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Huellas N.06, Junio 2020

PRIMER PLANO

Fuera del sueño

Davide Perillo

Una «tierra nueva» entre el estupor y la preocupación. El mánager Oscar di Montigny habla de economía, política global, beneficio… y de salir de la “burbuja”. Cuando ya no conviene seguir evitando las preguntas

«Es como Stargate, ¿la ha visto? La película de los años noventa que entraba en otra dimensión. Ahí estamos, en la puerta de acceso a un mundo nuevo». A Oscar di Montigny le gusta hablar con imágenes. Es un lenguaje que no te esperarías en un banquero. Pero esa es la manera en que el responsable de Innovación de Banca Mediolanum (50 años, casado con Sonia Doris, cinco hijos) se dirige a un público multicanal: auditorios globales (de Davos al último Meeting de Rímini), radio (tiene una sección en Radio Italia), internet, libros.
El último, publicado en mayo, se titula Gratitud. Escrito, evidentemente, antes del coronavirus, vuela alto y propone un cambio de paradigma masivo, para los que se dedican al mundo de la empresa pero no solo. Habla de medioambiente y política global, de un beneficio que «vea en el hombre un fin y devuelva a la economía su papel original de medio»; de un cambio que «debe partir de nosotros mismos» y de «centralidad de la educación». Y, por supuesto, de la gratitud como la «única manera de vivir plenamente», como un indicador más adecuado que el PIB y la facturación para medir el bienestar, personal y colectivo. En síntesis, invoca un cambio de ruta porque «si nos seguimos quedando en nuestro sueño, el futuro no tendrá piedad». Frase que, al releerla ahora, casi parece reflejarse en esa «irrupción de la realidad» de la que parte El despertar de lo humano.
«De hecho, me he identificado con las palabras de Carrón», afirma. «Después de haber leído mucho al papa Francisco, me siento en la misma dimensión. He añadido un nombre en mi lista de “los que dicen ciertas cosas”. Y lo digo en el sentido más noble. He percibido una sensación de pertenencia a cierto punto de vista, a un cierto tono, como diciendo: “Ok, estos son los que dan el Do mayor…”».

Entonces partimos del mismo punto: el alcance de la realidad que tenemos delante. ¿De qué se trata? ¿Por qué habla usted de «mundo nuevo»?
Es un desafío de la humanidad, a escala global. Y digo “global” en dos sentidos. Ante todo en sentido exterior. Nadie, en estos meses, ha podido decir «esto no me afecta». La vibración ha llegado a todos. A todos nos ha conmovido, o movido, esta situación. Unos por impacto, otros por disgusto, dolor, miedo… Pero también es un desafío global en sentido interior. Ha democratizado la sensibilidad de la gente. Ha concedido a todos el contacto con una dimensión nueva, más profunda. Luego cada uno puede traducirla a su lenguaje. Para unos ha sido redescubrir a su familia, para otros el trabajo, o la fe… Pero creo que todos hemos descubierto un terreno más íntimo. Creo que ahora el mayor desafío es espiritual.

¿En qué sentido?
Como hombres, tendemos a tener miedo de lo nuevo. Hay quien quiere escapar rápidamente de este territorio nunca visto porque no se siente seguro, y quien lo considera un lugar por descubrir. Preocupación y estupor: es normal.

Pero en todos surgen preguntas…
Uno de los indicadores de más aridez en la situación anterior era precisamente la corrosión acumulada en nuestra facultad para hacernos preguntas, de la que ningún ser humano puede verse privado. Luego hay personas que crecen en situaciones capaces de provocarlas y otros que viven en condiciones en las que se inhiben esas preguntas: por la aridez del contexto o porque lo más práctico es no hacerse demasiadas. Primero compras y luego te preguntas qué has comprado, primero te casas y tienes un hijo, y luego te preguntas qué es una familia… Esta vez es difícil que no salgan a relucir.

Y son preguntas radicales.
Mucho, y especialmente sobre el significado. Es una de las características distintivas del ser humano. Espero que esta situación nos obligue para bien, al menos a una parte de nosotros, a plantearnos una pregunta nueva sobre el sentido. Pero me preocupa toda la narrativa que nos empuja en cambio hacia el llamado «retorno a la normalidad».

¿Por qué?
El ser humano por naturaleza no es “normal”. Su recorrido evolutivo, interior y exterior, no está predeterminado. Es único para cada uno. Sus preguntas sobre el sentido o sobre la relación con lo absoluto no tienen nada de homologable. En el mundo que nos acompañaba antes de la pandemia se estaba estandarizando lo no-estandarizable. El papa Francisco insiste con fuerza en esto. Basta pensar en la Laudato sí. Cada uno de nosotros es único y al mismo tiempo está ligado al mundo. Pero esos factores los habíamos perdido.

La carrera hacia la “normalidad” es un arma de defensa, la recuperación de una medida que nos resultaba familiar…
El retorno a la zona de confort, a la “burbuja” de la que habla Carrón. La verdad es que estamos en una encrucijada. Frente al riesgo, muchos pensamos que antes que perderlo todo nos contentaremos con lo que había antes, pero sería un paso atrás porque impediría atravesar ese Stargate del que hablábamos al principio. Significaría volver a una normalidad contaminada, miope, que era igualmente un lugar de sufrimiento para muchos aunque estuviera censurada. ¿Quién recuerda que a tres horas de aquí tenemos el delirio de la guerra en Yemen? La pobreza, los inmigrantes, el medioambiente… El verdadero problema aquí es recuperar la interdependencia. Pero es necesario el esfuerzo de generar una nueva intensidad en las relaciones, de lo contrario esa distancia nos hará infecundos.

¿Por qué habla de «esfuerzo»? ¿No sería más bien una intensidad que ya ofrece la realidad misma? En su último libro, usted se pregunta: «¿Cómo puedo volver a apropiarme de verdad, día tras día, del gusto (necesario) de encontrarme con el otro?». Es una palabra hermosa, «gusto»: no lo creamos nosotros, viene de la fascinación de las cosas, de descubrir su dimensión más auténtica. Es un factor de conocimiento, más que ético.
Sí, es un acto de conciencia. Con el desconocido con el que cruzas la mirada desde el otro lado de la acera guardas la distancia, pero hay un contacto. Te das cuenta de su presencia. En este sentido, hay que realizar una acción de respeto para redescubrir ese placer.

Hay otro factor puesto a prueba: la confianza. Es la clave de bóveda de la convivencia civil, ¿no? Pero aquí la sacudida también es más fuerte…
Es verdad, la situación incide también en la arquitectura social, la economía, la política… Ahora se vuelve a los fundamentos. Si no crees en nada, este momento te somete a una prueba dura. Dejemos a un lado el miedo al después, ¿qué sucede ahora? ¿Cuál es el filtro que te ayuda a leer este fenómeno? Si no has tenido la suerte o el mérito de adquirir con el tiempo lentes adecuadas para interactuar con el mundo, hoy te sentirás solo como un perro y sin referentes. Los fundamentos de muchos discursos están quedando al descubierto. Es como en Mont Saint-Michel, ¿ha estado alguna vez? Cuando la marea se retira ves lo que hay debajo. Punto. Antes podían contarme un montón de cosas. El agua podía ser más o menos transparente, pero para su opacidad siempre había alguna excusa: el tiempo, la contaminación… Ahora se acabó. Ahora se ve lo que hay en el fondo. El que no tiene nada que decir, echa el cierre. Y esto vale para la política, para la economía y para la sociedad en general. Mire cómo han desaparecido en la nada los llamados influencer… Y en medio de todo esto, de alguna manera, las dimensiones religiosas son importantes áreas de recreo. Mis suegros, por ejemplo, ven la misa todos los días. En mi casa se ha empezado a bendecir la mesa en todas las comidas. Antes yo lo hacía en silencio porque no me gusta imponer nada, pero ahora ya no es tabú.

Pero esta religiosidad que se vuelve actual, ¿es solo un consuelo o de algún modo es una clave de lectura de la realidad, un uso más agudo de la razón?
Hay que volver a la pregunta inicial sobre el sentido. Hay que entender en qué punto del camino nos ha pillado todo eso. Creo que muchos han vuelto a conectar con su lado más profundo. La dimensión espiritual, no solo la religiosidad, reconquistará mucho terreno. Pero los terrenos que se han secado podrían acabar perdiendo el tren. Aunque es verdad que una gota de agua da vida incluso a una zona árida, lo cierto es que esa gota debe volver para que la tierra se vuelva fértil. Dios hace el 99% pero te pide un 1%. Debes dar un paso. Al menos, a nivel de conciencia.

¿Cuál es la mejor palabra para resumir este momento?
Yo diría “oportunidad”. O mejor, “crisis” según su acepción etimológica: momento crítico, de decisión. No creo en la “nueva normalidad”, tampoco estoy de acuerdo con la narrativa del re-inicio, la re-construcción, el re-nacimiento. Entiendo que el prefijo “re-“, por sí mismo, significaría “nuevo”, pero no está dicho que sea así. Si seguimos igual que antes no cambiará nada. Si matábamos por petróleo y mañana mataremos por litio, da igual. Por eso digo “crisis”. Pero también “compasión”, en el sentido de apasionarse, de “sufrir con”, “sentir pasión por”. Es otra cosa que podremos redescubrir.

¿Y hay algo por lo que se pueda incluso estar agradecido?
Sí, es un momento en que también se puede descubrir la gratitud. Lo digo con gran respeto por los que sufren, pero esta situación nos lleva a dar un paso colectivo y a movernos personalmente. Yo me siento llamado a mejorar, como hombre, marido, padre, mánager… Y en ese sentido estoy agradecido. «Gratitud» puede parecer una palabra arcaica, pasada de moda. Pero es la memoria del corazón. Nos olvidarán por lo que hayamos dicho o hecho, pero no por cómo hayamos hecho sentirse a otro.

¿Hay algo que le haya impactado especialmente estas semanas?
Una chica que entrevisté para mis Gotas de gratitud, una columna que tengo en internet. Se llama Stefania y es enfermera en un hospital oncológico. De día está en la planta y de noche trabaja en su tesis. Pero todas las tardes, con una compañera de piso, visita a los ancianos de su bloque para saber si alguien necesita algo de compra. Puede parecer algo banal pero yo, por ejemplo, no lo he hecho… Esa chica me ha enseñado, me ha abierto una ventana.

En su mundo, la economía y las finanzas, ¿qué traerá todo esto los próximo meses?
La situación es grave. Mucha gente tendrá problemas en su economía doméstica. Habrá gente que se quede parada durante años. Con unos costes emocionales muy duros, como el que tuviera previsto pagar unos estudios a sus hijos, el que tenga que hacer esfuerzos enormes… El impacto económico es serio y la industria tendrá que decidir cómo se sitúa. El deseo de acumulación y especulación podría encontrar terreno fértil, por miedo, arrogancia… Pero también podría abrirse camino otra manera de hacer economía. ¿Por qué un banquero no va a replantearse la situación? El papa Francisco ha dicho que la política es una de las formas más altas de la caridad. Lo mismo vale para las finanzas: gana, haz negocio, pero no puedes hacerlo sin tener en cuenta el conjunto.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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