La primera característica del nuevo Catecismo es la fidelidad a la tradición. Por lo demás, su objetivo es precisamente ayudar en la memoria del Acontecimiento cristiano
«No PIDE otras obligaciones de fe, no crea nuevas doctrinas. Presenta sencillamente la doctrina católica». El cardenal Joseph Ratzinger ha presentado así el nuevo Catecismo de la Iglesia católica aprobado por el papa el 25 de junio y cuya publicación se espera para Navidad. Algunos compañeros «vaticanistas» se han sentido desilusionados por las sobrias palabras del prefecto de la fe. Se esperaban grandes novedades. Hoy la Iglesia es noticia en la medida en la que inventa cualquier cosa nueva: si cambia su lenguaje, su simbología e incluso su doctrina; si añade el fraude fiscal, el desvío de fondos públicos y el uso de los sprays (antiecológicos) a la lista de los pecados que hay que confesar. A veces hombres de Iglesia, en la ilusión de estar presentes en el debate público, secundan estas espectativas. Piensan ser más interesantes. Sólo acaban haciendo banal y ridículo su mensaje (al hombre de hoy de carne y hueso, no a aquel imaginado por los «expertos» de la burocracia clerical).
Pero la manía de lo nuevo por lo nuevo no responde sólo a las exigencias de la pista del gran circo de los medios de comunicación de masas. Que tienen que hacer espectáculo de todo para atraer a más espectadores. El proyecto de una «nueva Iglesia» es el sueño no realizado de
un filón que recorre, desde hace dos siglos hasta hoy, la corriente central de la masonería moderna. Una Iglesia remodelada según los clichés de la filosofía de Kant: pura maestra de ética, «expurgada» de sus filiaciones históricas y dogmáticas (por tanto revestimentos culturales, folklóricos).
Es el mismo proyecto que incita a la Voce repubblicana a soñar una «nueva CL». Ratzinger, sin embargo, dice que la primera característica del nuevo catecismo es la fidelidad a la tradición. No exige otras obligaciones de fe, no crea doctrinas nuevas. Su estructura -el texto todavía está sub secreto (salvo algunas anticipaciones periodísticas de aquellos piratas, ¡ay de mi !, del Sabato y 30Días)- calca la del Catecismo tridentino y la del Catecismo de San Pío X. Cuatro grandes secciones: la fe, los sacramentos, los mandamientos, la oración cristiana. Un total de 450 páginas. La primera sección está dividida en tantos párrafos como los artículos del Credo. La tercera sección, sobre los preceptos morales, se titula «la vida en Cristo». Elección emblemática: para reforzar la idea de que la moral cristiana nace únicamente como desarrollo de la vida de fe.
Un catecismo -de por sí- no suscita la fe. Ayuda a tener conciencia de lo que se ha encontrado. A hacer memoria. Catequesis viene del griego: «hacer resonar como un eco». Memoria de «hechos y de palabras» que resuenan en la vida. Las palabras son las de siempre. Es el reacontecer de «hechos» que cambian la vida. Viene a la mente una frase que dice siempre don Giussani cuando inicia los ejercicios espirituales de la Fraternidad: «No podemos hacer más que repetir las palabras de siempre ... ». Hasta aquí es lo que podemos hacer nosotros, es lo que puede hacer la Iglesia: la fidelidad a una historia, a una tradición. «... Las mismas palabras que el Señor nos dona repetirlas como nuevas». Esta, en cambio, es la gracia: cuando sucede que las palabras se convierten en eco de un Acontecimiento. Siempre nuevo.
Traducido por Elena Serrano
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