Las estadísticas hablan de millones de indigentes. ¿Cómo ocuparse de ellos? Por ejemplo utilizando los excedentes de la industria alimentaria.
Ocho millones de pobres en Italia son una realidad que no todos conocen. No se trata sólo del «ejército» de los mendigos y de los sin techo de las grandes ciudades, de los nómadas, de los emigrantes y de las masas de desesperados que cada día se agolpan en las mesas comunitarias de las parroquias y asociaciones asistenciales. En realidad la marginación menos evidente, pero igualmente dramática, está constituída por millares de familias, pensionistas, ex-drogadictos en vías de recuperacón, minusválidos, que cada mes deben hacer las cuentas con el desempleo y, cuando lo hay, con un salario ínfimo, no siempre seguro, y con certeza no adecuado al coste de la vida.
Los sociólogos los definen «los pobres relativos», contraponiéndolos a los «pobres absolutos», completamente desprovistos de fuentes de sostenimiento. «Relativamente pobres» son, pues, en Italia cerca de tres millones de familias, no pocas veces obligados a pedir ayuda, aunque sólo sea para salir del hambre, a entidades y asociaciones de voluntariado.
Los que están implicados se encuentran cotidianamente ante la necesidad de hacer frente a situaciones gravísimas, en primer lugar, la insuficiente cantidad de comida a disposición (cada día sirven toneladas de alimentos) y, sobre todo, la falta de una adecuada red de coordinación entre los alimentos almacenados disponibles y su asignación; faltan sujetos precisos que realicen la distribución. Estos son, en breve síntesis, los datos que componen la rápida fotografía de un grave problema.
Un intento
El Banco de alimentos nace en Milán hace tres años, por voluntad de algunos amigos milaneses que junto a un industrial del norte, Danilo Fossati, presidente de Star, una de las industrias alimentarias italianas más importantes, intentan importar también en Italia la idea, sencilla y genial al mismo tiempo, que hace treinta años animó la iniciativa de John Van Hengel, fundador de la «Saint Mary's Food Bank» en Fénix, Arizona.
La idea básica de la iniciativa parte de la constatación de que en la industria alimenticia se acumulan excedentes causados por decisiones empresariales: fecha de caducidad próxima, no vendidos, sobreproducción ocasional, etiquetamiento defectuoso, cambio de confección, etc. Son productos que ya no son cbuirlos gratuitamente a los más necesitados; en otras palabras, se trata de bancos humanitarios gestionados por voluntarios».
Danilo Fossati, el primero entre los industriales italianos en darse cuenta de la enorme potencialidad de una iniciativa de este tipo y en favorecer concretamente su realización, cuenta cómo nació en él la intuición de fundar también en Italia el Banco de alimentos después de haber visto en los Estados Unidos una red de 6000 Bancos de alimentos locales, además de otros 250 que funcionan a nivel federal: «¿Por qué no intentarlo también en Italia? Me dirigí entonces a grupos de voluntariado, sobre todo católicos, y les di el apoyo financiero necesario para levantar el primer Banco de alimentos italiano y sostener los gastos de gestión necesarios: el almacén, las cámaras frigoríficas, una oficina. Después he comprometido a mi empresa tantes siguieron nuestro ejemplo».
En 1991 se recogieron 500 toneladas de artículos alimenticios, cuyo valor se estima en unos dos mil millones de liras, y se atendió a 45 entidades dispersas por el territorio lombardo. En diciembre de 1992 alcanzaremos la cifra de un millar de toneladas, y serán atendidas más de sesenta entidades que asisten a cerca de cinco mil personas. Algún ejemplo: 300 personas sin hogar son asistidas por los Padres Menores del convento de la plaza de San Angelo, en el corazón de Milán, así como en plena ciudad, en el comedor de la «Obra de San Francisco para los pobres» de la Avenida de la Concordia, se atienden cada día al menos 200 mendigos y marginados sin alojamiento estable.
En Verano, en las cercanías de Milán, la «Cooperativa Solidaridad» asiste a 100 minusválidos, a los que llega sistemáticamente la ayuda del Banco de alimentos; en Zenone al Lambro, los voluntarios del Banco de alimentos ayudan activamente al «Centro de acogida» a distribuir los víveres destinados a los 150 drogadictos que están rehabilitándose. La distribución de los alimentos alcanza a casi toda Lombardía, desde la provincia de Como a Besana Brianza, a Sesto San Giovanni, a Antegnate, en la provincia de Bérgamo, que acoge a un centenar de huéspedes.
Y además, muchas obras que desarrollan una importantísima actividad de voluntariado y de acción caritativa en la ciudad y en la periferia se sirven del Banco de alimentos: la «Obra Cardenal Ferrari» de Milán, que asiste a refugiados extracomunitarios y a familias enteras en dificultad junto a las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa.
Concreción
«El aspecto más interesante, y quizás inesperado, para quien se implica en el trabajo del Banco de alimentos -explica Lucchini- es la posibilidad de encontrarse con muchos empresarios y profesionales de importantes industrias que quedan impresionados por la inteligencia concreta de la propuesta y se sienten implicados no por un moralismo caritativo sino porque se dan cuenta de poder utilizar al máximo sus propias competencias y profesionalidad».
Se trata, de hecho, de una propuesta inherente a su actividad directiva, que implica una modalidad más humana y útil del empleo de sus propias experiencias laborales poniéndolas al servicio de una iniciativa que intenta afrontar las necesidades y los problemas de la realidad.
«A menudo se ha verificado -continúa diciendo Marco- que las personas que entran en contacto con el Banco se sienten implicadas no en una obra pía de asistencia, sino en un gesto concreto que evoca y convierte su deseo de "hacer el bien" en algo inteligentemente operativo. Y muchos, después de haber encontrado la experiencia del Banco, me confirman que está cambiando su actitud sobre todo en el modo de afrontar cotidianamente el trabajo, que desarrollan con más conciencia, con más atención y seriedad. Es muy importante en este sentido, para establecer una relación de confianza entre el Banco y sus interlocutores, indicar el destino de los productos puestos a disposición. La estructura del Banco garantiza poder documentar concretamente el uso en favor de una red ya activa de obras y estructuras asistenciales. La estructura del Banco, que se sostiene exclusivamente gracias a donaciones, tanto de dinero como de bienes, exige pues, para poder desarrollarse, la contribución y el sostén de todos; se aprecia entonces tanto la profesionalidad madura, aunque venga de fuera del sector alimenticio, cuanto las energías y la disponibilidad de cualquiera que quiera ser útil».
Traducido por María José Conty
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