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Huellas N.09, Septiembre 1992

EDITORIAL

¡No os conforméis!

A mediados de los años setenta, Josip Zverina, el teólogo bohemio encarcelado en más ocasiones por el régimen comunista de Praga, escri­bió, después de su encuentro con CL, una «carta abierta a los cristia­nos de Occidente». Era una grave acusación: en su ansia por hacerse aceptables al «mundo» muchos cris­tianos occidentales están renegando de su propia originalidad y de la razón misma del propio existir. Comunión y Liberación ha hecho de esta alarma -hoy también válida y necesaria- un punto importante de la propia reflexión.
El punto central del reclamo de Zverina es un comentario a los pri­meros versículos de la carta de San Pablo a los Romanos. Lo citamos: «"No os conforméis al mundo presen­te, antes bien, transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la volun­tad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto" (Rom 12,2). ¡No os con­forméis! ¡ Qué bien es mostrada en esta palabra (mé suschematizete = no asu­máis los esquemas) la raíz verbal y perenne: esquema! Dicho en pocas palabras: es vacuo todo esquema, todo modelo exterior. Debemos querer más, el apóstol nos impone cambiar nuestro modo de pensar de una forma nueva: metamorfùste. ¡Qué expresiva y plásti­ca es la lengua griega de Pablo! En oposición a esquema está metamorfé: cambio de la criatura. No se cambia según un modelo cualquiera que, de cualquier modo, siempre está pasado de moda, sino que es una novedad ple­na, con toda su riqueza. No cambia el vocabulario, sino el significado: nus».
Este cambio de mentalidad, este no dejarse bloquear por ningún esquema es la verdadera, la única revolución que puede acontecer en el mundo. ¿ Cómo puede acontecer? Es el don del Espíritu de Cristo que actúa a través de las formas concretas de un encuentro, constituyendo su esencia invisible. En el encuentro, en efecto, la persona se topa con una novedad inimaginada, más allá de todo esquema: una nove­dad de la que brota una cultura (un «culto», dice San Pablo en el mismo capítulo de la carta a los Romanos) nueva y comienza la historia de un pueblo nuevo, de una compañía nueva.
¿En qué consiste esta novedad? Ante todo en el descubrimiento de que Cristo es la consistencia de todo: «Todo fue hecho por medio de Él y sin Él no se hizo nada de cuanto exis­te» (Jn 1,3). Y en segundo lugar, en el descubrimiento de que Cristo es el ini­cio de un pueblo nuevo: «Todos los bautizados en Cristo os habéis revesti­do de Cristo: ya no hay judío ni grie­go; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3,27-28).
Juan Pablo II, en su mensaje para la próxima jornada mundial de la juven­tud en Denver, ha hablado exactamen­te de «semilla y propuesta de una humanidad nueva». Es la misma nove­dad de San Pablo y que Zverina nos ha recordado clamorosamente. ¿De dónde proviene esta humanidad nue­va? se pregunta el Papa. «Sólo el artí­fice del corazón humano está capacitado para responder adecuadamente a las expectativas que en él se alber­gan... Cristo que proclama: "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" ... Ninguna palabra como el término "vida" consigue resumir con intensidad aquello a lo cual el corazón huma­no aspira supremamente. ¿Acaso no está la historia del hombre mar­cada por la espasmódica y dramáti­ca búsqueda de algo o alguien que pueda liberarlo de la muerte y ase­gurarle la vida?... La experiencia cotidiana nos dice que la vida está marcada por el pecado y acechada por la muerte, pese a la sed de bon­dad que pulsa en nuestro corazón y al deseo de vida que recorre nues­tros miembros. Por poco que estemos atentos a nosotros mismos y a las derrotas a las que la existencia nos expone, descubrimos que todo en nosotros nos empuja más allá de noso­tros mismos [más allá de la tentación de los esquemas]. Solos, nosotros no sabríamos realizar aquello para lo que hemos sido creados. Hay en nosotros una promesa para cuya realización nos descubrimos impotentes. Pero el hijo de Dios, venido entre los hombres, ha asegurado: "Yo soy el camino, la ver­dad y la vida"». Encontrarse, ensimis­marse y adherir a él es la novedad.
«Es pues necesario -concluye el Papa- localizar y casi hacer un censo de aquellos "lugares" en los que Cris­to está presente como fuente de vida. Pueden ser las comunidades parroquiales, los grupos y movimientos de apostolado, los monasterios y casas religiosas... ». Lugares, por lo tanto, no teorías o formas; no esquemas a los que adecuarse, sino lugares humanos donde corra el agua fresca del don del Espíritu, de un carisma convincente, fascinante, pedagógicamente eficaz para la propia sed de vida. Sólo la fidelidad al lugar histórico del propio encuentro impide «conformarse» y sostiene en una inagotable novedad de inteligencia y de afecto.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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