A mediados de los años setenta, Josip Zverina, el teólogo bohemio encarcelado en más ocasiones por el régimen comunista de Praga, escribió, después de su encuentro con CL, una «carta abierta a los cristianos de Occidente». Era una grave acusación: en su ansia por hacerse aceptables al «mundo» muchos cristianos occidentales están renegando de su propia originalidad y de la razón misma del propio existir. Comunión y Liberación ha hecho de esta alarma -hoy también válida y necesaria- un punto importante de la propia reflexión.
El punto central del reclamo de Zverina es un comentario a los primeros versículos de la carta de San Pablo a los Romanos. Lo citamos: «"No os conforméis al mundo presente, antes bien, transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto" (Rom 12,2). ¡No os conforméis! ¡ Qué bien es mostrada en esta palabra (mé suschematizete = no asumáis los esquemas) la raíz verbal y perenne: esquema! Dicho en pocas palabras: es vacuo todo esquema, todo modelo exterior. Debemos querer más, el apóstol nos impone cambiar nuestro modo de pensar de una forma nueva: metamorfùste. ¡Qué expresiva y plástica es la lengua griega de Pablo! En oposición a esquema está metamorfé: cambio de la criatura. No se cambia según un modelo cualquiera que, de cualquier modo, siempre está pasado de moda, sino que es una novedad plena, con toda su riqueza. No cambia el vocabulario, sino el significado: nus».
Este cambio de mentalidad, este no dejarse bloquear por ningún esquema es la verdadera, la única revolución que puede acontecer en el mundo. ¿ Cómo puede acontecer? Es el don del Espíritu de Cristo que actúa a través de las formas concretas de un encuentro, constituyendo su esencia invisible. En el encuentro, en efecto, la persona se topa con una novedad inimaginada, más allá de todo esquema: una novedad de la que brota una cultura (un «culto», dice San Pablo en el mismo capítulo de la carta a los Romanos) nueva y comienza la historia de un pueblo nuevo, de una compañía nueva.
¿En qué consiste esta novedad? Ante todo en el descubrimiento de que Cristo es la consistencia de todo: «Todo fue hecho por medio de Él y sin Él no se hizo nada de cuanto existe» (Jn 1,3). Y en segundo lugar, en el descubrimiento de que Cristo es el inicio de un pueblo nuevo: «Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3,27-28).
Juan Pablo II, en su mensaje para la próxima jornada mundial de la juventud en Denver, ha hablado exactamente de «semilla y propuesta de una humanidad nueva». Es la misma novedad de San Pablo y que Zverina nos ha recordado clamorosamente. ¿De dónde proviene esta humanidad nueva? se pregunta el Papa. «Sólo el artífice del corazón humano está capacitado para responder adecuadamente a las expectativas que en él se albergan... Cristo que proclama: "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" ... Ninguna palabra como el término "vida" consigue resumir con intensidad aquello a lo cual el corazón humano aspira supremamente. ¿Acaso no está la historia del hombre marcada por la espasmódica y dramática búsqueda de algo o alguien que pueda liberarlo de la muerte y asegurarle la vida?... La experiencia cotidiana nos dice que la vida está marcada por el pecado y acechada por la muerte, pese a la sed de bondad que pulsa en nuestro corazón y al deseo de vida que recorre nuestros miembros. Por poco que estemos atentos a nosotros mismos y a las derrotas a las que la existencia nos expone, descubrimos que todo en nosotros nos empuja más allá de nosotros mismos [más allá de la tentación de los esquemas]. Solos, nosotros no sabríamos realizar aquello para lo que hemos sido creados. Hay en nosotros una promesa para cuya realización nos descubrimos impotentes. Pero el hijo de Dios, venido entre los hombres, ha asegurado: "Yo soy el camino, la verdad y la vida"». Encontrarse, ensimismarse y adherir a él es la novedad.
«Es pues necesario -concluye el Papa- localizar y casi hacer un censo de aquellos "lugares" en los que Cristo está presente como fuente de vida. Pueden ser las comunidades parroquiales, los grupos y movimientos de apostolado, los monasterios y casas religiosas... ». Lugares, por lo tanto, no teorías o formas; no esquemas a los que adecuarse, sino lugares humanos donde corra el agua fresca del don del Espíritu, de un carisma convincente, fascinante, pedagógicamente eficaz para la propia sed de vida. Sólo la fidelidad al lugar histórico del propio encuentro impide «conformarse» y sostiene en una inagotable novedad de inteligencia y de afecto.
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