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Huellas N.8, Septiembre 2007

EDITORIAL

Se comienza de verdad sólo cuando sucede algo que provoca nuestra vida

Septiembre, vuelta a clase. ¿Acaso volver al colegio o al trabajo significa exiliarse de uno mismo o dejar atrás lo que se desea? El sentido del deber que se invoca después de las vacaciones, lo que nos toca por obligación o necesidad ¿consiste acaso en apartarse de lo que somos y entrar en una especie de prisión?
Hablando a los responsables internacionales de CL, Julián Carrón observaba que «la afirmación del yo, cuando no corresponde a su verdadera naturaleza, acaba siendo una prisión. ¿Por qué? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Es lo que tiene que hacer, lo que sabe hacer (y que nunca logra satisfacerle), o es la relación con el Misterio? A menudo todos nos ahogamos en la mentalidad dominante, pues en este aspecto pensamos igual».
Empezar el curso significa que “yo” vuelvo a clase con toda la amplitud de mi humanidad, ya sea estudiante, profesor o padre. Porque el deseo del yo excede cualquier logro o desilusión, resiste bajo un cúmulo de detritos. Si no soy yo el que vuelve a empezar, nada recomienza de verdad y el mundo sigue indiferente su carrera. De ahí que las circunstancias nos encuentren a veces cautivos o aburridos ya el primer día.
Sólo cuando reanudamos el curso tomando en serio las preguntas y urgencias que expresan la sed de significado que nos constituye, la realidad cotidiana abre su tesoro de ocasiones, descubrimientos y encuentros. De lo contrario, la escuela –como cualquier otro ambiente en el que nos movamos– acaba siendo un espacio desierto, anónimo, donde las personas muestran tan sólo su aspecto exterior, más superficial y, a menudo, violento. Y en lugar de aulas, clases y relaciones en que aprender a ser libres, queda un circo de medio esclavos; en lugar de esperanza para el futuro del País, una emergencia social. «Las crisis de la enseñanza –escribía en un artículo Péguy al inaugurarse el curso escolar en 1904– no son crisis de enseñanza, son crisis de vida. Una sociedad que no enseña es una sociedad que no se ama, que no se valora. Justo el caso de la sociedad moderna».
La escuela no vive apartada del mundo, es más bien raíz y fruto de un pueblo. Sin embargo, ningún sociólogo, pedagogo o ministro, puede despertar al yo de tal manera que asuma su protagonismo en el ámbito educativo, es decir, en el de la libertad. Hace falta un encuentro singular. Por experiencia sabemos que nos sentimos libres cuando encontramos algo o alguien que satisface nuestro deseo de plenitud. Aunque nos vendan falsas promesas de libertad, todas se derrumban ante una demanda sincera de verdadera liberación.
En una situación tan difícil, ¿dónde están los encuentros con personas capaces de devolvernos protagonismo y de rescatar la enseñanza haciendo de la educación una aventura para entrar en la realidad y hacerse hombres?
Este número de Huellas presenta algunos de ellos. Con sus reportajes sobre el Meeting, la Asamblea de Responsables y el tiempo del verano muestra como «se comienza de verdad sólo cuando sucede algo que provoca nuestra vida; lo que no supone una provocación para la vida nos hace perder tiempo y energía, y nos impide la verdadera alegría» (L. Giussani en una reunión de profesores en Viterbo, en agosto de 1977).
¡A todos os deseamos un verdadero comienzo de curso!

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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