El Regno corona la historia de Paul Gauthier, famoso sacerdote obrero, ahora autor de apócrifos. De la opción por los pobres, a la opción por los gnósticos
Paul Gauthier tiene casi ochenta años, y narra su vida y sus descubrimientos en Il Regno, que los publica con estupor admirado (n. 20/'93, pag. 638-641). Proponemos dos reflexiones: una sobre el itinerario de Gáuthier, la otra a propósito del periódico que recoge el testimonio.
¿Quien es Gauthier? Ha sido un sacerdote obrero. Ahora es un cultivador y propagador de los Evangelios gnósticos, que considera mejores que los cuatro canónicos, porque «abren un horizonte más amplio, más espiritual». Cuando era sacerdote obrero pasaba «horas y horas en adoración ante el Santísimo Sacramento». Ahora repudia todo este «sacerdotalismo». Y explica: «He tenido una iluminación». Así sucedió también hace más de treinta años: para seguir lo que había comprendido de los Evangelios, se trasladó a Nazaret, «para vivir como Jesús». Ahí se reunió con Myriam, iluminada por la misma intuición, que sería compañera toda la vida. Después partió de Palestina hacia Roma, donde dio a conocer su visión de una «Iglesia de los pobres» a los obispos del Vaticano II. Tuvo tanto éxito que Le Monde le definió «eminencia en la sombra del Concilio». Pasan los años y el mismo diario publica sus «mensajes» para los pobres y su mensaje contra el autoritarismo «para las comunidades de base».
Decisivo fue el acercamiento a los textos gnósticos de los primeros siglos. Del empeño social a un espiritualismo que licúa este compromiso en una universalidad confusa. «Mi iglesia-comunión es la humanidad, es el Espíritu»
¿Qué podemos decir de este recorrido? Que tiene una coherencia estratosférica. Gauthier apoya cada paso que da en una iluminación de la conciencia cuya clave sólo él posee. Primero considera la necesidad de vivir la pobreza, después se centra en la mística de los iniciados. Cree seguir la conciencia -¡fíjate tú!- y, sin embargo, de iluminación en iluminación termina por caminar según la dirección que marca la mentalidad dominante. Un poco como el gran director Bernardo Bertolucci: desde «Novecento», donde flamean banderas rojas, hasta la sabiduría de Buda. ¡Pero Cristo no es Buda!
Y ahora nos permitimos llamar la atención a los amigos del Regno acerca de su celo exagerado. No es necesario un filólogo para darnos cuenta que las palabras y el tono de la entrevista tienen el ritmo de una gran coronación. Paul Gauthier merece un gran respeto. En el campo de su religión universalista es sin duda un santo. Pero ponerse de rodillas de este modo nos parece preconciliar.
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