Los jóvenes nos indican la dirección
El comienzo del curso es una esperanza para todos. Sobre todo, el modo en que vamos a retomar el trabajo educativo. Me pregunto: ¿por dónde volver a partir? Lo que veo a mí alrededor es una gran espera. En los jóvenes no veo lo que predominaba en los años anteriores: en lugar de la tristeza y la nostalgia del verano, veo que miran a los días que vendrán con la esperanza de poder volver a encontrarse. Ciertamente la escuela del confinamiento ha sido una escuela descafeinada; ahora se quiere volver a la verdadera enseñanza, que exige un mayor compromiso, pero en los jóvenes prevalece el deseo de verse cara a cara, de juntarse; no veo, en cambio, ninguna nostalgia de zoom o de meet. Me vuelve a la cabeza una frase muy repetida en los años setenta: «Quien vive se encuentra». Es el punto desde donde volver a partir. No bastan las reglas del gobierno y de las administraciones. Los jóvenes nos indican el método a seguir: no pelearse por unas u otras reglas, sino secundar el deseo que tienen buscando las razones de esta necesidad profunda del corazón. A este deseo de relacionarse con los profesores y los compañeros se puede responder también respetando las reglas; es más, se puede aprender una seriedad y una capacidad de iniciativa antes desconocidas. No me cabe duda.
Gianni, Abbiategrasso (Milán)
La belleza de la aventura educativa
Ha llegado la noticia de mi jubilación. No imaginaba que terminaría mi carrera como profesora de un modo tan anómalo y realmente insólito. Me hubiera encantado despedirme de mis alumnos con un abrazo, a uno a uno. ¡Paciencia! Como todas las cosas importantes, no he decidido yo la fecha de mi jubilación. Todos los momentos claves de mi vida nunca han sido el resultado de un proyecto mío: me topé con ellos a través de señales discretas a lo largo del camino, en primer lugar como sugerencias del Espíritu Santo, luego de familiares y amigos. Señales que podía seguir o no. Cuando me he adherido a ellas, ha sido siempre por una correspondencia que mi corazón advertía en seguida. Incluso esta última vez, lo que hice fue simplemente obedecer a la realidad: la realidad de mi situación física, que me pedía un mayor cuidado; la realidad de mi familia, que me exige cada vez más; mis múltiples compromisos en el ámbito social y la caridad que me pide compartir las necesidades de los más desfavorecidos. Es cierto que en los años más recientes ha ido extendiéndose un sistema que privilegia el rendimiento, los resultados y la reducción del conocimiento a la información, los procesos y las técnicas. Sin embargo, lo esencial en la enseñanza para mí es otra cosa: despertar el yo de los chavales a través de la relación educativa. En los dos institutos donde he dado clase, pero también fuera del instituto, en el marco más amplio de profesores combativos, he encontrado siempre aliados en vivir la belleza del camino educativo, de lo que estoy muy agradecida, y también he encontrado siempre un gran aliado en el corazón de los chavales. De la relación con ellos y de mi implicación educativa he madurado una visión muy particular. De entre los miles de chavales que he tratado durante treinta y ocho años de enseñanza, siempre, ante cada uno de ellos, me decía: «Si este chico ha aparecido en mi camino, no es una casualidad; es Dios que me lo ha dado». Todos, realmente todos, los he considerado como un don de Dio, por eso, como parte de mí de un modo definitivo. Y no importa si siempre he sabido tratarles bien o no, si el encuentro conmigo ha dejado una huella en sus vidas o no, si con algunos he perdido el contacto o con otros lo he mantenido durante treinta años; lo que ahora me resulta muy claro es que Dios me ha utilizado como cauce de Su vida, de la novedad y la verdad que todos necesitan. Él no se ha detenido nunca ante mis límites, mis resistencias, la dureza que yo le oponía, ni siquiera mis fracasos le han detenido. A la experiencia que encontré en el movimiento le debo la fecundidad que ha caracterizado todos mis años de enseñanza, una fecundidad absolutamente inmerecida, un don gratuito. Mis reflexiones y mis pensamientos ahora no se centran en balances, si he sido una buena profesora o no; lo único que me importa es si he acogido la mirada amorosa de Dios que, a través de mí, podía reflejarse sobre los chavales que tenía delante. Él es quien lo juzgará. A mí me queda un profundo agradecimiento a Dios, al movimiento y a cada uno de mis muchachos.
Graziella, Catania
El corazón no está en cuarentena
En Ecuador llevamos cinco meses de confinamiento por la emergencia sanitaria del covid-19. Durante este tiempo me invitaron a formar de la Diaconía. Una tarde, al final de una reunión, surgió la idea de tener un encuentro virtual (debido a las circunstancias) para compartir la belleza de la música, arte, poesía y fotografía. Teníamos nostalgia de nuestros encuentros habituales antes de la pandemia. Me adherí inmediatamente a esta propuesta, porque quería compartir la belleza de los cantos, que fue lo que más me llamó la atención cuando conocí el movimiento hace casi 20 años. Además, hace unos días me encontré, manteniendo dos metros de distancia, con una querida amiga: sentí el deseo de abrazarla y decirle cuánto la quiero, pero no lo hice y, cuando ella se fue, me sentí triste. Sin embargo, recordando la invitación que nos dirige don Giussani a abrazar nuestra humanidad, me sorprendí al darme cuenta de que mi tristeza era una oportunidad que se me ofrecía para ir al fondo de mi misma y de lo que es la amistad. Con el fin de armar la Noche de Verano, como decidimos llamarla, me pidieron que recogiera los aportes de las comunidades de CL que hay en Ecuador en tres ciudades distintas. Me veía muy libre de invitar a los amigos y a la familia, porque era como si en esa invitación estuviera toda mi vida, todo lo bello que el Señor me ha dado. Una amiga me expresó el deseo de cantar una canción y, para que sonara más bonita, necesitaba otro instrumento. Le propuse que ensayáramos juntas (virtualmente). Me sorprendió que, minutos antes de empezar la peña, le envié un mensaje diciendo: «Ofrecer al Señor lo mejor que tenemos esta noche es lo que salva nuestro gesto». El desarrollo de toda la velada fue hermoso. Me encantó también ver a los niños contando cuentos con toda su espontaneidad, verlos bailar con toda su libertad, a mi mamá y a mi esposo bailando en nuestra presentación: todos queríamos dar lo mejor que teníamos. La música instrumental fue hermosa, así como la apertura y la atención de todos, porque el corazón no está nunca en cuarentena. Hubo una exposición de pinturas sobre la relación afectiva donde se podía ver la luz que el acontecimiento cristiano irradia sobre la vida humana: Dios se hace hombre en Jesucristo y se hace compañero de camino a través de una compañía que te ayuda a ir al fondo de la existencia. Fue una noche donde la virtualidad no fue un impedimento para poder ver a Cristo y dar gracias de esta compañía. Kerly, Portoviejo (Ecuador)
Bajo la batuta del Director
Debido a la pandemia, este curso tuvimos la posibilidad de participar en varios encuentros de universitarios de toda Latinoamérica. Uno de ellos consistió en una peña que nos permitió compartir la pasión que muchos tenemos por la música. Al ver esto, quedé tan conmovido que al día siguiente empecé a proponerles a estos nuevos amigos hacer un tema juntos: Canción con todos. En el fondo, quería compartirles lo que aprendí en uno de los encuentros que tuvimos en Chile, a tocar y cantar teniéndolo a Él como horizonte, es decir, siempre con la pregunta: «¿Para quién lo hacemos?». El primero en responder fue Alejandro de Paraguay, a quien no conocía. Sin embargo, luego de varias conversaciones sobre la música, empezamos a compartir mucho más de lo que esperábamos. Así también, mis amigos Benjamín y Alejandra, de Chile, me sorprendieron ayudándome a pensar los arreglos, las partituras y todos los detalles necesarios para que los demás puedan grabarse. Todo se iba encaminando. Se conformó un grupo de WhatsApp con un coordinador de cada uno de los siete países que adhirieron a la propuesta. Mi asombro crecía cada vez más. En varios encuentros que tuvimos por zoom era impresionante la disponibilidad y el protagonismo que asumían estos nuevos amigos. Cecilia de Argentina aportó sus ideas para las imágenes del video, quien quiso mostrar de una forma más original nuestra experiencia en el movimiento y ante esta propuesta. También los arreglos instrumentales fueron tomando forma a partir de las ideas que cada uno comentaba en estos diálogos. Fuimos construyendo entre todos a partir de lo que teníamos delante. Durante dos meses, nos encontramos casi todas las noches a editar juntos el audio, un de los mayores regalos. Con Cecilia de Argentina, Alejandro y Joaquín de Paraguay empezamos a compartir mucho más que nuestro gusto por la música: los amigos, la facultad, las familias, las parejas y hasta nuestros dramas y dolores. Resultaba imposible quedarse con esta amistad sólo para nosotros, entonces comenzamos a invitar a otros amigos a vivirlo juntos. Para la edición del video contactamos con Maximiliano, de Paraguay, quien se hizo cargo de cada mínimo detalle y, al final, quedó tan prendado de esta amistad. Hicimos juntos un camino que nadie podíamos imaginar antes de la pandemia. Lo que más nos unía era nuestro deseo por entregarle todo a Él, a quien le cantábamos el salmo Non nobis Domine todas las noches. Pusimos todos nuestros talentos en Sus manos para que Él fuese el director y así sacó lo mejor de cada uno. La cuarentena se transformó entonces en una ocasión para que se despierte nuestro más profundo deseo de vivir. El haber descubierto que se puede vivir así, con tanta intensidad, nos impulsa a pedir que Él esté en todo lo que hacemos, no sólo en lo que nos apasiona, sino también en lo que nos cuesta.
(Canción con todos en https://youtu.be/BDtjePXFgQ)
Harry, Santiago de Chile
La tenacidad de Rahia
Rahia (nombre ficticio) es una chavalita egipcia de catorce años. La conocí en la “Isla de los deberes” (un centro de ayuda al estudio en Bresso, cerca de Milán, ndr.). Lo que en ella me llamó la atención enseguida fueron la sonrisa y la tenacidad: no conocía la lengua, pero se empeñaba con determinación en aprender, sin desanimarse. Así fue hasta el comienzo de marzo. Luego, con el confinamiento, se interrumpió la actividad. Un día, mi sobrina Silvia, que es su “profe” de Filología italiana, me propuso: «¿Por qué no ayudas a Rahia con el estudio? A final de curso tendrá los exámenes del segundo ciclo, y todavía le cuesta el italiano. Además, tiene proyectos ambiciosos para el futuro». Así se encontraron el hambre con las ganas de comer, su necesidad y mi deseo de ser útil, de seguir comunicando a los chavales la belleza que se puede descubrir en el estudio. Es lo que he tratado de hacer en todos mis años de enseñanza y, después, colaborando con el centro "La isla". Con Rahia, empecé quedando una hora a la semana por Meet. La clase iba del italiano a la historia, del francés a algo de inglés. ¡Qué espectáculo ver la constancia de esta chavalita que estudia con ahínco, sin cansarse! Llegó el momento de elegir el tema de la tesina para el examen. Rahia dijo en seguida que quería ocuparse de ecología. Silvia le sugirió que sería bonito llevar al examen una tesina sobre su país de origen. No hubo nada que hacer: tenaz en el estudio, tenaz en su decisión. En todo esto lo que me llamaba la atención era una palabra recurrente: deseo. Rahia deseaba ir al fondo de un argumento que la apasionaba. Uno de los últimos temas que habíamos tratado en nuestras clases online, era un artículo de Marina Corradi. En el lejano 1992, la periodista había contado su viaje a Amazonia a los lectores de Avvenire. El artículo evidenciaba la situación de los indios, obligados a vivir en las ciudades y las aldeas de los blancos, que los explotan, contrapuesta a la vida de las tribus en el corazón de la selva. Ya entonces el problema de la deforestación, los incendios, la contaminación del agua de los ríos, era grave. Pero lo que llamó la atención de esta chica fue la actividad de los misioneros: hombres y mujeres seguros de su fe, alegres, que no tienen miedo, que acompañan y sostienen a los indios, en el respeto a las personas y a su cultura. Entonces partió de ahí, y le resultó fácil conectar el resto de las asignaturas, cosa que hizo con pasión. En esta circunstancia, me ha parecido leer lo que dice Carrón en El brillo de los ojos: «Para captar a quien tenemos delante, la clave es mirar lo que desea». Al fina de su trabajo, Rahia me ha regalado una sonrisa, diciéndome: «Gracias. Estoy orgullosa de lo que hemos podido hacer juntas».
Carla, Bresso (Milán)
Tesis de licenciatura en Moscú
Moscú, final del curso académico 2020. Es el momento de leer la tesis de licenciatura, vía Zoom naturalmente. Elena, estudiante de la facultad de Teología en el Instituto ortodoxo San Filarete, presenta su trabajo. En la pantalla aparece la fotografía “Radio en la torre”, luego don Giussani con sus primeros estudiantes en el faro de Portofino, el auditorio del Meeting de Rímini, la presentación de El sentido religioso en la Universidad Estatal de Moscú, algunas imágenes de las vacaciones de algún grupo de Fraternidad. “El movimiento de Comunión y Liberación como forma de vida eclesial en la Iglesia católica" es el título de la tesis, que recorre brevemente la historia del movimiento y su difusión en Italia y en el resto del mundo, analiza su estructura, describe las obras nacidas de sus miembros, las actividades culturales y educativas, reflexiona sobre el lugar de los movimientos y de CL, en la vida de la Iglesia católica. Luego llegan las preguntas: «¿Cómo se explica la rápida difusión de este movimiento en un tiempo sin duda poco favorable para la Iglesia?». La respuesta de Elena se centra en dos puntos: la amistad que se vive dentro de la comunidad y la sencillez de la propuesta, es decir, la pasión por el hecho cristiano en sus elementos originales. Este último punto introduce también la respuesta a otra pregunta: «¿Qué es lo que caracteriza a CL respecto a otros movimientos cristianos?». Comunión y Liberación es esencialmente un movimiento de educación en la fe cristiana, una educación que no se acaba a una determinada edad, sino que continúa siempre, porque siempre se renueva y se profundiza. Elena cita al Escuela de comunidad como lugar educativo permanente, a diferencia de la tradición en la Iglesia ortodoxa que conoce, sobre todo, la catequesis para los catecúmenos. Por último, los agradecimientos de la candidata, en primer lugar, al Instituto Ortodoxo que le ha permitido estudiar y desarrollar este tema, luego a los profesores que la han acompañado y aconsejado en el trabajo, a los amigos del movimiento que le han ayudado. Pero estos agradecimientos se convierten en un verdadero testimonio de fe: Elena pertenece a un movimiento eclesial ortodoxo, la Fraternidad de la Transfiguración, y dice que el estudio del argumento de su tesis, la lectura de los textos y, sobre todo, la relación con los amigos de CL la han ayudado a profundizar en su fe y en la pertenencia a su movimiento. El día después, recibimos un mensaje suyo que acababa con estas palabras: «Mi oración y mi esperanza son estas: que mi trabajo sirva para la unidad de la Iglesia y a la continuidad de la comunión entre nuestros dos movimientos».
Elena, Moscú
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón