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Huellas N.01, Enero 1994

CULTURA

El salto de la libertad

Raffaello Vignali

Casualidad, evento, libertad, racionabilidad. Son palabras que permiten introducirse en la comprensión del cristianismo. Conversando con un gran pensador, al «descubrimiento» del misterio de la libertad. Entrevista a Cornelio Fabro

Don Cornelio Fabro, conocido en Italia y España, sobre todo por haber dado a conocer el pensa­miento de Sören Kierkegaard, a pesar de haber sobrepasado los ochenta años, tiene todavía la mirada y la pasión de un cha­val. El pasado 21 de octubre sostuvo una conversación en el Centro cultural «Enrico Man­fredini» de Bolonia. El tema era «Decisión para la existen­cia». Hemos aprovechado la ocasión para dirigirle algunas preguntas.

En una reciente conversa­ción entre responsables de Comunión y Liberación se tomó como punto de partida una frase de Severino Boecio: «El nacimiento de Dios hom­bre, si bien no estuviera pre­visto ni fuese previsible por el hombre, en cualquier caso es razonable, porque revela un orden de razones y de cosas antes ignorado». ¿Puede comentarla?
Hablar de casualidad tiene sentido para usted y para mí, pero no en el engranaje total, el mundo de la Providencia. En este sentido, el nacimiento de Dios hombre está, por tanto, cargado de racionalidad, inclu­so aunque a nosotros pueda no parecenoslo. A menos que la casualidad no se resuelva en racionalidad. Por tanto la casua­lidad no es que sea irracional, como para Aristóteles, como para los griegos; no es que sea racional, como para Hegel: entra dentro de la racionalidad.

Por tanto, incluso el encuentro con Cristo corres­ponde a las exigencias de la razón...
El encuentro con Cristo, que es la historia de todas las con­versiones, este encuentro con Cristo, a quien no conoce la fe e le muestra como una casuali­dad. Pero quien vive de la fe puede penetrar el tejido de inci­dencias, de conveniencias... y entonces la casualidad se con­vierte en algo razonable. No «racional». Se convierte en razonable. Y lo razonable emerge de las circunstancias presentes a usted y a mí. Lo racional, por el contrario, per­tenece a la estructura del Todo. Por tanto, lo racional, a fin de cuentas, es un atributo también teológico. La frase de Boecio explica, a través de la conver­gencia de todos los factores, lo que se deduce en línea lógica. En el campo existencial no se da la lógica, sino el imprevisto. No diría ni siquiera la casuali­dad, incluso si la casualidad constituye una primera etapa que después -revisada, estudia­da, profundizada- revela que no es una casualidad, sino conver­gencia de factores que revelan un designio más grande.

¿Puede explicar un poco más la cuestión de la raciona­lidad y del imprevisto?
Cuanto más se profundiza, más se reflexiona, más se bus­ca, bajo un cierto aspecto, más se avanza en la racionalidad del Evento. Pero el Evento históri­co, el Evento del que parte el Espíritu, por sus decisiones trasciende la historia, emerge sobre la historia. Si todo obede­ce a un plano geométrico, ten­dría razón Spinoza. Y sin embargo no: San Pablo, camino de Damasco, descompone todo el orden de su vida. Y no es él quien lo descompone, sino Aquel que le habla. Son cues­tiones bellísimas... Llegar a estructurar una teología exis­tencial, la cual tiene por funda­mento el misterio de la liber­tad...

Detengamonos un instante en esto...
Kierkegaard, en El ejercicio de Cristianismo, afirma que ha sido el Cristianismo el que ha traído libertad al hombre. La libertad, esta elección radical, trasciende la racionalidad. Por tanto tenemos una zona que no es racional ni irracional. Se hace racional después de la elección. El hecho de que, mediante la libertad, nosotros trascendemos todo el tejido de las condiciones presentes actualmente indica el emerger de la libertad, la cual trasciende a racionalidad, porque es más racional que la racionalidad: la supera, pero conservando la positividad. Esto es lo que Kierkegaard llama «el salto», un salto sui generis. No un salto en sentido rectilíneo.
Es un salto como trascen­dencia, como inicio de una nue­va posesión.

Normalmente, cuando se habla de transcedencia, esta palabra se usa como sinónimo de irracionalidad y de fuga de la realidad...
Trasciende el momento pero, como dice Kierkegaard, viene del momento. Viniendo del momento incluye una racionali­dad. Por eso la libertad es un acto sumamente razonable. Mediante la libertad, la razón inicia un nuevo camino de la libertad. Porque cada uno de nosotros, en el acto de la deci­sión, trasciende el tejido de las condiciones pre­sentes, las supera con una toma de posición original. Esta toma de posi­ción original gene­ra el empeño por organizar el futuro en una nueva dimensión, por cre­ar una nueva inten­cionalidad. El ini­cio no es racional, es trans-racional, super-racional: es un inicio que reali­za «una ruptura» y, como bien dice Kierkegaard, gene­ra la novedad de la existencia.

Kierkegaard, en La enfermedad mortal, afirma que sin este acto de libertad no hay «yo». Y que por eso todos están desesperados.
La libertad exige la decisión. La decisión es el punto de lle­gada y a la vez de realización de la libertad, la estabilización de la libertad. Pero estabiliza­ción no en sentido estático, sino en el dinamismo hacia el fin último, hacia la cualificación de la persona, la realización de la persona. Mire, el hombre es la cosa más grande, más hermene­úticamente compleja y más hermeneúticamente fácil.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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