Aumentan las peticiones de sacerdotes y laicos para implantar la presencia del movimiento en distintos países del subcontinente
SANTO DOMINGO 1992. Esta histórica fecha no encuentra a la experiencia del movimiento en América Latina enredada en la discusión teórica sobre estos 500 años de evangelización, sino decidida a vivir la novedad del cristianismo en muchos «hechos» de vida, pequeños y grandes, desde Méjico hasta la Tierra del Fuego.
El ejemplo más impresionante nos lo da nuestra comunidad de Cuba, que sin la ayuda de ningún sacerdote o adulto ha empezado a extenderse por varios puntos de la isla y, sobre todo, en La Habana a partir del trabajo de Escuela de comunidad. Tras un comienzo que tuvo lugar poco antes de la pasada Navidad, las personas que conocimos continuaron solas y empiezan a ser visitadas por amigos de Venezuela. Reunirse en esas condiciones es una verdadera fiesta que recuerda los comienzos del cristianismo.
No se pierde el tiempo en recriminaciones al régimen o en soñar otra situación económica, aunque se desee; la atención se centra en lo que se ha encontrado y en lo que empieza a vivirse entre ellos. Esta es la verdadera sorpresa que les maravilla.
Algo parecido ha sucedido en la comunidad de Panamá que nació hace un año y que marcha adelante sin la presencia de ningún adulto de otro país. Tres de ellos participaron en un encuentro de responsables del CLU que tuvo lugar en Colombia, cerca de Bogotá. Participó gente de Colombia, Venezuela, Méjico y Panamá, además de un amigo de Brasil y un responsable del CLU de Italia.
En estas regiones de América latina se ha consolidado una amistad libre y grande que ha nacido sin calcular la facilidad o la dificultad de la situación, simplemente obedeciendo a las peticiones de algunos obispos o a la provocación de algunos encuentros fortuitos. Así es como tenemos una comunidad en crecimiento en Medellín y una presencia estable y creativa de universitarios en varios puntos de Méjico.
Peticiones
No quiero detenerme en las realidades que ya se conocen y que testimonian la continuidad de un milagro que se documenta en el crecimiento de muchos adultos que, cada vez más, asumen su responsabilidad, incluso creando obras, ante todo en Brasil, Argentina, Paraguay y Chile. Tampoco quiero detallar la experiencia de los universitarios que por todas partes está creciendo mediante la amistad con el centro del CLU. Quisiera más bien, hablar de algunas situaciones poco conocidas a las que los Obispos nos llaman con insistencia y a las que no hemos podido dar respuesta hasta ahora. Hago mención únicamente de las peticiones más antiguas y más importantes. Desde hace tiempo el rector de la Pontificia Universidad Católica de Quito Ecuador, solicita un profesor para enseñar teología y filosofía; puede ser un sacerdote pero también un laico, porque debe dar cursos de introducción al cristianismo y de moral, por lo que no es indispensable el título en Teología. Esta presencia reforzaría nuestra comunidad y le daría un nuevo aire. Nos ha hecho una petición análoga el Arzobispo de Mérida, que es una ciudad universitaria en los Andes de Venezuela. Es una condición muy favorable, porque se pide un sacerdote que estaría al frente de la Capilla universitaria y al mismo tiempo enseñaría introducción al cristianismo y moral. En Mérida hay una comunidad nuestra de universitarios muy vivaz, seguida por un joven profesor de arquitectura; es un terreno fértil, simpático y propicio.
En Colombia, además de Medellín, tenemos otros centros de presencia, de los cuales el más importante es la capital Bogotá. Aquí sería urgente la presencia de uno o dos profesores laicos, que podrían enseñar materias humanísticas en varias universidades. Para empezar sería incluso suficiente el compromiso sólo por un año. Las puertas están abiertas e incluso se podría dar cursos en materias científicas.
Otra petición nos hace el Obispo residencial y su auxiliar en la ciudad de Concepción, en el sur de Chile, los obispos locales, nos piden un sacerdote para construir la presencia cristiana en la Universidad y para enseñar teología y moral. Dentro de Chile el movimiento está muy desarrollado en Santiago, La Serena, y otros puntos menores; Concepción (donde ya existe una comunidad) sería un punto importante de irradiación para todo el sur, que llega hasta los neveros perennes.
Sin cálculo
Para Brasil, entre las muchas peticiones, indicó sólo la del Obispo de Anápolis, cerca de Brasilia: Desde hace pocos años ha surgido una comunidad nuestra de gente adulta que con sus propios esfuerzos ha puesto en pie una escuela de 300 alumnos. Se trata de un verdadero milagro, basado en la responsabilidad personal de estos adultos que han comprendido qué es una «obra», ya que la someten al juicio común, pero la llevan adelante con su creatividad.
El Obispo reclama la presencia de un sacerdote para fortalecer el aspecto de la pedagogía de la fe y también porque, nos decía, en esta ciudad hay un atropello por parte de potencias extranjeras para convertirla en la primera ciudad de Brasil en la que debería ser suprimida la presencia de los católicos para ser sustituida por sectas protestantes. Ya ahora las sectas están avanzando a un ritmo que es de los más elevados en todo Brasil, pero se prevé para el futuro un crecimiento de proporción geométrica. Sin embargo, es evidente que el verdadero problema no son las sectas, sino el anuncio de un hecho que transforma la vida y que vive en una realidad concreta y objetiva, en la unidad de la compañía de la Iglesia. Habiendo reconocido esto en nuestra experiencia, el Obispo insiste tanto en pedir un sacerdote del movimiento.
Queda aún una petición del Obispo auxiliar de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, que pide también un sacerdote para la enseñanza del cristianismo y la presencia en la Universidad. En Bolivia hay varias comunidades vivas, pero todas están empezando. Está el grupo de La Paz a 4.000 metros, el de la capital Sucre, el de Cochabamba, el de Santa Cruz, que es el grupo más consistente, y otros centros menores. La presencia de un presbítero sería una gracia grande para toda la nación, pobre pero fascinante.
Desde hace ya algún tiempo se ha solicitado un sacerdote en la sede cardenalicia de Córdoba, en Argentina, para enseñar en el seminario y seguir el mundo universitario. También en la isla de Santo Domingo tenemos una petición de un capellán para las dos Universidades Católicas de la capital, con la enseñanza garantizada y entrando en la plantilla de la Universidad.
Esto es más que suficiente para vivir según los cánones medios de la realidad latinoamericana en todas las situaciones que he señalado. Pero la posibilidad de comenzar el movimiento en el V centenario de los inicios de la primera evangelización es algo muy grande, sobre todo porque no la hemos buscado nosotros, sino que nos la han ofrecido otros y, en última instancia, por la Iglesia.
En todos estos lugares que he señalado nuestra libertad estaría frente a una ocasión para afirmar el contenido auténtico del cristianismo, como nos ha repetido Don Giussani en un encuentro de responsables latinoamericanos que tuvo lugar en Río en julio pasado. «Mientras todo conspira para abatir el contenido auténtico del Hecho cristiano, nosotros existimos para afirmarlo. Existimos para proclamar a Cristo como evento: Dios identificado con la carne de un hombre y por eso la Iglesia como hecho y no la exaltación de los valores morales y sociales. Toda la metodología de la evangelización es diferente si parte de este Hecho o si parte de una preocupación moral».
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