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Huellas N.7, Julio/Agosto 2007

CL - Peguerinos

¡Qué bien se está aquí!

Chelo Rubio Cárdenas

Nueva cita en la sierra de Ávila para ir de campamento con chicos de entre 11 y 14 años y los amigos que les acompañan a lo largo del curso. Todo un despliegue de belleza y gratuidad

Cada vez que nos reunimos para preparar una salida con los chicos o para ver el contenido del próximo campamento me doy cuenta de que en realidad aquí sucede algo mucho más grande: con estos amigos aprendo a educar porque yo misma soy educada. Se da la misma dinámica que tenía Jesús con sus discípulos: «Venid y lo veréis», en una convivencia experimentamos la presencia del Señor entre nosotros. Peguerinos no es un mero campamento, una actividad más que se propone para el verano. En nuestras parroquias y lugares de procedencia nadie se encuentra con un cartel informativo anunciando el campamento. Atentos a sus intereses, problemas y desarrollo, en definitiva, apasionados por su destino, cada uno de los adultos invitamos al campamento a los chicos con los que hemos ido profundizando en la amistad, porque el objetivo no es descargar sobre una organización la responsabilidad para con ellos, sino ser ayudados a vivirla. Con ellos hacemos excursiones y alguna salida de fin de semana durante el año; con el encuentro de verano culmina el trabajo educativo del curso y, a la vez, introducimos el siguiente.
La experiencia de años anteriores nos ha llevado a dar un nuevo paso. Antes proponíamos un solo turno de campamento para chavales de entre 11 y 14 años, pero ahora hemos planteado dos turnos consecutivos: el primero para 5º y 6º de Primaria (11 y 12 años) y el segundo para 1º y 2º de ESO (13 y 14). ¡Todo un acierto! Son edades muy dispares con capacidades y necesidades bien distintas, que precisan de una atención específica.

Como Pedro
El lema que hemos escogido, “¡Qué bien se está aquí!”, remite a un momento clave para la fe del apóstol Pedro. Hemos querido recorrer los pasos de la relación de Jesús con él. Cristo le fue descubriendo «el atractivo de su amistad» y así lo hace también con nosotros «no solo en los días de campamento, sino siempre. Queremos decirle “sí, Señor, tú sabes que te quiero”. ¡Qué excepcional es estar con Jesús! ¡Cómo cambia la vida, qué increíble lo que puede hacer ante nosotros! Estemos donde estemos, ¡qué bien se está donde está Él!». Todo esto venía en la guía del campamento que servía de reflexión con los chavales al empezar cada día. De la mano de estos textos asistimos a la primera pesca milagrosa, sintiéndonos con Pedro a la vez pequeños y afortunados; subimos al monte Tabor sorprendiéndonos de que Jesús nos prefiera también a nosotros; Le escuchamos contestar a Pedro que debe perdonar setenta veces siete, y nos llena de confianza saber que siempre nos va a esperar con el perdón, sin límite; con Pedro confesamos que sólo Jesús tiene palabras de vida eterna; y nos asombramos al ver cómo hace que aflore la verdad, más grande que el mal y el pecado, cuando mirándole a los ojos Pedro afirma: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero».

Vida a tope
El tiempo corre veloz allá arriba entre juegos, cantos, algún chapuzón en la helada piscina, la marcha, talleres y mucho tiempo libre para convivir, jugar con los renacuajos, echar partiditas de cartas o verdaderos duelos de voley. Cualquier ocasión sirve para educar, desde meterse de lleno en la batalla de piñas que se organiza a ambos lados del riachuelo a ayudar a la panda que acaba de enfadarse; desde organizar una buena estrategia para que el equipo pirata consiga llevar más globos hinchados a la costa enemiga defendiéndolos de los palillos de los “piratas del Mar del Norte” a escuchar cómo Nieves nos descubre el cuadro de Rembrandt “El hijo pródigo” o Paulino nos habla de los orígenes de la música pop, o hacer una marcha de montaña por la sierra de Guadarrama.
La vida se agolpa en unos pocos días y, si uno abre los ojos, ve un milagro detrás de otro. Una niña que con 11 años aún no ha recibido la Primera comunión siente el deseo de confesarse al participar en el acto penitencial; una de nosotros se da cuenta, habla con un sacerdote y la niña se confiesa, al salir no para de dar las gracias a todo el que se encuentra. Un chico de 17 años se decide a ir al campamento a trabajar esos días dejando atrás piscina y relax después de los exámenes: y hete aquí que descubre que está mucho más contento que tumbado a la bartola. ¿Acaso será que se está bien aquí? Unas chicas, que llevaban varios años de distanciamiento y disputas entre ellas, se fían de sus catequistas que las reparten en distintas tiendas de campaña y recobran así el gusto de la amistad perdida.

Las perlas del campamento
El último día pedimos a los chicos que escriban una carta a un amigo diciéndole lo que han vivido en estos días. La mayoría advierte que allí se les trata de forma diferente. Reconocen que hay algo excepcional en la forma en que son mirados, en la atención que se les presta; hay algo especial en los juegos y en la forma de jugar, de entrar en la carpa, de estar en el comedor, en la piscina, en la forma de hacer la marcha. También coinciden en haber comprobado que estaban más contentos cuando se fiaban de los mayores en cosas tan concretas como los juegos o la marcha (cuando no podían beber o estaban cansados).
Los más mayores hablan de la sorpresa al descubrir en los encuentros de Jesús con Pedro la inmensa fidelidad de éste hacia Jesús, y de aprender que, «aunque no nos demos cuenta, hay personas en las que Jesús se hace presente e intentan guiarnos». O de cómo «sólo te puedes dar cuenta si te fías de los demás y atiendes cuando te lo piden; incluso en los momentos en los que menos te lo esperas aprendes algo nuevo». Ven que «lo que decía Paulino no sirve sólo para las canciones, sino para muchos momentos en la vida, porque no sólo te tienes que quedar con lo superficial, sino ir más allá y saber el porqué de las cosas». Alguno que ya ha venido varios años percibe que va «madurando, aprendiendo por atender más, porque se van acumulando experiencias grandes; y esto es posible porque tengo unos amigos de verdad que están para quererte y no para juzgarte».
Otra dice: «Lo que más caracteriza a este campamento es una cosa: tus amigos no sólo son los de tu edad, sino también los pinches (chicos que ayudan en cocina sin recibir nada a cambio, cosa que me sorprendió muchísimo) y los mayores. Merece la pena porque es una “aventura” que no acaba nunca porque es parte de una vida, la que en este instante vives».

Así podríamos seguir... y de hecho es lo que deseamos: que el Señor siga sorprendiéndonos siempre con su abrazo misericordioso y las maravillas que despliega ante nuestros ojos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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