La reforma en Italia. La violencia en los suburbios franceses y el adoctrinamiento americano. Tres caras de un único desafío
¿La enseñanza? Una empresa
Quizás haya llegado la hora de la autonomía. Es decir cada escuela -pública o privada- será capaz de competir con las demás. Comienza una nueva era
La ley sobre la autonomía escolar, auténtica Cenicienta del Parlamento italiano, vuelve a la a discusión tras el intento fallido de la pasada legislatura, durante la cual el debate en la sociedad había sido sin embargo vivaz. Dos hechos provocaron la discusión: la propuesta de ley Galloni y la propuesta hecha por iniciativa popular «Normas sobre la innovación escolar». La primera se ocupaba de la reorganización de la escuela estatal, mientras que la segunda -firmada por más de setecientas mil personas y presentada en 1987- hipotizaba una reorganización completa del sistema escolar, estatal y no estatal.
La propuesta suscitó el interés y consenso incluso entre los laicos y exponentes del entonces PCI (ndt: Partido Comunista Italiano): el texto fue puesto en el orden del día de la Commissione lstruzione della Camera al final de la pasada legislatura, pero la discusión nunca comenzó.
Ahora, la Democracia Cristiana, intenta reunir de nuevo alrededor de una mesa a quienes manifestaron un interés por la iniciativa popular. Mario Dupuis, que estuvo entre los promotores de aquella propuesta, ha trabajado durante mucho tiempo sobre un nuevo proyecto de ley. Junto a él trabajaron los diputados Viti, jefe de grupo de la Democracia Cristiana en la Commissione Istruzione della Camera, y Galbiati.
La propuesta de ley «Normas sobre la autonomía y sobre la paridad de las escuelas» se llevó al Parlamento el pasado 12 de mayo. El primer firmatario fue el presidente de los parlamentarios democristianos Gerardo Bianco. El pliego de condiciones conjuga el principio de la autonomía de las escuelas estatales con la institución -prevista por la Constitución y nunca puesta en práctica- de la «escuela paritaria».
«Libertad de enseñanza, protagonismo del estudiante, responsabilización efectiva de la familia», se lee en la relación introductiva, «deberían ser las referencias esenciales en torno a las cuales construir una escuela, no como sistema estático e inevitablemente burocrático, sino como realidad abierta y flexible, capaz de dialogar con el ambiente que le rodea».
Los primeros consensos no han tardado en llegar. Visto bueno de la Liga lombarda que ha apreciado el carácter antiestatalista del proyecto de reforma. Interés también desde las filas del PDS: Aureliana Alberici, responsable de la escuela de la Quercia, está preparada para discutirla. El nuevo proyecto sobre la autonomía escolar ha abierto, evidentemente, una nueva fase del debate, liberándolo de anacronistas vetos de carácter ideológico.
«Hoy no hay nadie que no comparta la necesidad de dar autonomía a los institutos escolares» nos dice Dupuis, pero pone en guardia contra «un modo de hacer eficiente la escuela que es fin en sí mismo; es aquel que deja al usuario -de hecho- en la condición de terminal pasivo de un servicio distribuido por otros. Recuerdo un eslogan lanzado durante el congreso del Movimiento Popular sobre la enseñanza, en 1985, en Roma: "La enseñanza a quien la hace"» Dupuis explica que el problema está todo aquí. «Un estado verdaderamente laico debe permitir a aquella representación de sociedad que vive en una escuela determinada, construir la propia historia educativa, valorando la libre responsabilidad de los docentes y la contribución de los estudiantes y de sus familias».
Por eso el diseño de ley prevé «la autonomía didáctica y organizativa»: los planes de estudio predispuestos por el Ministerio de la Pubblica Istruzione deben estar inspirados en criterios de flexibilidad, deben indicar los objetivos a alcanzar, los núcleos fundamentales de los programas y el umbral horario mínimo anual, dejando después a cada escuela, la tarea de construir su «proyecto educativo». «En resumen» aclara Dupuis, «antes que un ministerio más eficaz es necesario uno menos invasor que asuma tareas de programación y de control de calidad, que respete cada instituto en su derecho autónomo de individualizar los caminos más idóneos para alcanzar los objetivos formativos fijados».
De este modo, ¿no se corre el riesgo de ver nacer escuelas de serie A ( con personal más cualificado y favorecidas por un tejido social y económico más vivo) y escuelas de la serie B obligadas a marcar el paso? «Es verdad lo contrario», dice el exponente del Movimiento Popular, «ha sido justamente el sistema escolar actual, uniforme y falsamente igual para todos, quien adoptó criterios, procedimientos y parámetros idénticos para las escuelas que surgen, por ejemplo, en el centro de Milán y para aquellas de la periferia de Bari, creando inevitables e injustas disparidades».
En el sistema presentado por la nueva propuesta legislativa ninguna escuela podrá ya ser igual a otra. Por lo que respecta a los insitutos que operan en situaciones objetivamente en desventaja el proyecto de ley propone, en el art. 17, instituir un «fondo especial» a disposición del Ministerio para intervenciones puntuales y ya no masivas y uniformes.
«También pedimos para la escuela "libertad de empresa"» retoma Dupuis, «que los pedagogos y burócratas estén tranquilos. El giro que estamos cumpliendo implica la superación de la diatriba sobre las escuelas "privadas". De ahora en adelante queremos que las escuelas estatales y las no estatales sean juzgadas por la calidad del servicio que dan, sometiéndose -las unas a las otras- al juicio de quien las elige y documentando el uso de las financiaciones recibidas».
Los éxitos de un planteamiento estatalista y fuertemente burocratizado del sistema nacional escolar están bajo la mirada de todos. El índice de escolarización en Italia está entre los más bajos de Europa: el 44% de los italianos por encima de los 24 años tiene sólo el título elemental, el 26% está en posesión de un título de estudio de educación secundaria, mientras sólo 1/4 de los diplomados ha proseguido los estudios hasta la licenciatura (datos CENSIS).
La propuesta que el Parlamento debería empezar a discutir en septiembre no resuelve el problema de la financiación de las escuelas no estatales (que son en su mayoría católicas) encerrándolas en una especie de reserva india, sino que desafía a cualquier tipo de escuela, estatal y no estatal, a navegar a mar abierto. Concluye Dupuis: «No hemos previsto concesiones o privilegios para nadie, sino el justo reconocimiento del papel público que cada uno tendrá que justificar sobre el campo con hechos».
Las escuelas malditas
por Silvio Guerra
En los alrededores de París las escuelas son presa de desórdenes y violencia. Crisis de un sistema
Desde hace casi diez años trabajo como profesor de colegios de la perfieria de París. Al principio como profesor de francés, ahora como responsable de la catequesis en una escuela privada católica.
Desde aquel año el mundo de la escuela está en el punto de mira periodístico por los graves acontecimientos. Sobre todo en las escuelas del cinturón que rodea París suceden a diario episodios de violencia en sus aulas. El último, en el momento en que escribo, por orden de gravedad, es el estrangulamiento de la directora de una escuela media cercana a Troyes (al noreste de Francia). El Ministerio de Educación Pública ha dado a conocer una lista de escuelas llamándolas de forma eufemística «escuelas sensibles», para indicar dónde es mejor no inscribir al propio hijo. Para hablar del fenómeno escuela en Francia es necesario, ante todo, subdividir el problema en dos puntos diferenciados. En sí mismo no existe un problema real y propio de escuela.
Sin embargo, a nivel social existe el dramático problema de las periferias, el cual se ha introducido en las escuelas. No por casualidad las «escuelas sensibles» señaladas por el Ministerio se encuentran en las zonas calientes de las grandes ciudades: París (Seine Saint-Denis, Créteil, Versalles), Lille, Lyon, Marsella. En dichas zonas se concentran todas las premisas para no superar os estudios. De una estadística publicada por el reconocido Le Monde de l'éducation, se deduce que el 82% de los alumnos se inscriben en las escuelas gracias a las becas de estudio; en cada clase la tasa de paro de los padres varía del 30% al 80%; uno de cada dos alumnos vive solo con uno de sus padres y el 95% es hijo de inmigrantes. Por si fuera poco, en los últimos tiempos se ha añadido la micro violencia de las bandas.
El porro y el proyecto
Hace algunos días un colega que enseña en un colegio público en Bobigny (donde explotó una bomba incendiaria), cercano a París, me contó que había sido amenazado por un estudiante porque le había pedido apagar el porro que se estaba fumando en clase. Se podría hacer una larga lista de episodios como éste, por su gravedad y frecuencia. Sin explicar sin embargo sus causas. Tales hechos son consecuencia de un problema sobre todo cultural que golpea e incide de manera particular en la escuela obligatoria, lugar designado a la transmisión de la cultura. Alain Finkelkraut, en un célebre ensayo, La derrota del pensamiento, habla de la «escuela» francesa como del «instrumento por excelencia creado por los filósofos de la Ilustración para la liberación de los hombres». A través de una «violencia simbólica». Este «hermoso proyecto» se compone de dos partes: «en primer lugar, alejamiento de los seres de aquella red de costumbres o actitudes que constituyen su identidad colectiva (amaestramiento); en segundo lugar inculcando valores dominantes elevados a la dignidad de significados». La hipótesis formulada por Finkelkraut es que se busca a través de la «escuela», «cultivar a la plebe para embalsamarla, purgarla de su ser auténtico para llenarla, más tarde, con una identidad prestada, exactamente como aquellas tribus africanas con las que se identifican los antepasados galos gracias al colonialismo».
La escuela está en crisis porque el esquema descrito por Finkelkraut está saltando. De hecho, por un lado está la enseñanza escolar con sus programas selectivos para que cada individuo se convierta en un buen ingeniero polytéchnicien, gracias a las enseñanzas de profesores preparados para transmitir todo el saber que importa. Por otro lado, una masa de inmigrantes que aún habiendo sido «erradicados» de su pasado, rechazan ser «amaestrados» por el nuevo sistema. ¿Cómo actuar frente a esta situación? ¿Qué medidas tomar?
El Estado se ha apresurado a solucionarlo. En estos últimos meses ha reforzado los dispositivos de vigilancia dentro de las escuelas. A cada profesor que enseña en las escuelas «con riesgo», se le distribuye al principio del mes una ficha para denunciar los eventuales actos de violencia amenazas verbales. De entre los jóvenes que eligen el servicio social, alguno de ellos podrá optar a controlar a los estudiantes en las escuelas. En los distritos difíciles, además del traslado de 5000 de los 25000 profesores, se ha decidido favorecer a aquellos profesores que deciden quedarse en las escuelas difíciles, a través de incentivos económicos, aumento de la puntuación para su graduación, facilidades para tener la residencia cerca del trabajo. La universidad de París VIII ha creado un diploma para preparar de manera específica a los profesores que pretenden enseñar a cursos con dificultades. Estas medidas, por sí solas, no son suficientes. En mi experiencia de profesor, cuando te encuentras con situaciones inestables y de violencia, te das cuenta de que se hace difícil inventar recetas pedagógicas.
Rap y consejos de clase
Observando los estudiantes descubres que la escuela ya no representa una esperanza de promoción social, como querrían hacer creer los programas, sino más bien una obligación jurídico-familiar. Su mundo es el de las bandas, el del Rap y el de la canasta de baloncesto. En los consejos escolares, oigo a menudo ondear en el aire ideales de naftalina por algunos compañeros (de la época del sesenta y ocho): «es necesario dar una preparación para la selectividad... hay que formar a ciudadanos... ayudarles para que se construyan una ética... ». Frases utilizadas de biombo tras las cuales el tiempo no ha dejado nada.
Profesores y alumnos son las dos caras de una misma moneda. Por parte de muchos profesores se ha perdido el gusto por educar, porque a menudo falta el sentido. La persona que educa en estas situaciones está obligada a inventar un nuevo modo para transmitir el saber, dado que el saber, como tal, ya no es estimado como un valor. Para enseñar es necesario exponer la propia persona; arriesgar lo que se ha conseguido porque sólo en una experiencia es posible comunicar lo que es esencial y necesario en la vida. La otra cara es la de los estudiantes destruidos humanamente. Una chica de dieciséis años me decía el mes pasado: «¿Para qué sirve desear algo distinto para mi vida? Total, no cambia nada». La apertura del corazón es la única pedagogía.
En la escuela americana
por Andrea Costanzi
En los colegios de los Estados Unidos se enseña cómo ser buenos. Mejor aún, los mejores del mundo. Gracias a lo trascendente. Un ex alumno nos cuenta...
Me he diplomado en el High School. Si bien con lagunas en geografía y con carencias en historia os estudiantes americanos son atiborrados de algo que no olvidarán fácilmente: se llama optimismo místico. ¿Os acordáis de la película El club de los poetas muertos donde se cita una frase de H. D. Thoreau: «Fui a los bosques porque quería vivir libremente y chupar la savia de la vida... »? No es pura sugestión de película. Al estudiante medio americano se le educa así y no faltan en las cátedras de las «High Schools» figuras fascinantes como el profesor Keating, personificado por el actor Robín Williams en la película de Peter Wier. Jim Kernigham, por ejemplo, sin vernos obligados a arrancar las páginas introductorias del libro de literatura inglesa, lograba perfectamente extraer de sus estudiantes reflexiones místicas sobre la potencialidad del yo.
Keating y Kernigham, ambos entre los 30 y 40, con un pasado deportivo que les llevaba a considerar respectivamente el fútbol y el fútbol americano como la parte práctica de las clases de literatura y filosofía, podían contar con la fascinación erudita de una matriz cultural común: el trascendentalismo, una corriente de pensamiento poco conocida en Europa pero que ha contribuido de manera importante a formar la cultura americana y a marcar la distancia con sus orígenes ingleses. «Carpe diem, carpe diem, atrapa el instante», susurraba Robín Williams a sus estudiantes que no parecían convencerse de una extravagancia tal. «Vuestro futuro depende enteramente de vosotros, podéis construiros una vida maravillosa», decía el viejo Jim, mientras balanceaba sus brazos durante la clase como si tuviese un palo de golf entre las manos. Todo lo contrario a escuela americana pobre de contenidos. El curso de inglés, incluso en el liceo más perdido, no puede prescindir de Thoreau, reconocido exponente del renacimiento americano, con su Walden y la vida en los bosques; de Walt Whitman, poeta del yo (es célebre su Canto de mí mismo, Song of myself) y de la colectividad, del presente y de la democracia; de Raph Waldo Emerson, que elaboró la noción de oversoul o mente universal, el concepto de inner light, luz interior, la idea de la fuerza modeladora de las leyes naturales y la de la autonomía del derecho individual y nacional.
En el nombre de Hess
Jim Kernigham, en su programa de Literatura Inglesa, sitúa el trascendentalismo como cuadro final de un itinerario literario de cinco etapas a lo largo de los siglos: el primero hace referencia a la imagen freudiana y hobbesiana de Homo homini lupus, basada en la lectura de El señor de las moscas de Golding; el estudiante americano conoce a sus enemigos desde Hitler hasta Stalin. El segundo cuadro versa sobre las estrategias shakesperianas como Macbeth y Edipo Rey para afirmar que el hombre es una mezcla de bien y de mal; a Kemigham le gusta citar a Antígona: «En cada uno de nosotros hay un instinto salvaje que se libera en el sueño». ¿Es el latido animal (Raf) de la conciencia? El tercer cuadro es el rousseauniano del hombre bueno por naturaleza que puede mejorarse a sí mismo. El profesor asocia los poetas románticos a las novelas de Emily Bronte, pero deja el nexo deslavazado.
Cita después a Locke, según el cual los seres humanos son una tabla rasa, folios en blanco que reciben impulsos desde el exterior. De hecho, el hombre es amoral y nuestra misma naturaleza, en el fondo, es éticamente neutral. Los textos que acompañan este cuarto cuadro son 1984 de Orwell y Muerte de un viajante de Arthur Miller. En clase se asiste a la proyección de la película obra maestra con Dustin Hoffman.
Llega por fin el cuadro más representativo de aquella amalgama de optimismo y misticismo protestante propio de la naturaleza de todo americano que se respete: «El hombre se trascenderá a sí mismo». Es el plato fuerte del curso de inglés. Se abre con un análisis en profundidad de Siddharta de Hermann Hesse, el libro más leído en las escuelas superiores de todos los Estados Unidos.
De hecho no se olvida que en las raíces del pensamiento trascendentalista hay elaboraciones con influencias de diversa matriz, desde la filosofía Kantiana, de la que el movimiento toma el nombre, al misticismo oriental, desde la reacción crítica a la Ilustración del Setecientos americano, dominado por Locke, a la particular visión religiosa del unitarismo, rebelde a todo dogmatismo puritano. Entre los protagonistas del renacentismo americano Emerson, con Thoreau, Melville, Hawthome y Walt Whitman, dio a la cultura de su tiempo aquella autonomía que no había tenido hasta entonces. Enunció con energía y claridad sus principios de libertad intelectual y de fe en las capacidades del hombre.
Los trascendentalistas de inspiración libertaria reaccionaron ante todo contra el calvinismo imperante y elaboraron luego una imagen integral de América. Según su visión la verdad se puede percibir a través de la simple intuición, ya que el hombre no está separado de Dios sino que Dios está presente en la naturaleza y en el hombre mismo. La beat generation y el pensamiento radical americano de los años sesenta han encontrado entre los trascendentalistas un lugar donde lucirse, llegando hasta constituir en el 68 una vertiente del análisis marxista. Los estudiantes descubren la vertiente animista del sentido religioso y el profesor Kernigham revela su afinidad con el pensamiento del optimismo místico inspirándose en el ensayo Self Reliance de Ralph Waldo Emerson, editado en 1843, y destinado enseguida no sólo a sentar las bases teóricas del nuevo individualismo democrático, sino también la justificación del naciente industrialismo y del expansionismo americano. Se trata de un optimismo desconcertante sobre el inminente destino de felicidad mundial. Emerson en su ensayo Self Reliance exalta la «profunda seguridad del hombre en sí mismo» a causa de «una concepción de intimidad radical entre lo divino y lo natural que se revela cada vez más como una inmanencia panteística ( ... ). Nosotros vivimos en el regazo de la inmensa inteligencia que nos hace recibidores de su verdad y órganos de su actividad». Don Luigi Giussani comenta a propósito de Emerson en Grandi linee della teologia protestante americana: «Un optimismo sin límites impregna una concepción similar dentro de una visión del hombre donde el pecado se interpreta como simple dificultad inherente al mecanismo, inevitablemente evolutivo, y la regeneración se hace coincidir con el inmanente desarrollo natural. Por consiguiente, el optimismo determina toda la filosofía de la historia y por eso el mal está destinado a ser derrotado y se afirma con ímpetu reformista el progreso social a través de la realización de las potencialidades divinas imnatas en el hombre».
Corrían los tiempos de las escaramuzas entre Reagan y Gadafi cuando estudiaba COU en la LaKeridge High Scholl: había euforia por el bombardeo de Trípoli. Luego llegaron Sadam Hussein y el general Aidid. En el diario de clase que da comienzo a la clase de inglés, Kernigham dicta hoy como ayer la reflexión del día: ¿cómo derrotaríais el imperio del mal? Cambian los enemigos pero no la estrategia.
Enseñar, pedir
por Dino D'Agata
Entre violencia y malestar en la escuela americana
Doy clase en una escuela superior católica femenina de la archidiócesis de Nueva York. La mayoría de las chicas a las que doy clase provienen de familias separadas y, por consiguiente, muchas de ellas no han podido dedicar el tiempo necesario al trabajo escolar. Muchos de entre mis estudiantes tienen un nivel de lectura de escuela primaria y una capacidad de atención inmadura. Si miro a todo esto con los ojos del mundo, como hacía cuando empecé, me encuentro buscando proyectos y métodos para «corregir» lo que les impide el estudio. He intentado hacerlo durante mucho tiempo.
Trabajé un año en esta escuela antes de encontrar el movimiento. Empecé el trabajo entusiasta por lo que habría hecho para la vida de estos jóvenes y me imaginaba como parte de una comunidad de creyentes que habría servido a la Iglesia.
Me equivocaba en ambas cosas, porque aprendí rápidamente que no tenía ningún control sobre la vida de nadie, ni siquiera sobre la mía. Me di cuenta enseguida que entre los religiosos secularizados y los católicos cínicos que ya no creen en la autoridad de la enseñanza del Magisterio no puede surgir nada, una comunidad acontece solamente adhiriéndose a una Presencia. Con mis ideas y mis proyectos había entrado a formar parte de un desierto que acabó sólo cuando encontré a Cristo a través de la comunidad de Nueva York. El entusiasmo que tuve al comienzo y que creí llevar a mis colegas y mis estudiantes al año siguiente, se vino abajo. Soy un hombre; soy débil y tengo que aprender a pedir. Es todo lo que tengo que hacer. Sé que para mis colegas que han perdido la fe y para mis estudiantes hay una sola solución que puedo pedir.
Quiero para ellos esta misma capacidad de pedir porque es esto lo que puede dar respuesta a todas las disgregaciones de sus vidas. Lo que deseo para mí y para ellos no viene de mí sino a través de mí y es un don.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón