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Huellas N.03, Marzo 1993

SOCIEDAD

Dolor y tarea

Si Italia hablase, probablemente robaría estas palabras al poeta Carlo Betocchi:

«... Y mi vida es como
un teatro cuando se cambian las escenas:
desorden, polvo, un grito áspero... »

En efecto, estamos viviendo un confuso cambio de escenario. Y no es seguro que el que se pre­para sea mejor que el escenario pasado.
Seguro es, sin embargo, que casi todos los que en estos meses se han multiplicado en análisis, juicios, sobre los hechos italianos, lo han hecho sin dolor y sin indicar realmente una tarea.
En las palabras de los periódicos, de la televisión (e incluso en las charlas de café o en el tran­vía) no hay dolor por lo que está aconteciendo. Hay el cinismo de quien mira los errores en torno a sí ufanándose de su presunta inmunidad. Y hay sobre todo la superficialidad a la que nos obliga el coro trágicamente unívoco de los mass-media.
No hay el dolor del hombre que se da cuenta de vivir en la mentira personal y, por tanto, social.
Identificar culpables, especialmente entre los políticos, se ha convertido en el deporte nacional. Un deporte practicado por algunos con euforia irresponsable.
Una noticia que pasó inobservada en los días pasados informaba que los administradores de las comunidades de propietarios roban en Italia unos 12 billones de liras al año.
Evidentemente los apestados no son sólo los pocos «culpables» a los que se quiere derrocar.
El cristiano sabe que ningún hombre está ausente de culpa. Sabe que sólo de algo fuera de él puede venir la posibilidad de rescate. Por eso no ama los procesos sumarísimos. Y advierte el engaño en una situación donde las diferencias «reales» entre la concepción de la justicia que pro­pugnan los «nuevos justos» y la que predicaban hasta ayer mismo los «condenados» son impalpa­bles, hasta el punto de reducirse, en el fondo, a diferencias de alineamiento.
Además de no mostrar dolor, la mayor parte de los juicios sobre la llamada cuestión moral son incapaces de indicar una tarea real. Es decir, una tarea que comprometa ahora, de inmediato, y no un slogan o una exhortación que se pierde en lo indefinido. Sin la tarea consiguiente, cualquier juicio es inútil, cuando no «interesado».
Nos parece que la intervención del cardenal Ruini en la apertura del primer consejo permanen­te de la Conferencia Episcopal Italiana del 93 va en este sentido, distinto de todos los demás.
Tras el análisis de la situación ha indicado una tarea para sí mismo y para la Iglesia italiana: «... La Iglesia entera está llamada a ser, más de lo que ahora es, casa habitable por los jóvenes».
Nos parece el juicio moral más cargado de verdadera preocupación. Y con más visión de futuro.
(El texto ha sido utilizado por don Giussani en su intervención en la Asamblea Nacional de la Compañía de las Obras del sábado 6 de febrero de 1993).

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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