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Huellas N.10, Octubre 1992

La Virgen María «precede» al pueblo de Dios

Girolamo Castiglioni

La peregrinación es petición. Petición de que el Espíritu Santo, a través de María, siga dando sus dones a la fraternidad para la edificación de la Iglesia y del mundo

EN LA HISTORIA de la Iglesia la peregrinación representa un importante gesto educativo que abre el corazón del hombre a la percepción del significado más profundo de su aventu­ra humana.
Muchos entre nosotros, peregrinos en la gruta de Lourdes, podrían dar testi­monio de las múltiples gra­cias que el Señor ha concedido durante nuestras pere­grinaciones en Caravaggio, Loreto y Czestochowa, a lo largo de la historia de Comunión y Liberación.
¡Y esto ha acontecido por intercesión de la Virgen!
María nos ayuda, con toda su vida, a percibir el Misterio, nos acompaña en la contemplación de las obras grandes de Dios.
«Lo que se cumpliría el día de Pentecostés, había inicia­do en el cenáculo de Jerusalén el día de la resurrección. Estas son exacta­mente "las obras grandes de Dios": la redención a tra­vés de la cruz de Cristo y el naci­miento del pueblo nuevo en la Iglesia de Dios a través del soplo santificante del Espíritu Paráclito». (Juan Pablo II -Luanda, 7 de junio de de 1992).
La redención es, pues, generación de un nuevo pueblo. María es el inicio, la madre de este nuevo pue­blo, aquella que donó su seno, y toda su vida, como carne para dar rostro al Misterio que se había hecho presente y visible entre nosotros. Pero esta mujer había aco­gido, antes, en su corazón, con prontitud y disponibili­dad ilimitada, el anuncio del Ángel.
María, siendo aún una chi­quilla, dijo: «fiat, sí, heme aquí, hágase en mí según Tu palabra». Confiándose totalmente al poder de la Gracia.
¡Qué peso tan grande ha tenido la respuesta de la Virgen! La fascinación de esta mujer es única. No nos atrae hacía sí, sino que mante­niendo la mirada sobre ella somos introducidos en la gran obra del Señor.
El Misterio nos agarra, casi nos arranca del poder del mundo para sumergirnos, no obstante todas nuestras resistencias y olvi­dos, en el poder de la Gracia.
El Bautismo representa el inicio de esta nueva crea­ción del hombre, insertán­dolo en la compañía de los redimidos, de aquel pueblo nuevo llamado a ser, con Cristo resucitado, el verda­dero protagonista de la historia humana.
Conscientes de cuánto nos ha sido donado, de aquello que ha acontecido gratuita­mente en nuestra vida, de los encuentros que nos han liberado de la soledad y de la mentira del mundo, noso­tros, peregrinos en la gruta de Lourdes, hemos pedido a la Virgen ser dignos de las promesas de Cristo.
Nuestra disponibilidad total a la obra de la Gracia de Cristo y la consigna, sin reservas, a la compañía de nuestro movimiento, signo histórico con el que Dios nos ha hecho percibir el Misterio como evento cer­cano y persuasivo, han sido el contenido de nuestra peti­ción ante la Virgen, en Lourdes.
Diez años después de la aprobación eclesial de la Fraternidad de CL, el 11 de febrero de 1982, que esta peregrinación nos done la conciencia de que la fideli­dad total al carisma del movimiento -tal como «se dice» a través de su autori­dad-es la condición para dar nuestra más auténtica colaboración a la obra grande de la nueva evangelización. Y esto siguiendo al Papa -donado de nuevo a la Iglesia después de los sufrimientos y de la enfer­medad-con amor y devo­ción filial, disponibles a valorar y a colaborar con todos los carismas que el Espíritu Santo, hoy, suscita en Su Iglesia.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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