poner en obra lo que creen necesario para una convivencia más justa, más libre y en paz. Hoy las leyes, los proyectos, los modos de acción y de comportamiento de la «fuerza pública», es decir del poder, parecen no tener en cuenta en absoluto la libertad de los particulares y de las asociaciones.
Cambian las banderas, se transforman las caras en la escena y, sin embargo, no se puede escapar de esta armaga constatación: «nada nuevo bajo el sol». Y hasta tal punto que tanta crueldad de batalla acaba por aparecer como la tapadera de la voluntad que tienen algunos -que se dicen «progresistas»- de sustituir a otros.
Hoy están realmente en peligro las oportunidades de la libertad social para todos.


Libertad de la persona y de la familia
El uso violento de los medios de comunicación, un cierto abuso de la justicia, los intereses de los potentados económicos y un nuevo estatalismo que se autoproclama progresista, condicionan todos los aspectos de la vida de la persona y hacen a todos menos libres.
Traer al mundo hijos y educarlos, en vez de estar favorecido, está penalizado por el sistema fiscal. Italia, en efecto, prevé deducciones irrisorias por los hijos y han reducido los assegni famigliari (ndt. cuota de incremento salarial por cada hijo) a insultantes medidas asistenciales.

Libertad de educación
El estatalismo del sistema educativo, más que garantizar a todos igualdad de oportunidades, descalifica la instrucción y hace que crezcan generaciones desorientadas.
La disponibilidad de las familias, de los profesores y de las asociaciones para realizar nuevas propuestas en el campo escolar y de la formación profesional tan necesaria hoy para cualificar los recursos humanos de nuestro país se mira con sospecha.
Único caso en Europa, Italia no reconoce el valor «público» de las escuelas libres y no garantiza igualdad de oportunidades ni a los estudiantes, ni a los profesores.

Libertad de expresión
Quien habla fuera del coro dominante, que busca «asegurarse el máximo de consenso por parte de una masa cada vez más condicionada en sus exigencias», es acusado de trabajar en contra de la democracia y, si es posible, se le hace callar.

Libertad de asociación
La voluntad de organizar res­puestas innovadoras «desde aba­jo» para los problemas asisten­ciales, de prevención y sanitarios, y de dirigir hacia ellas los ahorros de las familias; es mortifica­da por la absurda pretensión del monopolio estatal y de la voraz necesidad de financiar el fisco. La Constitución asigna a los «cuerpos intermedios» formaciones sociales libres, promovidas por los ciudadanos que se unen para ejercer sus derechos inviola­bles una función esencial que la legislación vigente mortifica y obstaculiza.
Hoy la iniciativa de los grupos y de las asociaciones está reduci­da a un voluntarismo sin ánimo y sin horizonte al margen del tejido económico-social. O bien está sirviendo a un moralismo que apoyo al Estado entendido como fuente última de consistencia para el actuar humano.

Libertad de trabajo y de empresa
El derecho al trabajo se le niega a muchos ciudadanos. Los trabajadores que quieren o que están obligados a cambiar de trabajo o los jóvenes que buscan su primer puesto de trabajo, están obstaculizados por barreras impuestas por una rigidez absurda de las normas laborales y por pactos inmorales entre los grandes monopolios públicos y privados y corporaciones organizadas.
Algunos grandes grupos quieren hacer pagar a los más débiles el precio de la crisis y de la restructuración industrial.
Las pequeñas y medianas empresas, las únicas que producen y mantienen oportunidades de trabajo, son miradas con desconfianza por el sistema bancario y apaleadas por una normativa confusa y de cargas fiscales insostenibles.
A una presión fiscal elevadísima y ante un desempleo que está más allá del 60% en el ámbito juvenil, los servicios para los trabajadores y las empresas no responden adecuadamente.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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