Va al contenido

Huellas N.04, Abril 1993

PORTADA

CL y el 68

Davide Rondoni

Hace veinticinco años la crisis de Gioventú Studentesca (GS) y el nacimiento de CL. Una conversación recupera las causas. Y la profecía para el presente

Las fuerzas que mueven la his­toria son las mismas que mue­ven el corazón del hombre. Para los cristianos éste es un princi­pio de conocimiento y acción que ayuda a identificar el criterio adecua­do, incluso en los momentos de con­fusión y de dramático cambio social. De hecho, donde se hace evidente una correspondencia entre las exigencias últimas del corazón y una propuesta, allí se da lo verdadero, incluso cuando los análisis y las corrientes del mundo puedan indicar lo contrario.
Sucedió en el '68.
Pero se trata de una sencillez que hay que pedir y descubrir siempre, para que la experiencia sea cada vez más verdadera.

La crisis de GS no sucedió a causa del 68, sino a causa de una concep­ción diferente del acontecimiento cristiano. Y en el 69 nació CL. ¿Qué es lo que se aclaró en aquella que fue la nueva guía del movi­miento?
Cesana: De esto sólo he oído hablar. Por lo que he entendido, la crisis se debió, bajo la presión de los tiempos, a una acentuación volunta­rista de la experiencia cristiana.
Giussani: De hecho, algunos bus­caron su seguridad en la fidelidad a una experiencia que juzgaron todavía viva y presente. Sin embargo otros fueron a buscarla en hechos constata­bles, en un resultado que inmediata­mente se pudiese demostrar.
Bertazzi: El motivo por el cual no me fui en el 68 fue porque lo que había encontrado en el movimiento era exactamente la respuesta al mis­mo deseo, a la misma necesidad que habían estallado en el 68, y que yo había compartido durante largo tiempo.

¿Entonces el resurgir de CL fue una fidelidad a don Giussani?
Bertazzi: Sí, pero ésta es una res­puesta a posteriori. Yo nunca había hablado con don Giussani, no lo conocía. No ha sido una cuestión tan «personalizada». Ha sido una fideli­dad a una experiencia.
El 68 fue una verificación cultu­ral y afectiva, sobre todo afectiva, de la experiencia que había encontrado. En un momento dado ya no había nada, ni los amigos, ni las activida­des.
Me quedé por un acto de fideli­dad a algo que había vivido y que tenía una evidencia agudísima.
Cesana: El nacimiento de CL (yo llegué después) fue un acto de fideli­dad, aunque dentro de una mentali­dad que permanecía fundamental­mente igual.
Comunión y Liberación nació como respuesta a los demás: aque­llos decían que la liberación viene de la revolución, nosotros decíamos que viene de la comunión. Y CL quería «demostrar» esto.
Fue un acto providencial, un acontecimiento de cuya magnitud no nos dimos cuenta hasta mediados de los años setenta.
Giussani: Siempre he explicado que también nosotros queríamos la liberación como los demás, pero esta liberación, si el hombre es malo, no puede venir del hombre; tiene que venir de otra cosa, es decir, de la comunión entre Dios y el hombre, que se llama Iglesia.
De esta afirmación se habría podido prescindir (y de hecho suce­dió así) y poner todo el acento sobre un esfuerzo de vivir la comunión que demostrase la liberación. Fue así hasta el 73.
Cesana: El paso sucedió clara­mente en el 76.
Giussani: Dado que se afirmaba que de la comunión viene la libera­ción, nos empeñábamos en vivir la comunión convencidos de que así lle­garía la liberación. Como si la comu­nión fuese un «parto» nuestro, en lugar de un «parto» divino, hecho por Otro, y la presencia realizada por Otro.

El 68 fue la ocasión para reconocer que el movimiento todavía no tenía la capacidad de «intervenir de modo eficaz con una identidad madura y precisa» ( cito de la entrevista a Robi Ronza). Si hoy es diferente, ¿cuáles son los factores que permiten al movimiento una intervención ade­cuada y eficaz en la sociedad?
Cesana: Creo que hoy es diferen­te, pero justamente porque la inmadurez de entonces se expresaba en una exigencia ansiosa de intervención, respondiendo a un criterio ajeno.
Hoy es mucho menor. Hasta tal punto es así que a menudo algunos acusan al movimiento de «intervenir poco». Y es una acusación errónea. Porque nosotros intervenimos mucho más estando que hablando. Se habla cuando es necesario.
El factor que hace eficaz y ade­cuada una intervención es la libertad. Giussani, en el 76, dijo que habría­mos podido estar en las catacumbas. Y nos preguntó: ¿dónde estaría entonces nuestra libertad? Esta se juega un momento antes de todo, en nuestra relación con el Ser, es decir, con Cristo. De esta libertad nace una intervención que tiene como finalidad la manifestación de Cristo, como anuncio misionero. Y no otra cosa.
Sin el problema de «responder» a los demás o de estar a la altura...
Bertazzi: En una de las primeras reuniones de reagrupación del movi­miento, don Giussani dijo que el nombre Comunione e Liberazione (Comunión y Liberación) indicaba lo que éramos nosotros, sólo que fal­taba el acento: Comunione é Libera­zione (Comunión es Liberación).
Aquella intuición medía el límite mismo de nuestra prontitud y nues­tra inadecuación, frente a aquel momento de crisis, grave incluso en la Iglesia. El hecho de estar prepara­dos no podemos decidirlo nosotros.
Basta pensar en el modo en que empezamos a ocuparnos de la políti­ca: fue para responder a una llamada que en este sentido nos hacían los Obispos...
Frente a una petición que nos venga de una circunstancia o de la autoridad, responder por obediencia, es decir, emprender una acción de forma gratuita, puede ser lo que motive adecuadamente la respuesta.
Giussani: Esto es un corolario. Cuanto más se insiste en la propia capacidad de responder al análisis y a la construcción marxista (o cual­quier otra), más se evidencia el no tener la misma capacidad analítica que los otros o la misma generosidad constructiva.
Hoy es distinto, ya que la guía auténtica del movimiento afirma con claridad que su esperanza está pues­ta en el Acontecimiento cristiano, cada vez más profundamente enten­dido y vivido, es decir, en la oración, en la Escuela de comunidad y en la caridad.
La guía es más justa (más concre­ta) que entonces. Y, por lo tanto, hoy son más identificables los grupitos de aquellos que no siguen, que están definidos por el intelectualismo y el voluntarismo.
Este último es el mismo error de entonces. Sólo que hoy el intelectua­lismo es más presuntuoso que antes, ya que el marxismo ha sido superado.

¿Hubo algo auténtico? ¿Algo sincero? Hace aproximadamente diez años, en una asamblea de jóvenes, en Milán, don Giussani dijo que el grave riesgo de los jóvenes es la falta de sinceridad. ¿Qué significa esto? ¿Y hoy?
Cesana: En el 68 participé duran­te un tiempo «en el otro bando» y había una traición patente, una insin­ceridad no sé hasta qué punto subje­tiva u objetiva. No es necesario olvi­dar que si bien fueron los jóvenes los actores del 68, fueron sin embar­go los adultos los «promotores». A los cuales muchos jóvenes respon­dieron traicionando incluso la evi­dencia de la experiencia elemental.
Hoy es verdad que en la universi­dad los docentes tienen una actitud parecida a aquella que había antes del 68. Hay una respeto formal más consistente hacia la autoridad.
Pero hoy los jóvenes no recono­cen un punto de referencia, una autoridad (en parte porque hoy no existe una autoridad establecida). Decimos que están mucho más dis­ponibles a un orden, a cualquier orden. Como en todos los momentos de grandes desórdenes, se viven for­tísimas tendencias autoritarias.
Bertazzi: El antiautoritarismo de entonces expresaba una exigencia de autenticiad propia. Hoy se rasura esta exigencia (aunque no se puede elimi­nar del corazón), y se deja impotente. Los actuales opinion leader son más­caras un poco grotescas (como Biagi, Quinzio ... ). Hoy el deseo parece cer­cenado. Han conseguido oprimir este deseo mucho más.
Sea como fuere, con el 68 han fallado los adultos y los jóvenes lo han pagado.
Giussani: Siempre he definido el 68 como «rebelión antiautoritaria». Con un impulso inicial sincero. Pero incluso ahora el riesgo es la insinceridad, porque los jóvenes no parten de una experiencia en la que se la juegan, sino de una recepción pasiva de las opiniones con las que el poder invade la sociedad. Y que se aceptan bien, ya que permite hacer lo que a cada uno le parece y le gusta. Y que engañosamente con­siente al poder mismo hacer lo que quiere y le parece. Todavía se pue­den identificar a aquellos que en el 68 gritaron con sinceridad.

El panfleto del '69
Comunión y Liberación
Grupos de comunidad cristiana dentro de la Universidad.

Os invita a una reunión de trabajo sobre lo siguiente:
La actual estructura social basada sobre relaciones de beneficio tiende a eliminar toda realidad que trate de realizar relaciones de comunión cristiana, de Iglesia.
El uso que se da hoy a la palabra Iglesia puede ser equivocado: pero la equivoación más grande sería el silenciar que la tarea del cristiano es trabajar para la comunidad cristiana en el mundo: para costruir la iglesia.
Vivir hoy la comunidad cristiana en el mundo es una violencia.
Construir la comunidad cristiana choca evidentemente con los compromisos de las estructuras eclesiásticas, con las estructuras sociales y con la estéril batalla dentro de la iglesia que no hace avanzar a la comunidad cristiana, que no construye una realidad de iglesia. Es una batalla, que histórica y politicamente se convierte en un beneficio total de las estructuras sociales existentes.
Sólo costruyendo la comundiad los cristianos pueden comprometerse en la liberación del hombre, no realizada para tranquilizar su conciencia, sino para llevar hasta el fondo el anuncio de salvación y de comunión.

Grupo de comunidad cristiana en la Universidad Católica
Miércoles 26 de noviembre
15:30 h Aula Pío XII

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página