La presencia del Movimiento en Polonia.
Una historia de unidad y sacrificio. Ni siquiera la descristianización galopante da miedo
Varsovia. Ni siquiera la descristianización que galopa veloz en el gélido noviembre polaco da miedo. Hay algo más fuerte: la unidad de los cristianos «apasionados por Cristo y por la Iglesia». Comunión y Liberación celebró, el sábado 20 de noviembre, en espíritu de gratitud, su décimo aniversario de presencia en esta tierra eslava. He aquí la crónica de este día que trae consigo la memoria de una historia breve y sin embargo densísima, cuajada en estos años, como está, de dramáticos cambios. Una cámara de video que quisiera tomar por imágenes el clima del mundo y el de los corazones, debería ilustrar los diez grados bajo cero a las puertas de la iglesia de Santa Ana, en el centro de Varsovia, y el calor trepidante de los quinientos jóvenes -y ya no tan jóvenes- en el interior de sus muros. Han venido de todas las partes de Polonia. Y se apresuran a reunirse alrededor del altar, donde preside la santa misa monseñor Edwuard Ozorowskí, obispo auxiliar de Byalistok, que desde hace años sigue el desarrollo del movimiento. Concelebran treinta sacerdotes. Y pensar que hasta hace poquísimos años los sacerdotes que participaban en la vida del movimiento en Polonia podían contarse con los dedos de una mano. Nos viene a la cabeza el sacrificio misterioso de don Zdzislaw Seremak, responsable de CL en Polonia, y el de don Francesco Ricci que sobre el lecho de muerte repitió: «Ofrezco todo».
El acto litúrgico es quien da el tono de esta reunión en la iglesia de Santa Ana. Pero hay un acento inconfundible que da forma cristiana a esta convocación; es el que comunican las palabras del mensaje enviado por monseñor Luigi Giussani.
Don Giussani comienza citando el juicio que los responsables polacos de Comunión y Liberación han trazado sobre la situación de su país: «Las fuerzas hostiles a Cristo trabajan con gran constancia e inteligencia para disminuir la importancia o mejor destruir la conciencia de Su existencia». Pero esto no desmoraliza ni puede convertirse en coartada para reducir el alcance total de la pretensión cristiana.
Escribe don Giussani: «La pasión por hacer de Cristo y por tanto de la Iglesia una realidad presente capaz de cambiar a los individuos y a las comunidades humanas, esto es lo que nos hace ser una cosa sola más allá de toda frontera y de toda lengua; nos compromete y continúa comprometiéndonos, como hermanos en tensión a compartir las necesidades materiales y espirituales con generosidad y constancia».
«Una cosa sola». Don Giussani comenta así el desarrollo polaco de CL respecto a todo el movimiento: «El camino de esta fraternidad es el trozo más hermoso de nuestra historia». Y vuelve a evocar: «De la memoria del encuentro con el padre Blachnicki y a la presencia de don Ricci, a la humildad y a la fuerte dedicación del padre Seremak, hasta al providencial y supremo encuentro con el genio del espíritu polaco en la persona de este Papa».
Hace diez años, concretamente en octubre de 1983, don Giussani, acompañado por don Francesco Ricci, encontraba, en un convento de religiosas de Olsztyn, ál primer núcleo de personas, dos sacerdotes y varios laicos que habían conocido y empezado el carisma del movimiento. Desde entonces el movimiento, también como denominación, comenzó su andadura y empezó a estar presente en Polonia. Pero si éste fue el comienzo de la historia, hay una prehistoria, una semilla inmersa en la tierra polaca desde finales de los 60. En Wroclaw, en la Cracovia del cardenal Wojtyla, en Lublino donde el padre Blachicki había dado vida a la experiencia de «Luz-Vida», don Ricci y otros con él, construyeron una realidad de amistad cristiana. De estas relaciones nació la idea del primer congreso internacional de los movimientos, que tuvo lugar en Roma en septiembre de 1981, y que fue promovido conjuntamente por «Luz-Vida» y Comunión y Liberación. Justamente en aquella ocasión, durante la misa celebrada en Castelgandolfo, Juan Pablo II dirigió, a los participantes en el encuentro, la célebre fórmula: «La misma Iglesia es un movimiento».
Volvamos a la crónica. Don Luigi Negri, uno de los responsables del movimiento, llegado a Varsovia para la ocasión, tuvo una asamblea en el teatro Palladium. Dijo: «Vivimos un momento triste: el hombre es inseguro y el pueblo está destruido.
El esfuerzo por eliminar a Cristo de la vida de los hombres destruye al hombre -como lo ha recordado el Padre de la Redemptoris Missio-. Sin embargo podemos repetir las palabras de Paul Claudel: "Vivo en el umbral de la muerte y una alegría inexplicable hay en mí''. Sí, nuestra vida es alegre en el encuentro con Cristo. Le hemos encontrado como acontecimiento vivo, en el rostro y en la fe de un hombre, le hemos encontrado en la compañía que ha nacido de esta mirada. El deseo de comunicar a Cristo a los hombres nos hace compañeros de todos los hombres». Es la invitación a la misión, con la que don Giussani concluyó su mensaje y que don Josef Adamowicz vuelve a leer y confía como tarea al movimiento en Polonia: «Pidamos a la Virgen también nosotros, para que esta historia, con la memoria que la hace fuerte y fecunda, sepa afrontar el siglo venidero en el protagonismo de una nueva evangelización». Al término de la jornada la comunidad polaca de CL envió al Santo Padre un mensaje de saludo y de gratitud.
Un encuentro que crea historia
Miércoles 9 de febrero, Varsovia. Nos encontramos para la Escuela de Comunidad y algunos quieren empezar ya, tienen en la cara la huella de algo que les ha pasado, no pueden callar. Han ido a Italia para el Consejo Internacional del Movimiento y han podido pasar unas horas con don Giussani y comer con él. Es impresionante ver a cuatro de tus amigos impactados por una presencia. Cada uno, según su carácter, viene impactado por este encuentro. Igual que Juan y Andrés, cuando encontraron a Cristo por primera vez, y después de haber estado con Él sólo algunas horas, haciendo cosas normales, tenían la certeza absoluta de haber encontrado al Mesías, ellos sólo con ver a don Gius, tenían la certeza absoluta de que a través de aquella persona pasaba la salvación de su vida. Era la primera vez que le veían. E igual que los primeros apóstoles, fueron enseguida a contarlo a sus hermanos y amigos, Krzysztof decía que este encuentro había sido la posibilidad de renovar el encuentro con cada uno de sus amigos de la comunidad de Varsovia. Don Giussani dice que dos que están juntos por Cristo son inevitablemente el inicio de un pueblo, porque lo que les ha puesto juntos es tan grande, tan justo, tan bello... que uno vive para comunicar a todos esta grandeza, esta justicia, esta belleza. Y estos dos encuentran a un tercero, y luego son diez, y luego cincuenta, y luego cien... y así crece la compañía. Porque sin este deseo de compartir el acontecimiento del que hemos sido y somos testigos, no puede ser verdadera la propia relación con Cristo.
Marta Graupera
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