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Huellas N.7, Julio/Agosto 2007

CARTAS

Abbiategrasso, Monte Ralo, Sofía...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

¿Para qué sirve GS?
Llevo tres años estudiando en un instituto técnico-industrial. El primer año me di cuenta de que, a parte de dos profesores de CL, yo era el único de GS (Gioventú Studentesca) entre los 1.500 estudiantes. Me planteé inmediatamente una cuestión seria: «¿Cómo puedo comunicar a mis compañeros mi experiencia?». Una mañana me crucé con uno de los profesores del movimiento y le propuse rezar juntos el Angelus antes de entrar en clase. Elevamos la petición y con no pocas dificultades recibimos el correspondiente permiso. A partir de la mañana siguiente nació una amistad: ante mí tenía un rostro que me reclamaba a lo que soy y a Aquel a quien sigo. Poco tiempo después, mientras repartía folletos para invitar a mis amigos a participar con nosotros en este gesto, un compañero, comunista convencido y que despreciaba la Iglesia se acercó a mí y me dijo: «No entiendo por qué lo haces, no entiendo el motivo, pero yo voy a ir porque me parece un acto bueno». Pasando de los comentarios de sus amigos tomó los folletos y me ayudó a repartirlos. Desde el día siguiente Andrea acude puntualmente al Angelus. También un chico que acababa de salir del hospital, donde había estado ingresado seis meses por una anorexia grave, se unió a nosotros, conmovido por nuestra amistad. Así también llegaron Samuel, Caterina, el profesor de Matemáticas, el técnico del laboratorio, la secretaria, Chiara, Gianluca… Nació una compañía. El consejo del instituto bloqueó la iniciativa sin justificación. Pedimos una explicación, pero nadie nos la dio. Recurrimos a los periódicos de la ciudad, acudimos al alcalde. Un año después recibimos finalmente el permiso para reunirnos. Nuestra petición pudo más que el prejuicio y el pasotismo. Al comienzo de este último curso empecé a hacerme amigo de cinco o seis estudiantes que durante el recreo salen como yo a fumarse un cigarrillo. En ese cuarto de hora cada uno hablaba de todo lo que le interesa, de lo que piensa sobre música, deportes, arte o actualidad. A las pocas semanas pensamos que queríamos compartir con todos los demás nuestros juicios sobre la vida. Nos entusiasmaba la idea de abrir nuestros quince minutos a todos los compañeros. Nació Liberi tutti, un periódico de 15 páginas. Los profesores nos tacharon de fascistas por un par de artículos contra los Presupuestos del Estado: «eso es un periódico partidista, vosotros sois los típicos de Comunión y Liberación». Aunque yo seguía siendo el único del movimiento en toda la escuela. Sesenta y un profesores firmaron una petición de suspensión. La directora paró todo. Durante cinco meses íbamos a verla al menos una vez a la semana para revindicar la “libertad de expresión”. Entre tanto, decenas de estudiantes atraídos por la iniciativa quisieron colaborar; uno se unió a la minirredacción, otros enviaron sus comentarios sobre la pena de muerte, la masacre de Virginia, Luis Amstrong o Spiderman 3, otro escribía poesías, otro se ofrecía como dibujante, otro creó un fórum on-line y otros hicieron diversas sugerencias. Fueron ellos los que reclamaron el derecho a expresarse libremente. Conseguimos el permiso para publicar el segundo número. Se titulaba “En la escuela, el reto de la libertad”. Sí, porque el Angelus, el periódico de los estudiantes, los grupos de estudio y las amistades que iban naciendo no son fruto de una buena organización o de una particular osadía, sino de una rendición: rendición a Cristo, la Belleza que nos ha cautivado. Estos tres años me han hecho comprender que GS no está para ofrecer ideas que aplicar a la vida o normas para el día a día, sino para remitirnos a esas exigencias que nos hacen ser hombres y que tenemos que asumir personalmente. Sólo hay un modo de dar testimonio de Cristo en la escuela: ser fieles a nuestra humanidad.
Yayo, Abbiategrasso (Italia)

…entonces os conocí
Una chica escribe a sus amigos de GS al finalizar el curso escolar.
Es probable que repita curso. Debido a mi situación académica, me he hecho las preguntas que figuran en el folleto de GS: «¿Qué he aprendido este año? ¿Para qué me ha servido? ¿He crecido? Si la respuesta es sí, ¿qué es lo que me ha ayudado a crecer?» Son muchas las cuestiones que me planteo sin encontrar respuesta, tanto que llego a pensar: ¿para qué seguir preguntándose? Por eso cuando leí el folleto me picó la curiosidad. Por primera vez me di cuenta de que había alguien con quien podía compartir algo de mí misma sin que me tomaran el pelo, o sin sentirme rara o patética. Yo no me expreso nada bien y no me gusta nada contar a los demás lo que pienso. Por eso muchas veces prefiero quedarme callada. Sin embargo, en esta ocasión intentaré abrirme. Desde que acabé la primaria nunca he estado a gusto. Me sentía siempre examinada, observada, oía los comentarios y veía las bromas que se hacían sobre mí. Quería echarme a llorar y ponerme a gritar a todos, pero si lo hacía ellos salían ganando. Me limitaba a mirar y casi siempre hacía como si no me enterara de nada, pensaba que esto ya no pasaría en bachillerato, pero me equivocaba. Lamentablemente sigue sucediendo y cada vez que pasa me quedo hecha polvo. En estos años, las vacaciones han sido para mí un respiro, una posibilidad de pasar página. Me permitían olvidar todo lo que había pasado durante el curso, todas las dificultades y las cosas que me hacían sentir como alguien diferente de los demás. No me daba cuenta de que tenía que estar orgullosa de lo que me hacía diferente, porque significaba que no me parecía a lo que no me gustaba y que nunca me iba a parecer. Par mí ir a clase era una obligación que tenía que cumplir para compensar los esfuerzos de mi madre. Vivía todo el año esperando un momento feliz. Y entonces os conocí a vosotros, un grupo de chicos diferentes de los que había conocido antes. Dispuestos a ofrecerme vuestra ayuda y amistad. Me habéis devuelto la confianza en los demás; me he dado cuenta de que hay personas que merecen la pena, que no se fijan en cosas banales y que te consideran por lo que eres y no por el aspecto que tienes. También he aprendido que por mucho que te empeñes, no siempre consigues lo que quieres y que muchas veces nada sale como te lo esperabas. Pero para eso están los amigos, para estar junto a ti cuando más los necesitas, ya sea en los momentos buenos o, sobre todo, en los malos. Nunca me olvidaré de la experiencia que hemos tenido juntos. Sois los únicos amigos que me habéis ayudado a tener fuerzas para sacar de lo malo algo positivo, algo que pudiera ayudar a mi “yo” a crecer. Por eso os doy las gracias a todos, gracias por ser mis amigos.
Carta firmada

Yendo a la caritativa
Hace dos años comencé a hacer caritativa. Todos los sábados por la tarde iba con mis amigos a hacer compañía a unos ancianos, a charlar un rato con ellos. Todas las veces nos agradecen que vayamos a verles porque cuando estamos con ellos nos divertimos, les escuchamos, les contamos lo que hacemos durante el día y ellos nos hablan de su vida. Con el paso del tiempo he empezado a cobrar afecto por ellos, especialmente por algunos, por eso cuando voy los sábados con mis amigas damos una vuelta por las habitaciones para saludar a todos y nos paramos a charlar un rato. Cada vez que voy a verles salgo feliz, incluso dándome cuenta de que frente a sus problemas tan graves, la enfermedad o la muerte, soy impotente para resolverlos. He aprendido así que yo no puedo darles la alegría que necesitan, pero Otro puede hacerlo; yo no puedo darles lo que necesitan de verdad, pero Cristo puede. Pero entonces me pregunto: ¿qué tienen que ver conmigo? Porque en lugar de ir a verles podría irme a dar una vuelta por el centro con mis amigas. Estando allí he comprendido que Cristo siempre tiene que ver conmigo, en todas las circunstancias, incluso en las más insospechadas como un rato de charla con una señora hablando del tiempo. Estar con ellos me ha permitido entender que Cristo se hace presente en nuestra vida siempre y de manera muy concreta.
Giulia

Caminar juntos
Publicamos la despedida de un profesor de bachillerato a sus alumnos del último curso.
También esta vez ha llegado rápidamente la última clase. Cuando os veo cansados, preocupados, hartos y nerviosos ante el examen, pienso en el camino que hemos recorrido juntos. En una ocasión oí que hay muchas profesiones y una vocación, enseñar. Para mí es cierto: ¡qué privilegio que a uno le paguen por dejarse fascinar cada día por la realidad junto a sus alumnos y verlos crecer, hacerse hombres y mujeres delante de sus ojos, esforzándose por mantenerse en pie ante la compleja neblina del mundo en que vivimos. Conocer es un desafío fascinante, yo os lo he mostrado lo mejor que sé, como he podido, como lo es para mí. Os he hablado de aquello en lo que creo, mirando con simpatía vuestro esfuerzo, ¿no es cierto que las cosas más verdaderas son las que más nos cuestan? Espero que con mis charlas os haya quedado al menos algo útil para vuestra vida; no sé si lo habéis entendido, pero era lo que deseaba cuando os veía delante de mí, incluso si resultaba difícil de creer durante esas interminables horas de los lunes. Yo no me olvidaré. Os deseo lo mejor.
Stefano

Maravillosa sorpresa
Publicamos la carta escrita por un amigo a la vuelta de los Ejercicios de jóvenes trabajadores.
Querido Stefano: Querría darte las gracias por esta maravillosa experiencia que hemos vivido juntos en estos dos días que se me han hecho tan cortos. Me acerqué al movimiento con cierto reparo e incluso “sospecha” de que me iba a encontrar frente a un grupo cerrado y con un lenguaje difícil de entender; en cambio, qué maravillosa sorpresa descubrir a gente fabulosa que busca y pregunta al unísono, que anhela la “belleza” de Jesucristo de una manera tan natural, profunda, humana y verdadera. En los momentos de oración en común, de reflexión sobre las extraordinarias palabras de don Eugenio, sentía de manera inequívoca la presencia de Alguien más grande, hermoso, grande y misterioso. Me gustaría poder describir mejor lo que experimento, pero leo en tu mirada que también a ti te pasa lo mismo y eso que entiendes todo mucho mejor que yo. Simplemente quisiera poder transmitir a los que me rodean lo que me ha pasado, para que todos comprendan que nunca estamos solos, que debemos vivir intensamente aspirando a la belleza de Jesús, y como decía don Eugenio afrontar el día a día con el espíritu de un niño atento a quien llama al timbre de su casa: ring, ring….
Davide

Una impronta educativa
Me encuentro dando clases de Química en un colegio rural en un pueblo pequeño de Argentina que se llama Monte Ralo. Es un pueblo de neta actividad de agricultura. Como todo colegio rural es modesto y con alumnos pobres, ya que son hijos de los peones que trabajan en los campos. Para el gobierno esto es zona desfavorable; por esto nos dan un plus en el sueldo, pero casi nadie quiere ir a esos lugares a dar clases. Se llega por caminos de tierra, muy polvorientos, cuando llueve prácticamente quedan aislados y nuestras faltas están justificadas, ya que solamente se puede llegar con camionetas 4 x 4, y es imposible llegar con nuestros autos por los 20 km de tierra. El año pasado comencé a dar clases, ya que recién este año se reciben los primeros, que son solamente tres alumnos. Les digo que es una experiencia muy interesante, porque son chicos pobres, que prácticamente no conocen la ciudad, pero a su vez con muchas ganas de aprender; son respetuosos y sencillos. Es un colegio del Estado y esto es bueno, porque también doy clases en un colegio católico y allí todo es obvio, pero en cambio aquí todo es novedad. Fui el primero en enseñar Química en ese colegio. Después de unos meses de dar clases me avisan que tenían guardadas unas cajas que había enviado el Estado y que eran de un laboratorio de Ciencias Naturales pero, como nadie entendía del tema, estaban guardadas y cerradas. Cuando lo abrí vi que era un laboratorio bastante bueno y enseguida lo puse en marcha; los padres se reunieron, hicieron algunas actividades y juntaron dinero para comprar los reactivos; tuve que ponerme en campaña para hacer las compras y comenzamos hacer experiencias de laboratorio. Todos muy contentos. Y, bueno, todo se puso en marcha, y por supuesto toda mi persona, y uno lleva consigo toda la experiencia del CLU. Lo que más valoro a medida que pasa el tiempo es la impronta educativa del Gius, la forma de estar ante la realidad, por supuesto con traiciones y olvidos, pero siempre tendiendo hacia delante, buscado lo positivo. Siempre acordándome de ustedes, no como una forma de nostalgia, sino con la memoria de lo que soy, de lo que tengo por proponer, desde el Aula Magna de la Universidad del Litoral a la escuela rural más olvidada de la pampa húmeda enseñando Química, con la misma pasión, el mismo deseo y el mismo pedido. Como decía don Gius el tiempo vuelve más sólido lo verdadero. Un profesor me decía el otro día: «tú le has dado un ímpetu nuevo al colegio y eso que solamente vienes tres horas a la semana; tengo un poco más clara mi tarea docente». Sí, aunque parezca mentira, todos me consultan, porque he hecho ciertas observaciones sobre la forma de dar las materias y el perfil del alumno que egresa. El tiempo pasa y soy uno de los de mayor edad y pongo en juego toda mi experiencia educativa. De a poco fue surgiendo nuestra impronta educativa, por eso propuse visitar una exposición rural muy grande, de la que quizás escuchaste hablar: la Agroactiva. No había nada y no teníamos nada, por supuesto tampoco nuestros alumnos; comencé a identificar las relaciones y se las hice ver a mis colegas profesores, que se dieron cuenta de lo que teníamos. Conseguimos entradas gratis de una empresa expositora, y con la desfachatez del CLU fuimos a pedir dinero al intendente para el viaje; este respondió bien y nos pagó el colectivo. Todo esto transcurre en la sencillez y fragilidad de tres horas de Química, pero con toda la solidez de la impronta educativa de don Gius; cada día valoro más lo educativo del movimiento. Lo deseo fervientemente para mis hijas.
José, Monte Ralo (Argentina)

Ver qué es la Iglesia
Al volver de la peregrinación a pie a Macerata-Loreto, una amiga escribió esta carta.
Querido Mauricio: En primer lugar quiero agradecerte la invitación a participar de algo que forma parte de tu/vuestra vida y que, para mí, era bastante desconocido, auque tengo varios amigos de CL. Gracias además porque a pesar de los dolores en las piernas que ya presentía ayer y que hoy me dan la lata, estoy muy contenta de lo que he visto y oído. Me impresionó esa riada de gente caminando, el clima de recogimiento y participación en la oración, todos esos voluntarios que durante toda la noche, a lo largo del camino estuvieron sosteniendo las pancartas, la participación de la gente de los pueblos que atravesábamos, a cualquier hora de la noche, aunque no conocieran a nadie. He visto qué es la Iglesia. No digo que vaya de peregrinación todos los meses, quizá ni siquiera lo haga todos los años, pero sin duda quiero volver a hacerlo.
Sor M. Gloria

Reconocer la belleza
Querido Julián: He ido con la comunidad de Carpegna a visitar Sansepolcro. Por la tarde fuimos al Ayuntamiento, donde se pueden ver varias obras de Piero Della Francesca y nos detuvimos en la sala principal, donde campea el célebre fresco de La Resurrección. Un amigo de la comunidad de Sansepolcro, explicándonos la pintura subrayó que se trata de una obra que fue encargada por el Ayuntamiento y por ello se pintó en el salón de plenos. Al terminar la visita comenté: «¡Fijaos que en el siglo XV no era un escándalo ni una objeción para los políticos discutir de asuntos públicos en el pleno municipal bajo la mirada magnífica de Cristo resucitado! ¡Hoy en día, ciertos abogados y profesores piden que se retire el crucifijo del lugar de trabajo! ¡Menudo alejamiento de nuestro Señor ha habido a lo largo de estos siglos!». Pocos días después, volvió a salir esta reflexión durante una comida en mi casa, en la que también estaba mi cuñado, un hombre de izquierdas de toda la vida, declaradamente anticlerical y con un gran corazón, que dijo «Ya ves, han hecho falta varios siglos para crear una civilización. Ahora, en esta sociedad multiétnica, se está empezando a entender que estos símbolos ya no nos sirven, es necesario respetar a los demás y vivir la fe de manera privada». Dispuesta al contraataque, para mi sorpresa se me adelantó mi hijo Pietro, de 11 años: «Tío, ¿qué quieres decir? En mi clase hay un crucifijo, ¿lo que dices es que si llegase un chino deberían quitarlo por respeto a él?». Él respondió con evasivas y se acabó la discusión. Por la noche, antes de irse a la cama, le dije a Pietro «¡Gracias por defenderme!», y él: «¡Yo no te he defendido, he dicho la verdad!». Pensando en ello me venía a la cabeza esa conocida frase de Jesús: «si no volvéis a ser como niños no entraréis en el Reino de los Cielos», y el reclamo apasionado de don Gius en los Ejercicios de la Fraternidad de 1982, cuando aludiendo a ese pasaje del evangelio, nos deseaba esa mirada y esa conciencia de niño, colmada de la presencia de su madre. Me encontré pidiendo reconocer Su Presencia entre nosotros hoy para que no nos pase lo que decía Pasolini –como nos recordabas en Navidades–: que «la belleza pase y no la veamos». Quiero estar presente, vivir el día de hoy, para que el Señor no encuentre la sala vacía cuando llegue a mi puerta. Creo que en esto consiste el trabajo para acoger el don del Espíritu.
Sandra, Ancona (Italia)

El don del Espíritu
Hace un mes, en una asamblea del instituto, se planteó un debate sobre el tema de las relaciones entre el islam y Occidente. En la mesa estaban un representante de la comunidad islámica de la zona y dos estudiantes de la escuela. Como muchos de mis compañeros habían previsto, entre las intervenciones de las dos estudiantes, el representante islámico y algunos de mis compañeros la discusión comenzó a acalorarse. Cada uno de ellos, sobre todo mis compañeros, hablaban partiendo de sus propios intereses de partido. Se discutían temas como el crucifijo en la escuela, el velo de las mujeres o los kamikazes. Al contemplar la escena hice mentalmente un juicio negativo sobre el debate y pensé en decírselo a mis compañeros, pero todo dentro de mi cabeza. Por mi carácter estoy acostumbrado a estar callado, a no dejarme llevar en público. Cuando el encuentro estaba a punto de terminar, inesperadamente decidí tomar el micrófono para hablar. Comencé diciendo que esto, más que un debate parecían dos muros enfrentados, y que si queremos comenzar a dialogar, tenemos que partir de nuestra propia experiencia, de nuestras exigencias humanas, porque la religión es la plenitud de la experiencia humana. Dicho lo cual, volví a mi sitio preguntándome cómo habría podido salir a hablar delante de todos mis compañeros. Después, leyendo las páginas de la Escuela de Comunidad que hablan del don del Espíritu, comprendí que era Él quien estaba conmigo en esos momentos. Comprendí que el Espíritu es un don, una sorpresa total, porque antes de acercarme al micrófono no me había encomendado a ningún santo y mucho menos al Espíritu Santo. «La fuerza del hombre es Otro, la certeza del hombre es Otro». Esa certeza de llevar a Cristo a ese debate no acabó allí, porque a un chaval le había impactado lo que yo dije y cuando me vio andando por el pasillo se acercó a mí para agradecerme mi postura ¡por ser más verdadera y realista que todas las demás!
Marco, Ancona (Italia)

Un periódico en el bar
Queridísimo Julián: Te remito la carta que nos ha enviado hace algunos días la camarera del bar al que vamos todas las mañanas a desayunar después de rezar Laudes. Este bar está enfrente de la Facultad de Medicina y ya te puedes imaginar que durante la campaña electoral lo hemos tomado al asalto. Cada día entre café y café, discusión y discusión iban saliendo los folletos con los diferentes juicios, los programas electorales, etc. Hasta el último día de la campaña, en el que dejamos en ese bar al menos cien copias de nuestro periódico universitario Binocolo (Telescopio, ndt). La camarera se llama Marta y es cubana; siempre me ha llamado la atención su sencillez, pero después de recibir esta carta me ha conmovido, literalmente… es ella la que me ha “reconfortado”. «Chicos, ¿qué os pongo? ¿un café? ¿un capuchino? No. Esta vez es otra cosa la que quiero deciros. El sábado por la mañana encontré en el bar el periódico Binocolo y al leerlo comprendí quién lo había escrito, seguramente gente que va “más allá”. Es fantástico saber que en una sociedad como ésta en la que reina la superficialidad, la hipocresía y la apariencia, en la que todos miran pero nadie ve, o nadie quiere ver, o quizá prefiera esconderse tras las drogas y el alcohol, en una sociedad en la que la guerra y la violencia llenan las páginas de los periódicos y no solo las páginas de los periódicos, es reconfortante saber que existen chicos como vosotros. Sois capaces de ver sin “telescopio” y no sois indiferentes a los problemas, a todas las preguntas y preocupaciones que afectan al futuro de tanta gente, abrís los ojos e intentáis resolver los problemas, no haciendo como si no pasara nada. Sois todos gente que da gusto ver, pero vuestra belleza está dentro; espero que sigáis manteniendo abierta vuestra lista durante mucho tiempo para que puedan inscribirse muchos más que os ayuden a embellecer tanta fealdad y a que esta generación y las que vengan puedan así dar mejores frutos. Seguid luchando por lo que creéis que es justo y no os detengáis cuando surjan las dificultades. No me queda más que desearos mucha suerte y felicitar a vuestros padres. No bromeo cuando digo que me gustaría que mi hija fuera como vosotros. Os admiro y os aprecio».
Pietro, Chieti (Italia)

Agradecimiento
Soy un cubano que me fui de mi país en 1994 junto con mi hija a Suecia, la única vía posible de escape del comunismo, ya que no necesitaba Visa de entrada; mi esposa, que es búlgara, tuvo que quedarse en Cuba. Más tarde vendríamos a Bulgaria a reunificar la familia... el comunismo nos unió, después nos separó y Comunión y liberación nos reunificó. Conocí el movimiento al llegar a Estocolmo: un día fui invitado con mi hija a participar en una reunión que organizaba allí un grupo de italianos. Era la Escuela de comunidad. Al principio me preguntaba: «¿Esto no será una secta?, porque yo soy católico practicante y eso no lo voy a permitir». Porque en verdad era una cosa totalmente nueva para mí. Allí veía un grupo de personas que hablaban de su experiencia comparándola con un libro que me resultaba extraño y difícil de comprender –era El sentido Religioso–, pero me llamaba la atención fundamentalmente aquella disposición de ofrecernos su amistad sincera, sin habernos conocido todavía. Era como si nos conocieran desde hacía mucho tiempo, algo tan raro para mí y mi hija que nos preguntábamos cómo era posible que se hubieran abierto a nosotros tan naturalmente. Era lógico que pensáramos así, porque veníamos de una sociedad comunista. Con el paso del tiempo vimos en ellos la sinceridad y la fe en Cristo; éramos como una familia, una pequeña iglesia donde confrontábamos lo leído con la vida cotidiana. A partir de ese momento nuestras vidas cambiaron porque nos ayudó a ser sencillos de corazón, a comprender que en cada circunstancia de la vida se encuentra la mano de Dios, y a ser más libres por estar dispuestos a aceptar lo que Dios quiera de nosotros. Por eso le doy gracias a Dios por la oportunidad que nos brindó de conocer CL y de aprender a dar el “sí” de mi persona a la Divina Presencia en cualquier circunstancia que se me presente sin importarme si es la más bella o la más difícil, porque incluso de los errores podemos sacar una lección positiva.
Ricardo, Sofía (Bulgaria)

Corpus en la Concordia
Este año hemos participado en la realización de la alfombra floral del Corpus de la Parroquia del Remei, que es donde vamos cada domingo a misa, y donde tenemos una buena relación con el párroco, Mosen Pere Montagut. La alfombra es una tradición que consiste en cubrir las calles o plazas de pétalos de flor de colores, de manera que resulte una alfombra con un dibujo. Luego, una vez terminada se hace una procesión con la custodia por encima de la alfombra. Se hace en señal de ofrecimiento a la Eucaristía, y los primeros en pisar la alfombra floral son el sacerdote con la custodia y los que ese día celebrarán su Primera comunión. Así pues, Mosen Pere nos ofreció colaborar desde el inicio ya que este año se quería retomar la práctica de esta tradición abandonada desde hacía muchos años en la parroquia. El Ayuntamiento nos ofreció alguna ayuda económica, y nos estuvimos reuniendo periódicamente para organizar todo el tinglado, porque no era nada fácil llevar a la práctica el proyecto que se había acordado finalmente: una alfombra de 20x24 m, es decir, toda la plaza que hay enfrente de la iglesia. Yo fui uno de los dibujantes que tenía la tarea de trazar con tiza sobre la plaza el dibujo que los alumnos de una escuela de Bellas Artes del barrio habían preparado para la ocasión, y junto con otros 8 dibujantes, nos presentamos en la plaza a primera hora de la mañana para empezar. De rodillas, empezamos a trazar líneas y al cabo de más o menos una hora ya estaba el dibujo terminado. Mientras tanto, empezaba a llegar gente de la parroquia y del barrio, que se había ido enterando de la propuesta y se sumaba para ayudar. Llegaron los pétalos y también tierra y ramas que se tenían que deshojar para conseguir el relleno de color verde. Yo me quedé para ayudar a los que se encargaban de los pétalos y demás. Cuando llevábamos unas tres horas de trabajo, hacia las 10 de la mañana, el mosén nos hizo parar un momento para bendecir nuestro trabajo con unas palabras muy indicadas sacadas de un librito de liturgia, y acto seguido nos invitaron a un buen desayuno antes de volver al tajo. Luego, a buen ritmo, fuimos terminando. La gente del barrio que paseaba ese domingo por la mañana se paraba a peguntar, se quedaba observándonos. Alguno de más edad pedía aclaraciones sobre si aquello era por el Corpus, y luego me contaba sus memorias de cuando esto mismo se hacía muchos años atrás. Algún otro incluso se apuntaba a colaborar. Por mi parte no puedo dejar de pensar en las palabras del Papa en la audiencia de Roma el 24 de marzo: «… durante un reciente encuentro con el clero y los párrocos de Roma…, les dije que si el Señor nos da nuevos dones debemos estar agradecidos, aunque a veces sean incómodos. Al mismo tiempo, como la Iglesia es una, si los Movimientos son realmente dones del Espíritu Santo, deben insertarse naturalmente en la comunidad eclesial y servirla». Tenemos la suerte de estar en una parroquia donde esto sucede por ambas partes, y lo que hicimos el día de Corpus es un claro ejemplo de ello. También estoy contento porque hemos colaborado en algo que implicó a todas los grupos que hay en la parroquia, de gente mayor y gente joven, nos conocimos un poco más; permitió renovar una tradición que, aparte de ser bonita, tiene un significado hondo que desconocía completamente. Mientras estaba terminando de aplanar la arena y de arreglar los pétalos me di cuenta de que si cada día trabajara con esta entrega en mi trabajo, ¡seguro que todas las empresas se pelearían por ficharme! Con esta pasión quiero entregar todo mi tiempo. Basta que se haga presente “el que lo es todo”, el Señor al que todo se ordena para que la fatiga deje de ser un impedimento.
Albert, Barcelona (España)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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