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Huellas N.8, Septiembre 2007

PRIMER PLANO - Meeting de Rímini

Cristianos, ¡levantad la voz!

a cargo de Roberto Fontolan

La identidad y las esperanzas de Europa. El “cristianismo anónimo”. La tarea de la política que «debe trabajar para que los hombres busquen las respuestas a los interrogantes que les apremian». Habla el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering

La serie de grandes encuentros del Meeting se abría el domingo por la tarde con el presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering, en un encuentro titulado “¿Qué identidad para Europa?”. El camino hacia la respuesta comenzaba en el título del Meeting: «La pregunta sobre la verdad y sobre el destino... Reflexionar sobre nuestra vida implica reflexionar sobre la verdad y nuestro destino humano, y en el núcleo de esta pregunta está la dignidad de cada hombre individual. Al venir hoy aquí no he podido dejar de pensar en esto, no he podido evitar hacerme esta pregunta profunda, y el causante es el encuentro de Rímini».

Tal vez desde siempre, pero ciertamente en estos últimos tiempos, parece que verdad y política son incompatibles, mundos paralelos...
La verdad tiene que ver con las propias convicciones, incluso con las de la fe, y cada uno se dará su propia respuesta. Pero el tema de la verdad no es solo un asunto personal: la política debe comprometerse para que los hombres puedan, con libertad e independencia, darse una respuesta a las preguntas fundamentales que les asaltan, esas que tienen que ver con el sentido de la vida, con la muerte, la justicia, la belleza. La tarea de la política no es dar las respuestas, sino proporcionar el marco que permita a cada uno buscar y encontrar su respuesta.

Hacer política es también elegir: siguiendo con el símil del marco, es necesario decidir sobre su dimensión, espesor, color... ¿Qué peso tiene la verdad en todas estas elecciones?
El hombre político no está exento de su propia búsqueda personal, de una respuesta propiamente suya; ante todo es hombre, y se plantea las mismas preguntas que todos; su actuación política se orientará en función de esto. Tiene la responsabilidad de manifestar, de mostrar sus convicciones y de extraer de ellas sus acciones. En un cierto sentido verdad y conciencia política están conectadas entre sí. La democracia es el orden global en el que podemos abierta y transparentemente discutir sobre estas preguntas humanas fundamentales.

Sin embargo parece que demasiada verdad hace mal a la política y no es compatible con una convivencia civil ordenada. Digamos que la mentalidad dominante dice que para poder vivir juntos es necesario reducir el grado de verdad, y a menudo en política esta convicción crea situaciones clamorosas. Se trata tal vez de un rompecabezas, pues el pensamiento occidental se interroga continuamente sobre la relación entre la verdad (y las distintas ideas acerca de la verdad) y la vida civil, pensemos por ejemplo en la educación o en la familia... No sé si usted ha resuelto el rompecabezas. ¿Cuál es su percepción del problema?
Para hablar de la noción de verdad debemos tratar de definirla, y solo desde una definición podemos tratar de dar respuestas. Considero que se pueden dar dos definiciones de verdad. La primera une verdad y convicción, incluyendo la convicción de la fe. Yo estoy convencido de que la dignidad y la vida humana son los valores más altos que hay sobre la tierra; esto puede no ser compartido por todos, pero estoy tan convencido de ellos que son los que fundamentan mi acción. La otra noción de verdad posible es la que parte de la realidad, de lo que sucede. Un hecho evidente e incontrovertible, acontecimientos reales que son la verdad y que no es lícito representarlos de forma distinta a lo que son. Decir la verdad significa entonces “confesar” lo que se tiene delante y no falsificarlo. Hay por tanto dos dimensiones de verdad: una que tiene que ver con la convicción y con la fe y la otra que tiene que ver con lo que vemos, con lo que sucede.

¿Dos dimensiones contrapuestas?
No, no existe ninguna contraposición, sino que son complementarias.

¿Decir la verdad es conveniente siempre y en cualquier caso?
Kantianamente diría que lo que uno dice debe ser verdadero, pero no se está obligado a decir todo aquello que es verdadero.

Hablando de Europa, en el preámbulo al famoso texto de la Constitución europea, el texto rechazado después en Francia, había una frase que me parece preciosa (y que no sé cómo salió de aquella asamblea de “constituyentes”). Definía Europa como «espacio privilegiado de la esperanza humana». ¿Podemos decir que esta es la verdad de Europa, que los europeos podemos considerarnos verdaderamente como hombres que han construido un lugar así?
En realidad es una de las verdades de Europa. Si miramos nuestra historia con sus tragedias y sus guerras, podemos decir que la Europa del presente, y esperemos que también la del futuro, es un lugar que nos da esperanza y que hoy, al menos en la Unión Europea, vivimos juntos en paz sobre la base de la libertad y del derecho. Esto es un proyecto histórico sobre nuestro continente que nuestros padres soñaron, pero que no consiguieron vivir. Hoy podemos apreciar aquí una calidad de vida que nunca se ha visto sobre este continente. Y debemos alegrarnos por ello y asumirlo como tarea permanente: luchamos por este orden de paz y de libertad. Responsabilidad y esperanza forman parte de esta búsqueda que tendrá éxito si seguimos siendo decididos.

Pero, ¿cómo explica usted el hecho de que con frecuencia en Europa, y desde las mismas instituciones europeas, surjan oleadas de ideología anti-religiosa, a menudo anti-cristiana?
Yo no sería tan negativo. En los discursos de personas que se definen como no cristianas encontramos convicciones que se fundan en el cristianismo; elementos de un “cristianismo anónimo”, por decirlo con Karl Rahner. En el preámbulo de la Constitución europea, que ahora se convierte en contrato, Dios y la herencia cristiana no son nombrados explícitamente, pero a pesar de esto nuestros valores están bien presentes en el texto: la dignidad y los derechos del hombre, el orden jurídico y democrático, la dignidad de los ancianos, el bienestar de los niños, la prohibición de clonación humana y muchas otras cosas que explicitan valores cristianos. La tarea de los cristianos en una sociedad pluralista es ser valientes, luchar por los valores cristianos frente a los que los ponen en cuestión. Una constitución que hablase de Dios y de los valores cristianos tendría poco valor ante cristianos perezosos y no dispuestos a combatir. Lo que cuenta es el compromiso de los cristianos en nuestra sociedad.

Pero sin la mención explícita del cristianismo, ¿no resultan huérfanos todos estos valores?
No, ¿por qué? Se trata de valores en sí mismos. Los valores han nacido en un proceso que ha durado siglos y milenios, son transmitidos de una generación a otra y depende de nosotros llevar estos valores hasta el futuro, transmitiéndolos a nuestros hijos y nietos. Los cristianos no deben descansar, sino levantar la voz y buscar apoyo con medios pacíficos. En este sentido desearía a veces que los cristianos fuesen más valerosos.

¿Cómo ve el destino próximo de Europa? ¿Cuáles serán los grandes temas de discusión?
Veo dos cometidos prioritarios. Debemos promover una discusión sobre los valores y debemos proporcionar a la Unión un marco en el que, desde la democracia, pueda desarrollarse y ser escuchada, presentándose con una única voz en el mundo. Esto implica que el tratado acordado por los jefes de gobierno en junio sea ratificado antes de las próximas elecciones de 2009. Si sucede esto, y espero que sea pronto, tendremos una base jurídica sólida sobre la que orientar la acción hacia dentro y hacia fuera. Entonces se tratará de una comunidad plenamente democrática, en la que el Parlamento será el actor decisivo en casi todos los ámbitos de la legislación europea. Europa es la Europa de los ciudadanos, se trata de su futuro. Como político y como cristiano soy optimista.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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