Salvador de Bahía. Viaje por las favelas sobre agua. Dónde ya no solo hay rabia
Términos opuestos conviven en Salvador de Bahía: la riqueza de los hoteles de cinco estrellas y la miseria de las favelas donde de estrellas está hecho sólo el techo. Es un contraste que se observa en todas las megápolis brasileñas. Pero en Salvador de Bahía, con sus tres millones de habitantes, todo es evidente de un modo más dramático. Las barracas surgen de la nada incluso en el centro. Cualquier espacio libre, no ocupado aún por el «progreso», es bueno para construir abusivamente una choza.
Salvador de Bahía es famosa por otra cosa, ha sido el centro urbano y capital más antiguo de Brasil hasta 1763. Aquí surge de hecho, la única favela de Brasil construida por entero sobre el mar. Novos Alagados es un conjunto de palafitos precariamente construidos sobre un trozo de mar enterrado en una de las más hermosas bahías de la costa latinoamericana, rodeada por entero de un extenso bosque atlántico. El territorio de la favela está delimitado por una vía de ferrocarril que atraviesa el golfo: una franja de carriles querida hace tiempo por el ayuntamiento. Bajo el puente se encuentra la ciudad dormitorio de Novos Alagados, donde se alojan casi 3.500 familias con un total de 15 mil personas. La mayor parte de ellas viven en casuchas levantadas con materiales recogidos aquí y allá, por lo general planchas y maderas. Con la marea alta el terreno se transforma en un lodazal maloliente, un lago de arenas movedizas que a menudo se convierte en prisión mortal para los niños.
Es inútil decir que las condiciones de vida son miserables. No existe ningún tipo de estructura sanitaria. Sin servicios higiénicos ni alcantarillado los desechos se vierten directamente al mar, justo bajo los palafitos. No hay luz eléctrica ni calles que sean practicables. Las enfermedades y el hambre reinan por doquier. El clima, muy inestable, alterna sequía con lluvias torrenciales. El año pasado, además, una epidemia de cólera hizo estragos en la población. Son casi inexistentes los servicios fuera de las iniciativas que la Asociación de vecinos, con escasísimos medios, logra llevar adelante. Entre éstas una pequeña fábrica de granizados, el lugar más frecuentado por los niños.
A menos de un kilómetro se encuentra la otra cara de la ciudad, la turística, donde la población de veraneantes, proveniente de todo el mundo, goza de vacaciones en hoteles de fábula y en modernos rascacielos. Pero es como si se tratara de otro mundo. Desde allí la indiferencia hacia Novos Alagados y las demás favelas más cercanas al centro turístico es total. Los favelados son abandonados a sí mismos. A nadie le importa lo que les ocurra, ni siquiera al ayuntamiento.
Una respuesta concreta de la presencia
Pero algunos han empezado justo desde aquí, de los miserables de Novos Alagados. Hace tres años cinco amigos, todos brasileños y todos de CL, comenzaron a ir a hacer caritativa entre los favelados. Una presencia a partir de la cual pronto nació una guardería de dos pequeñas habitaciones que hospeda a unos cincuenta niños, desde los cero a los seis años, generalmente abandonados por sus padres. En resumen, con Don Giancarlo Petrini de Fermo y Don Stefano Volani de Rovereto, llegados hace algunos años a Salvador, hay una comunidad del movimiento viva (universitarios, jóvenes trabajadores y adultos), que empiezan a mirar a la ciudad.
Hace cinco años se les añadieron dos amigos italianos, Livio y Anna Michelini, que vivían en Belo Horizonte y que se encuentran en Brasil desde hace nueve años. Livio es licenciado en Físicas y Anna en sociología. El AVSI (Associazione Volontari per lo Sviluppo lnternazionale) les confió el estudio y la realización de un proyecto de saneamiento de la favela. Los dos tienen ya experiencia en este campo. Desde 1982, de hecho, se han dedicado a los primeros proyectos de urbanización de las favelas de Belo Horizonte.
La idea del traslado a Salvador de Bahía ya había sido propuesta hacía cinco años cuando el cardenal de Salvador de Bahía, Lucas Moreira Neves, encontrándoles dijo: «En nuestra diócesis también se necesita de un hecho significativo para la Iglesia, de un testimonio de lo que una presencia cristiana -que se haga responsable- puede hacer como obra concreta en las condiciones más adversas».
El cardenal, Primado de Brasil, había visitado Sao Paulo, Rio y Belo Horizonte y había quedado impresionado favorablemente por todo lo que Livio, Anna y sus amigos habían realizado en las favelas sin necesidad de recurrir a ninguna forma de asistencialismo, sino simplemente acompañando a los favelados en su trabajo.
Ahora, aquella sugerencia discreta, que el Primado hizo a los dos italianos, se está haciendo realidad. «Se han necesitado cinco años -cuenta Anna- para poner en marcha el proyecto de saneamiento y de desarrollo de Novos Alagados». La presencia en esta favela de los cinco de CL carioca, en caritativa cada semana, ha permitido conocer una realidad muy dramática. Con la ayuda de la diócesis y la disponibilidad del ayuntamiento el AVSI se ha puesto manos a la obra.
No había proyectos previos sobre cómo hacer más humanas las condiciones de vida de una favela construida sobre palafitos. Sin embargo se contaba con la presencia de Antonio (Lazzaro) y Vera Lazzarotto, él pescador y filósofo veneto, ella pedagoga carioca (de Rio de Janeiro) que viven desde hace dieciséis años en Novos Alagados y que junto a la Sociedad 1 de Mayo -la Asociación de los habitantes de la favela- luchan para mejorar las condiciones de vida. Con ellos brota en seguida una amistad en la fe y a la vez un compromiso por el proyecto. Livio y Anna empiezan así su trabajo encontrando a los favelados. Se ponen a su disposición para las necesidades más urgentes. Sólo en un segundo momento proponen a los habitantes trabajar juntos para reconstruir la favela. Pronto se hacen amigos y es fácil vencer la desconfianza casi natural de los favelados. La propuesta gusta en seguida «no tanto porque la juzgan como un buen plano de acción -afirma Anna sino porque han comprendido que su vida no es inútil».
El trabajo es mucho. Hay que redefinir la fisonomía del barrio y reconstruirlo. Para esto es necesario conocer más a fondo la realidad social y física de la favela. Se empieza así con el levantamiento topográfico del área y el censo de los habitantes. Un curso de formación predispuesto por el AVSI prepara a veinticinco favelados que van a los palafitos para recoger datos sobre la población residente. El mapa de la zona y el censo permiten también realizar el proyecto urbanístico del nuevo barrio y, más adelante, asignar de forma equitativa un trozo de tierra a cada familia sobre el que construir la propia casa. El proyecto realizado por el AVSI con permiso de las autoridades civiles de Salvador de Bahía, pretende regular la vida dentro de la favela de forma legal. De modo que, una vez realizado el proyecto, los habitantes poseerán la tierra de la que ahora todavía son «invasores».
Actualmente en el proyecto de AVSI, que ha obtenido el permiso oficial en septiembre del año pasado, participan cerca de ciento treinta favelados.
Los voluntarios de AVSI y los favelados se comprometerán en un trabajo común durante otros dos años. Ya se ha hecho mucho, muchísimo queda todavía por hacer. El objetivo -hasta hace poco ha sido considerado imposible por las autoridades públicas- es el de hacer habitable el hacinamiento de Novos Alagados dotándolo de infraestructuras esenciales: luz eléctrica, agua potable, servicios higiénicos y después escuelas, centros de acogida y casas en el lugar de los palafitos. En Novos Alagados ya todos conocen el AVSI. Los niños de la guardería hablan italiano y saludan a todos con un italianísimo «buongiorno». Poco a poco el proyecto de urbanización del AVSI está transformando una de las favelas más pobres de Brasil en una aldea humana, donde todos -aunque pobres- pueden vivir con dignidad.
Entrevista
El presidente de los favelados Antonio Lazzarotto, presidente de la «Sociedade 1 de Maio», la Asociación de los habitantes de Novos Alagados
Tu nombre no deja lugar a dudas: eres italiano...
Italianísimo. He nacido entre las montañas de Valsugana.
¿Qué haces en Salvador de Bahía, en una favela?
Estoy aquí desde hace 18 años. Pero no parece que haya pasado todo este tiempo. La vida está pasando casi corriendo, intensa por los acontecimientos, realizaciones y encuentros.
¿Qué es lo que te hace vivir así, en circunstancias tan extremas?
Desde que llegué me puse a servir. Los hechos, las personas, las circunstancias y la búsqueda del Dios vivo han sido mi guía sobre todo en las horas oscuras y difíciles.
¿Y qué es la Asociación de los favelados?
Nuestra asociación nació hace 15 años. Reúne y representa a la mayoría de los favelados de Novos Alagados. Y en todos estos años la Asociación ha hecho todo lo posible. Con pocos medios a nuestro servicio hemos intentado mejorar nuestras condiciones de vida. Un gran deseo que siempre ha encontrado, sin embargo, cerradas las puertas del Estado y de los entes públicos.
¿Cuándo empezó a cambiar algo?
Hace cinco años, en 1988. Encontré a Livio y Anna Michelini, antes no les conocía. Se abrió entonces una nueva perspectiva en nuestro caminar por el barrio de Novos Alagados. Y con ellos nació, además del proyecto de saneamiento de la Bahía, una gran amistad y una estima por todo el movimiento.
¿En qué punto estamos ahora del proyecto del AVSI?
En este momento estamos viviendo con la ansiedad de un parto. Por una parte podría realizarse el gran sueño de la población de Novos Alagados, tener un día una casa digna y en tierra firme; pero por la otra están surgiendo mil dificultades.
¿De qué tipo?
Las acciones concretas se demoran porque los intereses políticos, las vanidades personales y ahora también los ambientalistas, los más ideologizados, nos ponen continuamente la zancadilla.
¿Conseguirán pararos?
No. Las dificultades como siempre unen. Toda la comunidad está movilizada en el proyecto y todos dan lo mejor de ellos mismos. Entre nuestra gente se da también una insólita alegría porque creen que la casa que estamos construyendo es obra del Reino de Dios, y no obra nuestra.
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