Cuando Verónica Brown empezó a vender en Second Life vestidos hechos con Photoshop, pensaba que se trataba de un pasatiempo para llenar los días libres entre una entrega de mercancía y otra, dado su trabajo de camionera en Indianápolis. Pero enseguida esta mujer de 45 años comprendió que a los europeos que invaden cada rincón del mundo virtual (sobre todo a los franceses) les gustaban sus vestidos, y empezaron a llover los Linden Dollars, esa moneda especial que puede convertirse en dinero de verdad. Ahora Verónica Brown ha dejado la vida sobre cuatro ruedas, ha aparcado para siempre su camión y dedica todo su tiempo a gestionar uno de los mayores negocios de ropa de Second Life. Cuando termine el año, según cuenta al Indianápolis Star, el periódico local, espera haber ganado por lo menos ciento cincuenta mil dólares. Si italianos y europeos en general adoran Second Life sobre todo por la vida social “alternativa” que ofrece –o por aventuras puramente a base de sexo–, los americanos, más pragmáticos, han comprendido que se trata de otro sitio más en el que hacer negocios. Grandes sociedades como IBM y marcas rentables como NBA han desembarcado a la conquista del mercado online, olfateando la posibilidad de que en breve se cree un movimiento de negocio en el mundo real. A pesar de haber nacido y estar gestionado en América, en San Francisco, por la sociedad Linden Lab, Second Life ha capturado en especial la imaginación de los europeos. Pero el fenómeno está creciendo también en EEUU, en particular entre los ya no tan jóvenes o entre aquellos que tienen problemas de movilidad (una plaga creciente en un país en donde obesidad y diabetes crecen vertiginosamente), que confiesan que encuentran una nueva vida social que cada vez resulta más difícil tener en la realidad, sobre todo para aquellos que viven lejos de las grandes metrópolis. Pero en EEUU el desarrollo de Second Life parece destinado a pasar a través del negocio.
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