La diferencia está entre quien tiene el problema de justificarse y quien ama.
Los primeros son chacales de los valores, los otros hombres libres
¡Orugario!
¿Qué sabemos nosotros de la libertad? Nada. ¿Que tu hombre se ha definido como un «hombre libre»? Deja que lo diga. De hombres libres no entiendo nada. Los hombres libres son los amigos de los santos, ¿es así? Lo que sí sé es que incluso el hombre más libre tiene sus problemas, quiero decir que no siempre es libre. Yo entiendo de moral, de cosas que hay que hacer porque hay que hacerlas; yo entiendo de formalismo. ¡Adoro el formalismo! Toda virtud tiene su lado formal, tan sólo hay que descubrirlo. Hay, por ejemplo, quien está obsesionado por la puntualidad, pero tan sólo porque es de su gusto. Hay quien predica el uso austero del dinero, pero simplemente porque es un avaro. Hay quien afirma el valor sagrado de la familia, pero porque le gusta estar cómodamente en casa o porque ha elegido esto en su corazón y poco a poco lo va plegando todo a este modelo. También está quien hace el chacal. Todos los hombres ante la moralidad tienden a ser chacales. O sea, no parten de los valores que afirman, sino que usan los valores para justificar sus intereses particulares. Esto lo puede hacer cualquiera, independientemente de la función que desempeñe. Yo miro a las almas, Orugario. ¡ Sube tú también a las cimas de los montes y míralas desde lo alto!
Hay algunas almas sencillas que aman estar siempre en compañía de lo que aman. Hay otras en las que prevalece el afán de autojustificación y la burocracia -incluso si son artistas o poetas. La burocracia está en el fondo del corazón, Orugario. Yo no sé lo que es la libertad. Veo que hay hombres que tienen el problema de justificarse y hombres que no tienen este problema.
Hombres que viven próximos a lo que aman y hombres que, en el fondo, han decidido apreciarse solo a sí mismos y usan la fe y la compañía que se la hace presente para este fin.
Lo curioso es que casi nunca se dan cuenta, o se percatan únicamente cuando les sucede a otros. Si mi olfato no me traiciona tu hombre pertenece a esta segunda categoría. Si es así, ve y ataca. Más no quiero decirte.
Semper tuus, Escrutopo
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