Las comunidades de don Gelmini no aceptan que sea el Estado el que dicta los contenidos y los métodos sobre la obra educativa y de asistencia. Mejor pobres que «desnaturalizados». Por el bien del necesitado. Intervención de don Giussani
«Hoy se está dando lo que me temía hace quince años cuando decía: llegará un día en que el Estado, a cambio de un puñado de dinero, nos impedirá ser operativos. Antes que meterme en este túnel -no se ofenda, señor Ministro- prefiero seguir haciendo como hemos hecho durante muchos años: con las promesas de los ricos y de los políticos y con el dinero de los pobres». Estas son las palabras de apertura del XII Congreso de la Comunidad Encuentro celebrado en Amelía del 7 al 10 de Octubre, pronunciadas por don Pierino Gelmini ante el ministro de Asuntos Interiores Nicola Mancino. El tema del congreso era «Sed de justicia. Voluntariado católico: compromiso y perspectivas». Hablando de la experiencia del voluntariado en Italia, don Gelmini se ha lanzado contra la «filosofía laicista de la asistencia» que «tiende a sustituir la propuesta evangélica del buen samaritano por la puramente material del posadero. De tal modo, que, al final, el buen samaritano pudiese también desaparecer ya que lo importante es que exista la posada». Y ha señalado también a los responsables cuando ha afirmado que «nuestro país sufre de un gran complejo: siendo un país católico, en Italia se siente el deber de demostrar que se es muy laico, por lo que los grandes instigadores del laicismo son precisamente los católicos en el poder». Un voluntariado propositivo, y no tapa-agujeros o suplente de los incumplimientos del Estado, no acepta esconderse bajo los esquemas de la institución pública. No acepta tener que emplear buena parte de sus recursos en esperar las largas dilaciones burocráticas de las instituciones encargadas de la asistencia, ni estar sujeto a criterios operativos impuestos que no tienen en cuenta la propuesta educativa en acto. «Ante un intento de aniquilamiento de una realidad como la nuestra», ha dicho don Gelmini, «yo me declaro dispuesto a renunciar a cualquier forma de pacto, aunque esté ya acordado, con las instituciones públicas a cualquier nivel. Pretendemos ser ante todo reconocidos por el papel educativo que desarrollamos». Una propuesta chocante, que ha suscitado la perplejidad de muchos, también entre los operarios del voluntariado, poco propensos a tener que renunciar a los millones que el Estado se ha comprometido a dar y que aún debe a las comunidades. No se ha echado para atrás la Ministra de Sanidad, Maria Pia Garavaglia, ante esta alternativa. «Suscribo, y lo hago como ministro -ha subrayado- las críticas, las protestas y las propuestas, incluida la de la ruptura total de las relaciones, hechas por don Gelmini». Y ante dos mil jóvenes de la comunidad, gobernado es civiles, altos magistrados y personalidades políticas italianas y extranjeras, se ha comprometido a reabrir el diálogo interno en una mesa de negociaciones que vuelva a discutir el convenio marco entre el Estado y las comunidades terapéuticas.
Se ha comprometido también a preparar leyes de financiación para las curas residenciales a los enfermos de sida, es decir, a sostener económicamente a quien tiene el hijo enfermo en familia, en comunidad o en servicios en el territorio. Una seria alternativa a la única solución del asilo hospitalario. Pero en Amelía no se ha hablado sólo de convenios. Don Gelmini ha encontrado un aliado, quizás no del todo inesperado, en Marco Pannella ( diputado del Partido Radical): «Digo que es una blasfemia confiar al poder la salvación de las almas y de los valores. Sobre el voluntariado católico puedo decir que confío en lo que se está haciendo aun cuando no se tengan convicciones comunes. No es el camino de la constricción lo que puede abrir a la libertad y al amor». El Estado por tanto, según Pannella, debe limitarse a poquísimas reglas que tutelen a todos. No es limitándose a ser simples servidores del estado como se resuelven los problemas. Don Giussani, después de haber entrado del brazo de Gelmini, en el salón de Amelía ha dicho: «Don Gelmini es capaz de sacar a la luz lo mejor que hay en nosotros. A su lado uno se siente más intensamente hombre». Y ha concluido: «Una madre procreando pone a su hijo en la posibilidad de los más atroces dolores; sería un delito hacer nacer a uno si no existiera la felicidad, que es un cumplimiento y una satisfacción sin fin y en todo. El corazón de don Gelmini es más profundo de lo que vemos, es el corazón de Cristo. En su obra confirma la bondad con la que vuestra madre os ha hecho nacer. Debemos participar en su genialidad hacendosa, operativa y religiosa». Una llamada a la que don Gelmini inmediatamente ha respondido: «Que nuestro trabajo sea uno, don Giussani. Tú maestro y yo peón».
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