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Huellas N.09, Septiembre 1992

CULTURA

La quinta Sinfonía de Beethoven. El gozo a través del sufrimiento

Pippo Molino

EN MUCHOS ENCUENTROS del movimiento nos hemos habituado a escuchar piezas de la gran música, para introducirnos de un modo más adecuado a vivir un momento importante para cualquiera de nosotros.
A parte del afecto que desde siempre he sentido por esta música, estoy volviendo a recorrer desde algún tiempo precisamente los fragmen­tos que se nos han ido proponiendo con el fin de redescubrir en ellos aquel significado por el que nos los ofrecieron y para compartirlo también con quien vive en casa conmigo. Una de las páginas musicales más impresionantes con la que encontrarse desde este punto de vis­ta, es la Quinta Sinfonía de Beethoven.
Ludwig Van Beethoven (1770-1827), que vivió en el momento en que comen­zaba a afirmarse el espíritu romántico, del primer aflorar del carácter persona­lista del arte (a principios del siglo XVIII el compositor se concebía a sí mismo principalmente como un hábil artesano), es el primer gran protagonista de la creación musical vivida como una autoconciencia que se expresa en una creación solitaria. Lo que hace personal su música es el hecho de que siempre es un mensaje huma­no; esto ocurre en él de una manera en absoluto retórica, sino sincera, siendo el hacer música su principal modo de poner en juego su persona. Por eso la música de Beethoven contiene ante todo un tejido evidente de petición a Dios, de religiosidad explícitamente referida en sus cartas, pero sobre todo rigurosamente testi­moniada a través de las notas.
Humanidad y deseo de plenitud implican en Beethoven sustancial­mente el siguiente proceso: exi­gencia de superar los límites dolorosos de la existencia (de todos conocida su sordera gradual que en un momento dado de su vida llegará a ser total, a la que se unen otros factores de dolor y de soledad), recono­cimiento de que en Dios está nuestro cumplimiento, experiencia del gozo a través del sufrimiento. En la música esto se articula en un uso, repito, en absoluto retórico de la estructura compositiva (en aquel período de la historia de la música, denominado clásico, la forma dominante es la llamada forma-sonata): la importancia del tema musical principal, acompañado de otros secundarios o a menudo contrapuestos, está para él completamente unida a la insistencia en un acento particular, en una intuición similar a una punzada, a una idea fija, y no tiene ya nada del carácter ocioso y de entretenimiento de la música del siglo XVIII (sin restarle nada a las cimas artísticas de Mozart).
Estos caracteres fundamentales de la música de Beethoven se reconocen bien escuchando la Quinta sinfonía en do menor, de 1808. Cualquier indicación, por breve que sea, no tiene otro remedio que considerar la fuerza de significado de cada uno de los temas que caracteri­zan cada movimiento: el primer tema del Primer Movimiento (Allegro con brío) tiene un carácter sustancialmente interrogativo; más meditativo es el primer tema del Segundo Movimiento como de cos­tumbre más lento (Andante con moto), mientras el tema principal del Tercer movi­miento (Scherzo: Allegro) se caracteriza por cuatro notas, precisamente como el tema con el que comienza la sinfo­nía, aunque con un acento mucho más resolutivo, que es característico de las partes concluyentes de los desarro­llos musicales tanto de ésta como de otras sinfonías de Beethoven: «al gozo a través del sufrimiento».

Traducido por Maria Jose Conty

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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