Por qué, es la pregunta que muchos se hacen al conocer la obra del padre Marino con los inmigrantes de Brooklyn. Cuenta a Litterae su pequeña gran historia. Y Cristina, una amiga nuestra que colabora en esta obra, nos ha escrito...
Desde el 16 de marzo, vivo en Nueva York con dos amigas: Bárbara y Lorna. Desde hace cuatro meses Bárbara y yo trabajamos en el servicio pastoral del Catholic Migration Office de la diócesis de Brooklyn dirigido por el padre Ronald Marino.
El 6 de junio de 1993 la prensa americana dio noticia de un barco, el Golden Venture, que se averió durante la noche a pocos centenares de metros de la Rockaway beach (Nueva York). Era un barco chino, rebosante de boat people, que habían huido hace seis meses de la provincia China de Fuk Ching, con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida en la todavía mítica América. De los 276 prófugos, debido a la imposibilidad de acceder a la orilla de otra forma, cien de ellos se lanzaron al agua y ocho murieron a causa de la gélida temperatura del Atlántico. La policía del puerto, habiendo divisado el barco, intervino deteniendo a los clandestinos. Se dice que cada semana llegan a América cientos de personas, las cuales, cuando todavía se encuentran en aguas internacionales, utilizan pequeñas embarcaciones para poder acceder a los Estados Unidos a través de vías «seguras». Cuando al padre Marino le llegó la noticia de los 276 clandestinos, convocó a los componentes del departamento legal y del departamento pastoral para evaluar la emergencia y las medidas de intervención. Decidieron ir al lugar de detención donde los chinos habían sido trasladados, y ofrecieron sus representantes legales a quienes los necesitaban. Durante cinco días, los abogados se turnaron delante de la cárcel intentando encontrar a los prisioneros, sin poder lograrlo. Una gran masa de periodistas, abogados, oficiales de inmigración permaneció delante de la cárcel durante largas horas. Viendo al padre Marino con sus abogados, algunos periodistas se les acercaron y preguntaron: «Padre, el 99% de estos boat people no son católicos, entonces ¿por qué Ud. llegó entre los primeros para ayudarles?»; y él les contestó: «En efecto, yo no he venido aquí porque ellos sean católicos, sino porque nosotros somos católicos.» La noticia apareció hasta en las columnas del New York Times.
Para mí, esto indica dos cosas importantes. Ante todo que yo no me muevo por razones ideológicas, sino porque sigo a Cristo según toda la razonabilidad de mi fe, llena de pasión por el hombre. En segundo lugar, cuando yo me muevo no es sólo un pequeño individuo el que actúa, sino es la Iglesia entera, el cuerpo al que pertenezco, y que al mismo tiempo constmyo con el riesgo de mi vida.
Cristina
La Oficina Católica para la inmigración de la diócesis d Brooklyn, la más grande de los Estados Unidos, coordina el trabajo legal, social, educativo y catequético para ayudar a los millares de inmigrantes que se acercan a pedir asistencia. Brooklyn, aun siendo la diócesis más pequeña de los Estados Unidos desde el punto de vista territorial, es la mayor como población. El ochenta por ciento ha nacido en el extranjero. Miles de personas llegan cada años tanto legal como ilegalmente. Para dar una idea del fenómeno, basta pensar que sólo de italianos llegan 350.000 al año con fines turísticos o de estudio, y no vuelven a su patria más de 50.000, haciéndose clandestinos. Hay inmigrantes procedentes de más de 127 países diferentes, que hablan 44 lenguas distintas; el ochenta por ciento de ellos se dice católico; en 186 parroquias de la diócesis la liturgia se celebra en 18 idiomas distintos. Este es el desafío para la Iglesia de Brooklyn.
El Padre Marino fue ordenado sacerdote hace veinte años, desde hace trece está comprometido en este particular servicio eclesial. Cuando se le pidió trabajar en la Oficina Diocesana para la inmigración no quería hacerlo. No quería sentarse detrás de un escritorio de la curia a firmar cartas. En cualquier caso obedeció. «Lo interesante -nos cuenta el Padre Marino- es que hasta el momento en que acepté trabajar con los inmigrantes y prófugos no supe lo pequeño que era "mi" mundo respecto al mundo. En toda mi vida, hasta aquel momento, había conocido gente procedente de Pakistán, de la India, de Togo, etc ... Tranquilamente, pensaba que la Iglesia Católica era tan pequeña como mi cabeza y mi experiencia habían delimitado. Mi visión de la Iglesia ha cambiado, y no sólo por haber encontrado más personas de las que habría podido encontrar trabajando en una parroquia, sino porque al hacer este servicio particular he encontrado la Iglesia y Cristo de un modo que no sabía ni siquiera que fuera posible». ¿En qué sentido? «En el alma de inmigrantes y prófugos que encuentro, veo una expresión de fe que revela su total dependencia de Dios. Estas personas llegan a una gran ciudad como Nueva York, no hablan inglés, no conocen nuestras comidas, no saben usar el dinero, lo único familiar que existe para ellos es la Iglesia Católica. Cuando entran a rezar en una iglesia, están en su casa. Pero no son sólo los católicos los que se dirigen a nuestra oficina, también se acerca gente de otras confesiones porque sabe que se puede fiar de nosotros. Además, los inmigrantes y prófugos traen a la Iglesia Católica americana, una de las más jóvenes del mundo, una espiritualidad, una devoción, un conjunto de prácticas de culto y de expresiones de fe que antes, me eran totalmente desconocidas».
El Padre Marino conoció Comunión y Liberación hace cuatro años en Italia. Desde hacía tiempo estudiaba los movimientos porque «estaba seguro que para un realidad como la de la Iglesia americana era necesario algo que atrajese a los jóvenes. Y un movimiento me parecía la mejor respuesta. Al principio pensaba que CL se reducía a un programa y sin embargo descubrí más tarde que es un modo de vivir, más aún, es un desafío al mundo, el desafío de Cristo. Nuestra tarea como sacerdotes es la de mostrar la acción de Cristo en las personas, pero luego es necesaria una compañía. Aquí, en América, cuenta "lo que haces", no "lo que eres", por lo que sólo es importante tu trabajo. Es desde ahí desde donde hay que empezar».
Más tarde tuvo lugar un encuentro con la comunidad neoyorquina y este año la llegada de Bárbara, Loma y Cristina de los Memores Domini. «Tras el encuentro con la gente del movimiento cambié mi modo de trabajar con los inmigrantes: ahora quiero comunicarles a Cristo presente a quien he encontrado. Lo que más me sorprende de la experiencia de los Memores Domini es que nunca son "predicadores" del movimiento, sino que comunican su vida. Tienen una capacidad de compartir y de apertura, exclusiva de aquellos que han experimentado la libertad del cristianismo. En los encuentros con los inmigrantes y con sus miles de problemas buscan siempre una amistad y esto la gente lo percibe y preguntan el por qué, qué hay detrás. Cada vez estoy más seguro de que Cristo dirige mi vida cotidiana ... y esto, ciertamente, no es algo sólo para curas».
Ficha
Desde 1981, la Oficina Católica de inmigración ha sido reorganizada y comprende tres departamentos: departamento de servicios legales, departamento de servicios pastorales y departamento de servicios educativos. En total trabajan unas 77 personas, entre abogados, maestros y asistentes. Siete son los idiomas que se hablan.
La Oficina Legal se ocupa, además de la asistencia urgente (preparación de los documentos de los visados, representaciones legales junto al Servicio Gubernativo para la inmigración, etc ... ), de las peticiones de asilo político de los refugiados, procedentes de Haití, Cuba, China, Etiopía y América Latina. El Departamento de servicios pastorales asiste a los párrocos en el desarrollo de su programa pastoral, cuando las necesidades o los problemas de idioma superan sus posibilidades. Se preocupa de la formación de catequistas multilingües y desarrolla estrategias para combatir el proselitismo de sectas a nivel local. Este es un fenómeno que se está extendiendo cada vez más en América. En este sentido, el Obispo diocesano, además de los siete Apostolados oficialmente operantes, ha creado ocho nuevos.
El Departamento de servicios educativos se ocupa de impartir cursos de inglés y de educación cívica, que sirven de preparación al examen para lograr la ciudadanía americana. Además, ofrece programas para conseguir el diploma superior.
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