El 14 de junio en Milán se presentó la próxima edición del Meeting de Rímini. Publicamos la intervención de Giancarlo Cesana en la rueda de prensa
Creo que el primer aspecto que hay que subrayar al presentar el lema del Meeting 2007 es la continuidad de un evento que lleva realizándose 27 años; me parece realmente único en el panorama italiano, único como evento y también como motor de miles de personas y de la sociedad misma. Emilia Smurro, presidenta del Meeting, ha hablado de 4.000 voluntarios, las tres cuartas partes de los cuales son chicos jóvenes. No es fácil motivar a un chico para que asuma un compromiso y dedique su tiempo a un trabajo gratuito. ¿Qué puede lograr tal cosa? ¿Qué es lo que hace posible una iniciativa de estas características y le da continuidad? Los lemas del Meeting tratan precisamente de documentar el recorrido de una experiencia que hace posible este fenómeno. En efecto, hay palabras inusuales –como “eternidad”, “misterio”, en la pasada edición “razón”, este año “verdad”–, que no están precisamente en el centro del debate cultural, y que sin embargo tienen la virtud de movilizar a la gente. La potencia y la relevancia de estas palabras se pusieron de manifiesto el pasado otoño en el discurso que Benedicto XVI pronunció en Ratisbona. El Papa abordó el problema de la razón moderna invitándonos a recobrar toda su amplitud. No por casualidad también el Meeting 2006 había abordado este problema crucial. Naturalmente, no quiero decir que el Papa pronunciara su discurso en la estela del Meeting, pero es un dato de hecho que allí se hubiera tratado la misma cuestión. El ya histórico discurso no habría revuelto al mundo si no hubiese puesto el dedo en la llaga. La palabra central del lema de este año es “la verdad”: “La verdad es el destino para el que estamos hechos”. Es una palabra que nadie se atreve a usar; más aún, utilizarla parece ser signo de intolerancia. En cambio, si no existe verdad alguna, si no hay algo a lo que poder entregar la vida, por lo que vivir, tampoco puede haber libertad; no puede haber razón, ni investigación, ni ciencia, ni orden, ni posibilidad de ir al fondo de la vida. El lema de esta edición plantea por tanto la pregunta sobre el fundamento de la vida y para plantear esta cuestión hay que partir del hecho de que la verdad existe: existe nuestro destino, existe y es aquello hacia lo que vamos y cuya impronta llevamos dentro. Se entiende que en el mundo en que vivimos esta resulta una preocupación un tanto extraña, pero verdadera. Malraux escribió una afirmación que siempre me ha llamado la atención y que cito de memoria: «Somos los peores hombres de todos los tiempos porque sabemos que todo es mentira, nosotros que no sabemos qué es la verdad». No sabemos qué es la verdad y, por lo tanto, no tenemos motivo alguno por el que gastar la vida. Pensad en la problemática educativa, en lo que se les pide y a lo que se dedican los jóvenes cuando llegan a la plenitud de su capacidad física y psíquica. Pues bien, nosotros queremos poner en el centro este problema y también mostrar qué es el destino para el que estamos hechos. El Papa lo dice potentemente en su Encíclica: la verdad es caridad, esto es, la verdad es amor; la verdad es una presencia amorosa en nuestra vida. Quisiéramos decir esto –es muy distinto pensar en la verdad como en una definición que pensar en ella como en un abrazo–, pero quisiéramos también mostrar este amor, documentar de qué está hecho: si sólo es un sentimiento, un principio instintivo, o si es otra cosa, más profunda y más precisa, que tiene que ver con un juicio. El título del Meeting tiene esta pretensión y supone un reto en primer lugar para nosotros, porque hablar de la verdad implica hablar de algo que no se posee, algo de lo que se depende.
Espero que quienes vayan al Meeting puedan comprobar no la validez de un discurso, sino de un clima, es decir, de una experiencia y unas relaciones que –aunque sea por una semana– hagan de la vida algo mejor.
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