No es un congreso conmemorativo o una fiesta folklórica. En Rímini se ha visto un pueblo. Que quiere expresarse y encontrar
A PARTE DEL TITULO que cada año caracteriza el contenido, el encuentro de Rímini de finales de agosto mantiene una denominación fija: «Meeting para la amistad entre los pueblos». En una palabra, se llama Meeting, pero quizás -y sobre todo después de la edición de este año- valga la pena reflexionar también sobre los otros dos términos.
Amistad: «Parece extraño y utópico -ha escrito en su mensaje el Presidente de la República italiana, Osear Luigi Scalfaro- hablar de amistad, que tiene su inconfundible raíz en el amor, y sin embargo todo está aquí».
Pueblo: «Grandes problemas -es una frase del mensaje enviado, en nombre del Santo Padre, por el secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano- han marcado y continúan marcando el camino de los pueblos. Son, de hecho, conocidas las situaciones de pobreza y subdesarrollo de algunas regiones del mundo. No se pueden, sin embargo, olvidar las situaciones de indiferencia religiosa y de secularismo que van madurando en las diversas culturas modernas».
En el comienzo de la historia del Meeting está -bajo aquella denominación que ha permanecido- exactamente el deseo de encontrar a los pueblos, de dialogar con todos, de contribuir a la respuesta a los distintos problemas que ellos expresan. ¿Qué es realmente un pueblo? Es aquella agregación de personas que se reconocen encaminadas hacia un ideal común y que intentan andar hacia él de común acuerdo en cuanto a los medios necesarios para tal camino.
El descubrimiento de América
La edición de 1992 dedicada en modo particular al recuerdo del descubrimiento de América, ha permitido un recorrido a lo largo de diversos pueblos, el encuentro con culturas muy variadas (expresiones críticas de aquel camino como pueblo hacia el destino). La gran exposición sobre la civilización precolombina, por ejemplo, ha permitido encontrarse y conocerse a pueblos quizás desaparecidos.
Sin embargo, el Meeting ha prestado una particular atención a aquellas realidades de pueblo que, como ha sido apuntado en el mensaje papal, viven en condiciones difíciles, pagando el elevado precio de un desarrollo no armónico, del atraco internacional: los indios del Amazonas o los indios de los Estados Unidos, los que viven en las favelas de las metrópolis latinoamericanas, pero también los desesperados de nuestras ciudades occidentales, los desterrados de Bosnia y los martirizados libaneses olvidados por todos. Para nada una curiosidad sociológica, ¡por caridad! Ningún «llamamiento conmovedor» a los «valores».
Más bien, el deseo de dar a conocer aquello que, demasiado a menudo, no dicen los medios de comunicación y, sobre todo, la sencilla presentación de los intentos de respuesta a aquellas necesidades. Así, la reconstrucción de una favela, puesta en el centro de las exposiciones, está claro que no ha querido demostrar los conocimientos etnográficos, ya que iba acompañada de un vídeo en el que se ilustraban las intervenciones realizadas por el AVSI (ndt.: Asociación de voluntarios para el desarrollo internacional) para mejorar las condiciones de aquellas favelas; intervenciones concretas, obras realmente eficaces.
Nace el pueblo cristiano de América
Muchos de los encuentros y de las exposiciones tendían a demostrar que hace quinientos años sucedió algo verdaderamente importante: el nacimiento de un pueblo nuevo, el pueblo cristiano de América. El cardenal de Rio de Janeiro, Sales, contaba que recientemente un grupo de católicos ha organizado en Brasil una peregrinación con el único fin de pedir perdón por los errores de la Iglesia en estos quinientos años. «¡Ninguna mención -ha gritado el purpurado- al gran don de la salvación a través de la persona de Jesucristo! Es inadmisible».
Sin entrar en sutilezas historiográficas, se ha reconocido claramente un hecho: hace quinientos años la llegada de los primeros europeos a tierra americana creó nuevas poblaciones, nuevas entidades étnicas que, a pesar de estar enriquecidas por su pasado, han individualizado un destino nuevo y más cierto: la relación con Dios en Cristo y una nueva y más segura modalidad de alcanzarlo: la compañía de la Iglesia. La historia de algunos grandes santos evangelizadores contada en varios encuentros y en algunas exposiciones- ha conmovido al pueblo reunido en Rímini por la fe inquebrantable de hombres como Vasco de Quiroga, Toribio de Mogrovejo, Rosa de Lima, Agustín Pro, por su coraje en las adversidades, su dedicación sin medida, su inteligencia al afrontar nuevas situaciones.
Hacer el cristianismo
Por lo tanto, encuentro entre los pueblos. Sin embargo, este año se ha tratado también, más claramente, otro aspecto: el Meeting mismo es un acontecimiento de pueblo; mejor aún, es un pueblo que se expresa.
La pasión con la que se han seguido los encuentros que se realizaban bajo el nombre «Hacer el cristianismo» lo documenta bien; quien forma parte de un pueblo quiere, de hecho, ser ayudado a comprender mejor la propia experiencia, incluso a través del testimonio de quien recorre su mismo camino en circunstancias diversas pero con la misma pasión ideal. Quien vive la experiencia del movimiento en Paraguay o en Méjico, en los Estados Unidos o en Brasil, ha podido así contar algo de sí mismo; desde la sorpresa del encuentro inesperado y casual, como lo fue para los primeros indios el encuentro con los evangelizadores; el deseo de comunicarlo a todos; el intento de expresar la comunión vivida en obras adecuadas a las propias necesidades; hasta la adversidad del mundo circundante a esta unidad y a sus realizaciones. Pero toda la estructura del Meeting -desde el grupo de los organizadores al ejército de los voluntarios que permiten su desarrollo- se concibe e intenta moverse como un pueblo. Y, como en todos los intentos, no faltan las dificultades, los obstáculos, las concesiones y el recomenzar continuo.
Cuando es fuerte la conciencia de pertenecer a un pueblo es potente también la apertura a todo: uno no tiene miedo de encontrarse con alguien, está disponible a aprender de todos, no busca definiciones preconcebidas para aplicar a cualquier circunstancia.
Y es bello cuando una disponibilidad así de abierta encuentra correspondencia con una apertura igual; el punto más significativo quizás de tal apertura ha sido la visita a los pabellones de Rímini del presidente nacional de la Acción Católica italiana, Giuseppe Gervasio, que fue precedido el día anterior por el asistente general, monseñor Salvatore De Giorgi. «He venido a Rímini -ha dicho Gervasio para escuchar, porque justamente escuchar es el primer paso para estar juntos».
Católico
Interpelando a diversos grupos -quizás en un momento de relax en el calor tórrido de la carpa ferial- y preguntando por las razones de su presencia en el Meeting, a menudo se oían respuestas de este tipo: «Es una cosa grande que abre el horizonte»; «Nos apasionan los testimonios vividos de un cristianismo audaz», etc. En resumen, el pueblo cristiano es de verdad católico. No tiene confines, no preselecciona la realidad con la que encontrarse, no tiene falsos pudores frente a ningún aspecto de la existencia.
Incluida la política. Los medios de comunicación dan una gran relevancia al aspecto político del Meeting; y es verdad, sin duda, que la semana de Rímini ve afluir muchas personalidades políticas de relieve con un empeño no comparable a otras manifestaciones. Pero es verdad sobre todo que un pueblo en camino no hace ascos a la política: usa todo. Con un criterio claro: que el pueblo al que se pertenece, y todos los demás pueblos, no sólo no sean penalizados, sino valorados.
Precisamente en esta perspectiva se coloca la presentación -hecha en Rímini por Sbardella, Formigoni y Sanese- de un nuevo punto de referencia dentro de la Democracia cristiana italiana: «Alianza popular para el cambio».
Un intento de defender y desarrollar la dimensión popular del partido de los católicos y de la política en general, precisamente en un momento en que parecen prevalecer tentaciones elitistas y desestabilizantes.
Concluyendo el Meeting, Giancarlo Cesana, presidente del Movimento Popolare, ha comentado así el nacimiento del nuevo grupo: «Estamos contentísimos de que algunos de nuestros amigos hayan dado vida a este punto de referencia: son más fuertes ellos y más libres todos». De este modo ha sido reafirmada la naturaleza de presencia social del MP y la legítima libertad de sus afiliados para empeñarse directamente en política, en favor de una mayor democracia en nuestro país (ndt.: Italia).
Todo puede, pues, servir a un pueblo que vive y que es consciente: el amor por la belleza (las exposiciones y los conciertos) y la necesidad de descanso y de diversión (los diversos momentos de fiesta o los encuentros deportivos); la pasión por conocer y la voluntad de dedicarse a una obra grande.
Todo para que el pueblo crezca.
Traducido por Maria Jose Conty
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