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Huellas N.01, Enero 1994

VIDA DE CL

En el origen del canto

Adriana Mascagni cuenta cómo han nacido los primeros cantos en el Movimiento

«Algunos han nacido por la noche, en una de esas noches donde ves tu nada y gritas. Alguno brotó poco a poco y nos lo encontrábamos allí, más grande que nosotros, sin embargo hablaba de nuestra esperanza, y no era mío o tuyo, sino que era mío y tuyo, hablaba de la belleza de nuestra unidad, era como un milagro». Adriana Mascagni cuenta las primeras canciones del movimiento. Se muestra sorprendida de que alguien vaya a hablar con ella para preguntarle sobre todo esto: son como hijas que muy pronto han empezado a caminar solas. Querida Adriana, no lo ocultes: tú eres autora junto a Maretta Campi de Povera voce, y eres tú quien nos la ha canta­do. Y de Miserere, Al mattino y ade­más de Non son sincera, La pietra, Grazie Signore ... ¿De qué vida han nacido? Adriana empieza: «No sé si son canciones. Son puntos expresivos de lo que nos sucedió entonces, al principio. Y cada principio contiene en sí mismo todo, como una semilla. Por eso, como sucede en las profecías, dicen la verdad de nuestra expe­riencia hoy. Pero no quiero teorizar. Prefiero decir que estas canciones han nacido para fijar momentos de expe­riencia auténtica, eran pasos de una verificación mía que era una verifica­ción común» !Qué tiempos aquellos! Dice Adriana: «Descubrimos que el cristianismo era la cosa más bella, más grande, más verdadera para cada uno de nosotros en medio de un con­texto que se estaba derrumbando poco a poco». ¿También entonces? «Pues claro. Era como una fachada que se estaba desmoronando. Había un for­malismo católico que no se pronun­ciaba ante nuestra desesperación, todo eran dogmas, verdades, deberes. Por lo menos supimos darle un nombre a aquella desesperación: era el aburri­miento, la inconsistencia de todo, cuando se decía "juventud quemada" se quería decir todo. Ahora esta desesperación no tiene siquiera un nombre ... De todas formas, a mí me ha sucedido una revolución. El cris­tianismo era algo nuevo, exultante». Adriana cuenta sus primeros pasos. Don Giussani era profesor de religión en un instituto de bachillerato clásico, una escuela privada, que no era el famoso Berchet. «Una amiga mía me dijo: vente conmigo a Gioventù Stu­dentesca. No sabía que tuviese algo que ver con Don Giussani. Ese día nos cruzamos, ambos sorprendidos. Él me dijo: "¿Qué haces aquí?". Y yo le respondí: "¿Qué hace usted?". Durante los primeros tiempos me limité a mirar. Únicamente observaba. Era curiosa. Veía que era una realidad increíblemente diferente de la reali­dad a la que yo estaba acostumbrada, pero yo siempre me quedaba al mar­gen. Hasta que me propusieron los ejercicios espirituales de semana san­ta en Varigotti, en el mar Ligure.

Había ya hecho muchos. Me dije a mí misma: éstos son los últimos.
¡Fueron los primeros! Tuve la clara intuición de que allí estaba la respues­ta global a todo y para siempre; ¡para
mí y para el mundo! Fue el momento de la alianza. ¿Puedo decirlo? De la conversión». ¿ Y las canciones? «Lle­garon de forma natural. Vengo de una familia de sólida tradición musical. Desde que era una adolescente componía canciones cortas, que no esta­ban mal. Los de GS las escuchaban de buena gana. Hasta que fui a las prime­ras vacaciones, a Penia di Canazei, y Don Giussani se enteró y quiso que divirtiese a la compañía con mis can­ciones de amor. ¡Allí se valoraba incluso aquella tontería! Y me pidió que cantase en la iglesia, durante la liturgia De la crudel marte del Cristo». Y las canciones que conoce­mos, ¿cómo nacieron? «Un día escu­ché en la escuela un disco con las canciones del padre Duval, que con el padre Cocagnac había inagurado otro modo de cantar a Dios: le llamaba de tú, con sencillez. Esto me hizo presa­giar que tal vez... Mientras tanto, entre nosotros, en GS cantábamos canciones de montaña o de los scout, como La Visaille y La traccia ... Para la litugia Don Giussani nos enseñó aquellas canciones que él había apren­dido en el seminario como Vero amo­re è Gesù, O Cor soave. También lle­gaban a nosotros los salmos en la ver­sión musical del padre Gelineau. No se cantaba ninguna canción sin que se nos explicase el significado. Descu­bríamos que cada palabra, cada sílaba estaba empapada de sentido: todo siempre era un enorme descubrimien­to. Cualquier frase musical se nos mostraba como expresión de un signi­ficado vivido, amado, compartido. Esto es: compartido. Una amistad así, con un significado. Dentro de esta comunión ha podido nacer Povera voce. La mayoría de las personas cre­ía que era casi imposible que una cre­atividad naciera de estar juntos. Sin embargo fue posible. Yo ya escribía canciones y sabía que Maretta Campi tenía un modo de escribir expresivo y fuerte. Le pregunté si podíamos hacer alguna canción juntas. No fue una colaboración externa. No es que ella escribiera las palabras y yo les pusiera música. Fue un modo de hablar juntas de lo mismo: así nació aquella can­ción». Sin embargo Povera voce no fue la primera canción. «En las vaca­ciones de Costalunga, en 1961, está­bamos todos juntos. Les dije que había escrito una canción. Y la canté. Y desde entonces he seguido adelan­te. Alguna vez sola, alguna vez con Maretta y Guido Clericetti. No dábamos mucha importancia a estas cosas: se hacían, era bonito hacerlas juntos». ¿Qué canción era? «Mio Dio mi cercavi?» «¿Qué querías de mí? No tengo nada que darte, no tengo nada apartado para Ti ... "Ofrécete a Mí". Se titulaba Comunione. Me habían dado una imagencilla, como se decía entonces, con las palabras de una poe­tisa francesa. Las reelaboré».
Sin embargo era una chiquilla... Como pureza poética Il mio volto es extraordinaria. «Recuerdo perfecta­mente cómo sucedió. Había una reu­nión. Era un período difícil para mí, de crisis. Recuerdo la experiencia de aquellos momentos, en que llegaron quellas palabras. He aquí lo que es una canción, lo que es una inspiración: es como ver, hay un momento en el que tú ves. Entonces lo expresas: pero no expresas algo como si fuesen elu­cubraciones tuyas, sino que es algo como un testimonio, como un recono­cimiento de una evidencia, esto es».
Háblanos de aquella reunión. «Había ido allí llena de mi vacío, no tenía nada, no era nada. Oí a Don Giussani hablar de Dios, de Cristo. Me di cuenta de que mi ser tomaba consistencia, que tomaba forma a medida que mi mirada se posaba allí. Me percaté rápidamente de aquello: aquel sufrimiento, y aquel acontecer».


SEGUIR EL CANTO
Recibimos y publicamos una carta de Pippo Molino
Hace un año, a petición de muchos directores de coro y coristas a los que dirigíamos el coro de Milán, planeamos algunos encuentros en los que inten­tamos contribuir, tanto en el sentido técnico-musical como en el de la moda­lidad de la experiencia. Estos encuentros se sucedieron durante tres años y en ellos intentamos realizar un trabajo lo más concreto posible, llegando en el último encuentro (Macerata, septiembre 1990) a dar lecciones-seminarios sobre varios aspectos del canto litúrgico. Después dejamos esta iniciativa, porque nos parecía que entre nuestro pequeño grupo que estaba llamado a enseñar y los otros había como una separación; teníamos, eso sí, ganas de aprender de una experiencia, pero la fórmula que habían adoptado pecaba de esquematismo, de consecuencia; en ciertos casos el encuentro peligraba incluso de ser usado como escusa para poner al propio servicio del canto de la comunidad. Por lo tanto, precisamente desde entonces hemos comenzado a referirnos de modo diferente a aquellos que nos pedían ayuda para la acti­vidad coral (música de los cantos, consejos sobre la ejecución etc). Hemos intentado implicarnos, en la medida en que la lejanía nos lo consiente, en aquello que nos guía y apasiona, es decir, en la experiencia de la identifica­ción con las razones y con las modalidades concretas que quien guía el movimiento utiliza para educar a través del canto. Así hemos empezado a invitar a aquellos que nos pedían ayuda a los ensayos en los que preparamos el canto para algunos de los momentos más importantes de la vida del movi­miento: la Semana Santa del CLU y los ejercicios de la Fraternidad. A través de esta modalidad nos damos cuenta de que está naciendo una amistad ver­dadera y realmente operativa entre algunos núcleos del coro (Turin, Padua, Chiavari, Nápoles por ejemplo): el signo de esta amistad es la capacidad que hemos encontrado entre nosotros de darnos consejos para los problemas más concretos y a veces difíciles que hay que afrontar (por ejemplo: la escasa seriedad en la participación de algunos coristas, o la decisión sobre el núme­ro de ensayos). Preferimos esta forma de relación, que hace partícipes a los demás de la experiencia de serie que nos encuentra implicados a nosotros los primeros, a seminarios musicales de otro tipo, porque a través de éstos es como si nos hiciésemos ilusiones de que aprendemos automáticamente por el hecho de que encontramos juntos, tal vez más numerosos que nunca, mientras que es siguiendo como se crece, como se hace historia.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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