A la señora Libera se le iluminan los ojos cuando piensa en la Pascua de 1961 y en las que siguieron, cuando los chicos de Gioventù Studentesca venían al pueblo de la costa. Casada, con tres hijos pequeños, su casa en Varigotti estaba al principio del camino que conduce a la iglesia de San Lorenzo. Y desde la ventana veía pasar a los chicos de GS.
¿Qué recuerda usted de aquellos días?
Lo recuerdo perfectamente. Se me quedó grabada una imagen casi fotográfica en los ojos y en el corazón. Estoy viendo a estos chicos que se dirigen hacia San Lorenzo. A la ida son como un enjambre de abejas, hablan todos. A la vuelta hay un silencio absoluto. Parecía que aquellos jóvenes estaban colmados... de significado. Me parecía que se transformaban.
¿Y don Giussani?
Veo todavía a ese “joven” ir de acá para allá, dando órdenes a este o a aquel, a cada uno tenía algo que decirle. Era un torbellino. Nunca me atreví a pararle para hablar con él, pero no puedo olvidar la mirada que tenía hacia sus chicos. Sí me atreví a preguntar a los chicos cómo era este don Giussani.
¿Qué le respondieron?
Hablaban de él con veneración. Me decían que les repetía: «Quiero que estéis contentos. Los cristianos son personas contentas». Era un hombre extraordinario, con un gran poder de atracción. Y ningún año de los que vino a Varigotti me perdí aquella cita; esperaba verles.
¿Cómo eran estos chicos?
¡Eran educados y guapos! Eran distintos de los demás, tenían otra mirada, otro modo de hablar. Tenían dentro algo distinto. En el pueblo todos estábamos contentos cuando llegaban. Y nos alegramos mucho cuando las hermanas vendieron al movimiento la casa San Francisco. Durante las obras de rehabilitación muchos esperábamos a don Giussani. Esta vez sí le plantearía todas las preguntas que no tuve el valor de hacerle...
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