Nace CL en Cuba, inesperadamente. Pasando por África. Y comienza a dar los primeros pasos. Sobre todo entre los jóvenes
Todo comenzó en julio de 1990. La ciudad colonial de Trinidad, en la provincia de Santo Espíritu, en el centro de la isla, constituye la cuna del movimiento. Es aquí donde ha llevado su experiencia de Comunión y Liberación y su camino de fé la hermana Fanny Rankin, hoy novicia de las Religiosas de María Inmaculada, que entró en contacto con el movimiento durante una misión en Guinea en calidad de médico.
Hoy, Fanny no recuerda cómo el mismo encuentro se pudo repetir en octubre de aquel mismo año en Santiago de Cuba, la segunda ciudad más importante del país, y después, en mayo de 1992, en La Habana.
¿A quién atribuir esta difusión de CL tan rápida y sorprendente?
La respuesta de Fanny coincide con la de otros miembros de Comunión y Liberación de La Habana: a la renovación de la Iglesia en cuanto organismo vivo y libre al paso de los tiempos; a la importancia de implicarse en la realidad en que vivimos, asumiendo la fe como dimensión liberadora de los miedos y egoísmos, gracias al descubrimiento de la responsabilidad personal; a la necesidad de buscar la fuerza en la comunidad; a Cristo que se da a través del amigo; a la fuerza que da la unión; al deseo de encontrar en Cristo respuesta a los interrogantes existenciales y a las exigencias culturales.
No hay duda de que la riqueza del intercambio ha contribuido a la constitución de los varios grupos de comunidad. Han sido fundamentales las visitas de don Filippo de Brasil y de amigos de Mérida, en Venezuela.
Como dice el editorial de marzo de 1993 de Maranatha, el folleto mensual de Comunión y Liberación en Cuba, «Es una aspiración ancestral de los seres humanos la de crear unidad, sobre todo frente a nuestra debilidad respecto a la naturaleza. Unir es también una función fundamental del movimiento de CL, en tiempos en los que la incertidumbre, la desconfianza y la necesidad tienden a generar egoísmos, incomprensiones e individualismos».
Los miembros del grupo son en su mayoría estudiantes universitarios, de informática, de cibernética, estudiantes de ciencias humanas, música, medicina, ingenierías... Más allá de las diversas formas de vocación e intereses profesionales y universitarios, tienen todos una conciencia fuerte de unidad, un sentido fuerte de pertenencia, y el deseo de poner el centro de la propia atención en Cristo.
«No buscamos la uniformidad», dice Joel, estudiante de un instituto politécnico de La Habana. «Así como la naturaleza obtiene su belleza divina de las diferentes formas y colores, así nuestro grupo se nutre y crece en la diversidad de pensamientos, de ideas libremente expresadas, sin temor de las burlas o de las represiones; ideas que desde diferentes direcciones se encaminan hacia objetivos comunes».
Rafael, estudiante de ingeniería, nos comunica su experiencia: «Pertenezco al movimiento desde sus inicios y me sigo preguntando por qué estoy aquí. Al principio no estaba seguro de mí mismo, pero fue en aquel momento cuando decidí cambiar de vida, buscar un camino nuevo.
Comencé a ir a las charlas como un catecúmeno y poco a poco, durante los encuentros de los domingos, fui conociendo a todos los miembros del grupo. Al comienzo tenía algunas dudas y no pensaba que el hombre que experimenta una variedad inmensa de sentimientos pueda probar amor por todo lo que le rodea. Pero poco a poco me di cuenta de que iba estrechando amistad, día tras día, con todos sus miembros: el movimiento había entrado a formar parte de mi vida».
«¿Qué hace CL?». Este es el título de uno de los apartados del folleto Maranatha, que se publica mensualmente gracias a la contribución decisiva de tantísimos amigos, debiendo superar incluso dificultades enormes debido a carencias materiales.
Precisamente, gracias a este apartado hemos podido conocer unos ciclos de conferencias que se organizan sobre argumentos de interés para el grupo, como las vocaciones del cristiano, la moral social, la oración, la historia de La Habana. Otras experiencias comunes son las constituidas por debates, charlas, actividades sociales, fiestas, discusiones sobre películas, retiros, convivencias. CL organiza todos los martes un grupo de oración.
Pero una de las cosas que más han incidido en la actividad del movimiento ha sido la colaboración con la Edad de Oro, la casa de niños con deficiencias físicas y psíquicas a la que CL está ligada. Ya hay previstos encuentros con estudiantes de la Universidad de La Habana y, si bien aún no se ha realizado, existe un proyecto para extender la actividad misionera a los enfermos de Sida.
«Bienvenido Filippo, tercera parte». Así decía, bromeando, un cartel de recibimiento para la segunda visita a La Habana, que había sido pospuesta, del padre Filippo Santoro, responsable del movimiento en América Latina. Ha sido el inicio de una nueva etapa en la vida de CL en Cuba por el intercambio de experiencias, y ha permitido estrechar lazos con amigos de CL de otras latitudes.
Durante la convivencia con Filippo, los jóvenes han reflexionado sobre la fragmentación de la personalidad humana, sobre el evento del cristianismo en cuanto experiencia de vida.
Han reflexionado sobre la relación del yo con el misterio, don gratuito que, como la planta silvestre del alecrim dourado irrumpe en la vida humana de improviso. Se trata de un acontecimiento gratuito -no cuesta nada-, como la gratuidad con la que cogemos las cosas más preciosas de la vida: el aire, el calor del sol, el agua. Así como nos sorprenden la amistad y el amor.
¿La consecuencia? La dice un dramaturgo alemán sobre el poster que está puesto en la pared del local donde se reune el grupo: «No nos empeñamos en poner orden en el mundo ni en revolucionarlo, sino en amarlo. Nos comprometemos porque creemos en el amor, la única certeza que no teme parangónes, la única que basta para comprometerse con todas nuestras fuerzas».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón