Cristo es... todo en todos. El encierra todo en sí mismo según la potencia única, infinita y sapientisima de su bondad - como un centro en el que convergen las líneas - para que las criaturas del Dios único no sean extrañas y enemigas las unas de las otras, sino que tengan un lugar común en el que manifestar su amistad y su paz.
San Máximo el Confesor, Mistagogía, 1
Intentemos imaginar el abrazo que la mirada de Cristo daba a todas las cosas: a los niños que jugaban, al pájaro que caía, a la florecilla del campo, a la mujer de la calle que estaba apartada... La miró durante un instante: fue un encuentro de miradas. Y la Samaritana y Mateo («Ven conmigo»). Pero Mateo no fue como el joven rico... El viejo usurero le siguió.
Masaccio, El Tributo (detalle)
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