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Huellas N.09, Septiembre 1992

IGLESIA

Oración del Lunes santo. La esperanza del hombre extenuado

Gilfredo Marengo

En primer lugar realismo: la humanidad está extenuada por SU debilidad mortal, y después certeza: el Omnipotente nos concede «volver a respirar»

Mira, Dios omnipotente, la humanidad extenuada por su debilidad mortal, y haz que retome vida por la pasión de tu Hijo unigénito. Que es Dios...

Da, quaesumus, omnipotens Deus, ut, qui ex nostra infirmitate deficimus, intercedente unigeniti Filii tui passione, respiremus. Qui tecum vivit...


ESTA ORACIÓN colecta corresponde en la actualidad a la liturgia del Lunes santo, lugar que tenía ya en el Misal Romano de Pío V, en uso hasta la reforma litúrgica del Vaticano II.
En primer lugar hay que caer en la cuenta de que la estructura del texto está completamente abrazada por un único movimiento de súplica: lo cual se subraya incluso gramaticalmente gracías al exordio (Mira); aspecto mucho más claro en el original latino en el que la invocación inicial (Da ut) rige todo el desarrollo de la oración. Tras el exordio, sigue inmediatamente la indicación del interlocutor (Dios omnipotente): la expresión utilizada no es formal, sino que en su simplicidad hace ver que sólo en presencia de Aquel que es omnipotente, puede sostenerse el grito dramático de la petición.
La descripción de la condición de la humanidad es extremadamente eficaz (extenuada por su debilidad mortal/ex nostra infirmitate deficimus). Es notable la intensa concreción de la imagen que se evoca: no se trata sólo de la mera descripción del límite propio de la naturaleza humana, sino de un perder las fuerzas, de un estar debilitados a causa de una enfermedad, de una condición de debilidad que se reconoce como una caída objetiva respecto a cuanto nos corresponde, «porque Dios no hizo la muerte, ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables... » (Sab 1, 13-14).
Igual de eficaz es la expresión que identifica la alternativa a dicha realidad (retomar vida/respiremus): el verbo latíno indica «empezar a respirar», retomar energías, recuperar la salud, como un enfermo que finalmente experimenta los primeros signos de la mejoría o un hombre agotado que gusta el alivio de un descanso largamente esperado. Es importante darse cuenta de hasta qué punto el lenguaje de la liturgia busca evocar los contenidos fundamentales de nuestra conciencia de hombres, a través de expresiones que no son evidentemente ni abstractas ni reflejas, sino que están ligadas al nivel de la experiencia cotidiana.
Precisamente esta última observación ofrece el contexto adecuado para comprender el tercer acento fundamental del texto: «el paso de la extenuación a la vuelta a la vida puede acontecer por la intercesión de la pasión de tu Hijo unigénito».
Detengámonos un momento sobre la noción de intercesión. La expresión significa la intervención ante Dios en favor de alguno; así la doctrina católica reconoce el valor de nuestra oración a los Santos y a la Virgen María. En este contexto, sin embargo, al referirse en particular a la pasión del Hijo, la intercesión adquiere una profundidad mayor y, más aún, ofrece la razón última de confiarse a los Santos: ellos, en efecto, y sobre todo la Virgen son aquellos que, habiendo experimentado en plenitud la novedad de la obra de Cristo en el mundo, pueden hacernos partícipes de ella a través de esa perfecta pertenencia que se llama comunión de los santos. Así, si interceder significa literalmente «interponerse» entre Dios y el hombre, en el caso de Jesucristo, el Hijo unigénito, quiere decir que tal acción coincide totalmente con el Misterio de su Encarnación y de su Pasión y Muerte, como expresión de la total asunción por su parte de la condición humana, de nuestra debilidad mortal.
Para concluir, observemos que la forma verbal que el texto latino utiliza (intercedente), colabora en la afirmación de que la Pasión de Cristo no es un hecho histórico aislado y recluido en el pasado, sino un presente acontecido de una vez para siempre, del cual aquí y ahora podemos participar, y que muestra en el instante su potencia de intercesión: situada al comienzo de la Semana Santa, esta oración colecta es una llamada de provocación explícita a mirar de un modo justo la Pasión de Cristo y su perenne actualización en el Sacrificio de la Misa.

Traducido por Gabriel Richi

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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