Tomando en primera persona una propuesta educativa se puede comprobar su validez y disfrutar de lo que prometía. ante la sobreabundancia de vida y de amistad
Cuando llegó el momento de plantearse adónde ir de vacaciones, Juan y yo desestimamos por completo la posibilidad de ir a Formigal, aunque casi todos los amigos de Parla nos lo habían propuesto. ¡Sí, hombre, otra vez a Formigal! Como no lo tenemos ya visto... En fin, que aquello no cabía en nuestros planes. Así pues, pensamos agotar el presupuesto vacacional en diez diítas en Matalascañas, ya que no nos llegaban los dineros para irnos a Memphis (Tennessee) a conmemorar el 30 aniversario de la muerte de Elvis Presley, que era lo que hubiéramos querido hacer de verdad. Llamamos, reservamos y ¡solucionado! Bueno, eso creía yo. Pasaban los días y viendo a nuestros amigos empecé a sentir nostalgia de algo que aún no había sucedido, pero que mi corazón deseaba; entonces pensé: «Mª Ángeles, ¡espabila! Me parece que te vas a perder algo grande que te hace más falta que la playa». Y me sentí apenada porque creía que ya no había remedio.
Las mejores vacaciones
Mira por dónde en la jornada de final de curso dijeron en los avisos que aún quedaban plazas. Se lo comenté a Juan de inmediato y lo movimos todo para poder ir. El Señor tuvo verdadera misericordia de nuestra estrechez de miras, porque ciertamente han sido las mejores vacaciones en muchos años. Lo que yo iba buscando era reconocer al Señor, que es el verdadero descanso. Iba, interesada, humanamente, como Pedro, a por el ciento por uno. Y el Señor se ha derrochado. Sobreabundancia, esa es la palabra. Y me dije: «Ya que vas, implícate en preparar las vacaciones, vívelas hasta el fondo, procura no perderte nada». Y así lo hice. Surgió la posibilidad de que los de Parla preparásemos los juegos y yo trasladé el reto a mis amigos, siempre con la conciencia de que la propuesta seguro nos depararía algo grande, pero debíamos decidir. Y aceptamos. El ciento por uno comenzó en las tardes-noches que compartíamos ideando “maldades” para los juegos. La amistad entre todos ha crecido de una forma sorprendente. Los pequeños sacrificios se han visto recompensados de una manera inimaginable.
La Belleza
Cuando llegamos a Formigal, el tiempo estaba horroroso –lluvia y frío– y así se mantuvo casi toda la semana. Nosotros habíamos pensado en juegos al aire libre y tuvimos que adaptarnos a un cambio repentino: jugar en la carpa. Empezamos a implicarnos todos a una en lo que se nos pedía, sin dejar de pedir que también en los juegos se viese la Belleza que nos hiere. Y así fue. El espectáculo de nuestro pueblo jugando nos hizo ver de nuevo algo extraordinario. Digo “de nuevo” porque en los días anteriores ya lo habíamos reconocido en el testimonio de Julián de la Morena, en el volver a ver a don Gius, en los conmovedores hechos que nos contaron Maica, Alicia y Julio en sus respectivos testimonios... Era la Belleza de Su Presencia que se descubría por doquier: en las familias –por terrible que sea, quererse y vivir unidos en familia ya ha dejado de ser normal–; en la viejas amistades, que no decaen ni en la distancia, y en las nuevas que se inician como una promesa; en cómo muchos de nosotros viven con paciencia y paz los sufrimientos de la vida; o en la forma en que somos reclamados a mirar la verdad para la que estamos hechos, lo cual es la mayor caridad que se puede tener con alguien. Ahora hemos entendido un poco el lema de las vacaciones. Estamos heridos porque ya no podemos vivir sin ver todos los días de nuestra vida esta misma Belleza.
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