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Huellas N.09, Septiembre 1992

CARTAS

Carta de Escrutopo. A clase sin esperar nada

«Procura que el muchacho no encuentre absolutamente nada en toda su carrera escolar. Un encuentro es siempre un choque.
¡Hay que abolir los choques!»

MI QUERIDISIMO ORUGARIO:
¿Sabes cuál es mi mes favorito? Septiembre. Muchos comparten esta pre­ferencia, pero por motivos distintos. Les gusta el clima suave de septiembre, la uva ya madura en las cepas, el cielo encanecido por refle­jos plateados, que anuncia ya, melancólícamente, el primer deslizarse de la esta­ción fría. A mí, por el con­trario, lo que me gusta de septiembre es el regreso a la vida convulsionada de la ciudad, el impacto con la fatiga del trabajo que sufren todos estos espíritus debili­tados. Ahí están todos orga­nizando, dirigiendo, planifi­cando. Tienen que ordenar los armarios, reemprender la carrera, compaginar los afectos, ajustar las cuentas corrientes, respetar los pla­nes pastorales.
Pero, ante todo, hay que mandar a los hijos al cole­gio. Sé, por ejemplo, que tu hombre tiene dos hijos bas­tante grandecitos, un chico y una chica, los dos inscri­tos en el instituto. ¡Cómo los detesta! Recuerda cuan­do eran pequeños. ¡Qué tier­nos y rollizos eran! Incluso tu hombre que es malo se siente bueno al pensar en sus hijos de pequeños. Los mejores sentimientos piden salir sin ser molestados, para que los hombres pue­dan recibir de ellos una gra­tificación. Lástima (para ellos) que siempre salgan cuando ya no sirven. En efecto, tu hombre no recuer­da cuánto los odiaba, a esos niños, cuando le despertaban a media noche, cuando se ponían caprichosos, e incluso cuando enfermaban, porque le molestaban.
Ahora estos hijos son altos, desgarbados, quisqui­llosos y están llenos de espi­nillas; viéndolos se lamenta y llora la imagen pasada. En cualquier caso, proyecta su propia insatisfacción sobre esas dos grises criaturas que en el fondo son iguales a él.
Y esto podría sugerirte una buena dirección para intervenir. El hecho de que vayan de mala gana al cole­gio de por sí no cuenta nada. ¡No intentes hacerles odioso el colegio! Me gus­taría saber cuántos son los lelos que en septiembre van saltando de alegría. El hecho de que vayan a clase de mala gana puede ser para nosotros un grave handicap. Debe tomarse otro camino totalmente distinto.
Me explico. Por odioso que pueda ser, el colegio siempre ofrece algo: algún amigo, algún profesor sim­pático, o hasta alguien que detestar -el profesor de matemáticas, por ejemplo. Esto es lo interesante, que se puede ir al colegio sin esperar nada, aborreciendo toda novedad. Y esto es de desear que suceda incluso yendo de buena gana. A veces, oigo repetir a los estudiantes: «Mi colegio está muy cotizado». O bien dicen: «Yo con tal profesor me encuentro bien». Hay profesores especializados en que los alumnos estén a sus anchas; son los profeso­res estimados por los alum­nos, los profesores de men­talidad abierta, etc.
De este modo, es muy fácil -para nosotros sería como ir de boda- hacer que un chaval no encuentre absolutamente nada en toda la carrera escolar. Un encuentro es siempre un choque. Por lo tanto, ¡hay que abolir los choques! Directores complacientes, profesores «abiertos» y «competentes», curas son­rientes, padres que se limi­tan a pagar; esto es lo que nosotros los demonios, hemos apoyado desde siem­pre con todas nuestras fuer­zas; es el triunfo del protec­cionismo. Invita, pues, a los muchachos a esta actitud seria (por así decirlo). Mué­velos a una concepción madura y posada de la vida, es decir, a estar profunda­mente cerrados. Sacarán buenas notas, pondrán con­tentos a sus padres, serán estimados por sus profeso­res. Pero, abolidos todos los encuentros y los choques - después de todos sus estu­dios y sus relaciones intere­santes con este o aquel pro­fesor- saldrán del colegio tal y como habían entrado. Trabaja sobre esto y no te empecines en convencerlos para que no estudien, hagan novillos o cosas de este tipo. ¡Estos no son ya los tiempos de Pinocho! Espero tu respuesta, preferiblemen­te con algunos resultados concretos. Hasta ahora parecen un poco escasos. Tuyo afectísimo,
Escrutopo

Traducido por Gonzalo Lapuente

 
 

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