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Huellas N.7, Julio/Agosto 2007

SOCIEDAD - PreMeeting

El genio de Roma. De Caravaggio a Guido Reni

Marco Bona Castellotti

Los años que van de la elección como pontífice de Clemente VIII Aldobrandini (1592) a la muerte de Paolo V Borghese (1621) se caracterizan por un extraordinario florecimiento tanto en el plano artístico como monumental, que invade la ciudad de Roma con un fervor casi comparable al tiempo de los grandes pontífices del Renacimiento Giulio II, León X y Clemente VII. Los años a caballo entre el siglo XVI y XVII tienen su fulcro en el Jubileo de 1600 que, en cuanto a las artes se refiere, sólo se puede comparar con el primer Trecento. La exposición “El genio de Roma”, que se realizará en el próximo Meeting de Rímini, se centra en esta época proponiendo una lectura crítica e historiográfica de su producción artística. La exposición, en efecto, presenta un recorrido de más de 60 paneles que reconstruye la complejidad de las experiencias artísticas en Roma en torno a 1600 y que tienen como punto de referencia la personalidad de Caravaggio. De todas formas, hay que señalar que Caravaggio no es el único gran maestro del tiempo –aunque sí el más revolucionario–, en una Roma teatro de una extraordinaria multiplicidad de testimonios artísticos. La exposición pretende destacar, a grandes rasgos, esta complejidad para no reducir el gran tema de las artes que toman forma en el período del paso del siglo XVI al XVII al caso más excepcional, el de Caravaggio.
Las particulares manifestaciones de las artes ideadas con ocasión del Jubileo del 1600, derivan sustancialmente del hecho de que la Iglesia católica, tras intentar reafirmar con vigor su primacía en oposición al extenderse de la Reforma protestante, apostó por la meta del Jubileo para que tales artes pudieran ser las señas oficiales y públicas de un necesario despertar del mundo católico.

Florecimiento artístico
En esta perspectiva se debe considerar el grandioso florecimiento de las artes que se produjo en Roma entre 1590 y 1620. Se trata de referencias cronológicas que deben tomarse con la debida flexibilidad, pero que señalan los términos de una estación por así decir de síntesis, caracterizada por la confluencia de líneas, orientaciones y experiencias muy diferentes entre ellas. Todo ocurre en el gran escenario de la ciudad eterna, ya que la misma Roma había asistido a comienzos de 1500 al sucederse de hechos artísticos excepcionales: desde las nuevas fábricas del Bramante a las de Giuliano di Sangallo; desde Miguel Ángel a Rafael, a la gran decoración de las moradas privadas, empezando por la Farnesina; desde las obras de los seguidores de Rafael en las Estancias Vaticanas en la tercera década del siglo a la difusión del Manierismo a escala europea, después del Saco de Roma de 1527. Como en el resto de Italia, también en Roma los años Setenta del siglo XVI denuncian una crisis de valores paralela a la escasez de artistas que destaquen entre la mediocridad y la norma. El despertar empezará a partir de los años del pontificado de Sixto V Peretti (1585-1590).
En las décadas del cambio de siglo conviven tendencias muy diferentes que podemos sintetizar así: por una parte, persiste un extremo manierismo, con pintores del alcance de Federico Barrocci; por otra, se van afirmando novedades propias de un grupo de artistas suspendidos entre manierismo y naturalismo, que miran al modelo de Rafael buscando un imperecedero ideal de belleza; entre ellos, el Cavalier d’Arpino y Stefano Maderno. El gran movimiento de renovación del siglo XVII tiene sus máximos protagonistas en Aníbal Carracci y Caravaggio, mientras en el frente de la reanudación del clasicismo, que se afirmará plenamente en las décadas siguientes, las personalidades de mayor relieve son Guido Reni y Domenichino.

Después de la muerte de Caravaggio
En 1607 un pintor flamenco, Peter Paul Rubens, en los cuadros que realiza para Santa a Maria en Vallicella en Roma, anuncia el Barroco, que se desarrollará después de 1620.
Para entender la complejidad de este momento es fundamental entrar en las realidades colectivas de las fábricas artísticas, empezando por las que se inauguraron en las basílicas de Santa María la Mayor, en tiempos de Sixto V, alrededor del 1586, y luego en San Juan de Letrán, Santa Práxedes y Santa Cecilia en Trastevere, bajo el pontificado de Clemente VIII. La actividad de los artistas no podría existir sin los mecenas ni aquellos que crearon el entorno cultural en el que se insertó el nuevo curso de las artes: personalidades de la estatura de san Felipe Neri, el cardenal Baronio, el cardenal Sfondrati, el cardenal Del Monte, el gran comitente, este último, de Caravaggio, o también Scipione Borghese, coleccionista omnívoro, y el cardenal Alessandro de Medici.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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