«Antes de la carrera tecnológica, eduquemos en un uso crítico de estas herramientas». Puntos fuertes y daños colaterales de la educación a distancia. Habla el sociólogo digital Marco Gui
«¿La enseñanza a distancia? Es una decisión adecuada para sustituir a la educación presencial durante la emergencia, con algunos aspectos positivos pero también con daños colaterales que, en su conjunto, ofrecen algunas indicaciones para el futuro». Marco Gui nació en 1977 y es profesor asociado en el Departamento de Sociología e Investigación Social de la Universidad Bicocca de Milán. Desde hace años se dedica, con estudios y publicaciones, a la “escuela digital”. Desde el privilegiado centro de observación que dirige, el Centro de Investigación y Bienestar Digital, dedicado a los medios digitales y la calidad de vida, intenta ver lo que ha sucedido y sus implicaciones para la vuelta a clase.
¿Qué ha sucedido? ¿Qué ha visto usted?
He visto un esfuerzo –encomiable, por cierto– por buscar soluciones de emergencia para mantener una continuidad didáctica y emocional. También he visto muchos problemas. Algunas investigaciones hablan de incremento en las desigualdades digitales, no solo por la falta de herramientas sino también porque muchos no tienen familias preparadas o dispuestas a seguir y motivar este trabajo. Aquí hemos visto la evidente falta de preparación de las familias, que en muchos casos también han tenido dificultades para gestionar el teletrabajo y las clases de sus hijos. Otros estudios muestran el gran aumento de accesos por parte de menores a contenidos explícitos, con poquísimas familias preocupadas por ello, que usaran dispositivos de seguridad para la navegación. También ha habido problemas relacionados con la hiper-estimulación y la fragmentación de contenidos. La educación a distancia nos ha demostrado que ser productivos en casa delante de una pantalla requiere competencias específicas de organización del trabajo.
¿Y los aspectos positivos?
Primero, se ha garantizado la continuidad de la enseñanza y de las relaciones. Segundo, se ha reducido el monopolio del smartphone para el acceso digital, que antes iba ligado a objetivos lúdicos o relacionales. Los alumnos se han encontrado haciendo videoconferencias, montando audio y video, escribiendo textos en el pc y gestionando hojas de cálculo, adquiriendo competencias en tareas complejas en el ordenador y en la tablet.
¿Y qué conclusión saca?
Que una educación a distancia siempre será menos –desde el punto de vista de la riqueza comunicativa– que estar en clase. Es cierto que no es igual para todos. Y que hay diferencias entre cargar materiales y tareas una vez a la semana sin más, y hacer clases online por grupos, propuestas interactivas y una comunicación más intensa entre alumnos y profesores. Esto puede sumar riqueza y ayudar a mantener una relación. Pero no es lo mismo que la “presencia”.
¿Qué cree que falta en comparación con la presencia?
La riqueza de la comunicación cara a cara es algo inmediato. La relación física es insustituible. Hay investigaciones de neurociencias que demuestran que la cercanía en clase es más potente a la hora de implicar y motivar a los chavales hacia un objetivo común. El hecho de estar juntos en un espacio físico, con una función y dentro de una relación, facilita la concentración, la atención y el aprendizaje.
Entonces, la educación a distancia está bien, pero solo en caso de emergencia…
No quiero decir que no haya que invertir en ello. En sí misma, no es una forma deseable, pero puede ser un complemento importante para estudiantes y docentes. Para tener una mirada crítica hacia las herramientas digitales. Por ejemplo, hay que saber que si propones un video de YouTube como contenido estás invitando a entrar en un ámbito comercial hiper-estimulante, con muchas propuestas de contenidos que distraen, pues se basa en las preferencias y hábitos de los usuarios. También hay que entender que muchas de las plataformas utilizadas para dar clase, propiedad de grandes empresas americanas, han recogido una enorme cantidad de datos de los usuarios. Aquí nos encontramos con el problema de un Estado que tal vez debería crear un sistema independiente de los grandes grupos internacionales.
Usted ha dicho que «hay que conocer bien los instrumentos», ¿está hablando de enseñar a utilizarlos?
Esa es la primera urgencia de verdad, antes que la carrera hacia la última tecnología. Sin duda, algunas actividades y competencias adquiridas durante el confinamiento con el uso de la tablet y el pc hay que mantenerlas. Pero es aún más urgente discutir en clase sobre lo que es Instagram: qué hay detrás, quién sale ganando, cómo funciona. O sobre cómo circulan las noticias y las fake news. Al volver a clase, yo daría prioridad a todo esto. Y lo debe hacer la escuela, acompañando también a los padres. Bienvenido lo digital como instrumento didáctico, pero precedido por una educación sobre su uso. Formar una mirada crítica, incluso con una tecnología limitada, puede hacer mucho más por nuestros hijos que las plataformas y la banda ancha.
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