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Huellas N.8, Septiembre 2007

CARTAS

Arabia Saudita, Barcelona, Málaga...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

En el desierto
Arabia Saudita, 19 de agosto de 2007. Por cuestiones de trabajo me encuentro en Arabia Saudita a 14.000 km. de distancia de mi casa. No es fácil estar lejos de mi esposa, mis pequeñines, mi familia y mis amigos, en circunstancias donde, por precaución, tengo que vivir la fe en silencio. Llegué sostenido por la memoria constante del sentido de este sacrificio y de la grandeza de lo que vivo, pero no era suficiente. Deseaba más y me sentía impotente ante esta realidad. Sólo pedía poder vivir y ofrecer este sacrificio aun sin entenderlo. Hasta que algo extraordinario me ocurrió. En Arabia Saudita los domingos son como un día común y corriente, pero yo tengo un afán especial por llegar a mi habitación, porque tengo la posibilidad de ver media misa por TV. Encontrar este canal por aparente casualidad ya fue una suerte, pero el día 19 de agosto fue muy especial: la misa que estaban transmitiendo no era igual a las que con anterioridad había asistido “televisivamente”. Ésta en particular estaba siendo concelebrada por un obispo y otros sacerdotes. En un momento dado vi en un telón la palabra Rimini. El corazón se me empezó a acelerar. De repente las cámaras enfocaron a un sacerdote que me pareció Julián Carrón, pues era, nada más y nada menos, la misa de apertura del Meeting de Rimini. ¡Qué acontecimiento tan grande! No me podía creer lo que estaba pasando, sólo daba gracias a Dios y me alegraba de reconocer las canciones que el coro estaba cantando, Egli è il tuo bon Jesu y Povera voce. No podían ser más que la respuesta concreta a mi petición en el desierto, porque estoy en medio de la nada, lejos y “solo”. Pero aún así se me concede la certeza de saber que estoy más acompañado que nunca. El Misterio tiene una potencia tan impresionante que lo utiliza absolutamente todo –hasta la TV– para encontrarme, abrazarme, acompañarme y sostenerme de nuevo para vivir cristianamente esta circunstancia. Con lo que me aconteció comprendí en mi carne que mi libertad consiste en decir “sí” a la realidad que vivo, ofreciendo este sacrificio, tal y como soy yo, con mis limites, con mi temperamento y demás. El resto, si Dios quiere, acontece como un día espléndido después de la tormenta.
Nelson

Por mucho que te expliquen, hay que vivirlo
En julio fui al campamento de Picos de Europa. Lo viví de una manera diferente a como había acudido a otras salidas. Eso me pasó porque estuve trabajando en el campus del colegio las dos semanas anteriores: en esos días se me dio algo que ni me podía imaginar, gracias a mi compañero de trabajo y gran amigo Igna. Esas dos semanas de curro, que preveía un poco aburridas, al estar juntos fueron una manera de vivir intensamente el día a día, implicándome en todas las actividades de los niños como si fuese lo último que iba a hacer en mi vida. Por eso, al llegar al campamento valoré mucho más el trabajo de los de mantenimiento que montaron todo para nosotros; y no sólo lo hacen gratis, sino que el último día que te despides de ellos van y te dan las gracias a ti (esto me impactó bastante). Sobre todo, me quedo con la marcha: la hice solo y en silencio, ya que si hablo mientras ando me ahogo; llegué hasta el balcón de la montaña bastante tocado físicamente, pero allí al ver el paisaje me puse a llorar como un niño. Lloraba de alegría, no me creía que pudiera estar allí viendo tanta belleza. Me puse a recordar estos dos últimos años, la gente a la que quería y “todo lo que tenía”. Había que subir luego hasta el pico de la montaña: yo lo veía casi imposible, pero todas las personas que me habían ayudado y estado ahí cuando las necesitaba hicieron que subiese hasta arriba; ni me di cuenta de que me dolía el pie, y experimenté lo que es la felicidad.
Dani, Barcelona (España)

Empecé a preguntarme
Este verano he estado en el campamento de Picos de Europa por segunda vez. Me ha encantado porque me ha ayudado a comprender algo que me preocupaba desde hacía bastante tiempo. Mis padres han pertenecido al movimiento desde antes de que yo naciera, y por lo tanto yo siempre he ido a campamentos, salidas, vacaciones, etc. Pero hace poco me empecé a preguntar si era eso lo que realmente quería, porque casi no conocía otra cosa, y no podía compararlo. Tenía envidia de las personas que decían que, al haber conocido a tal persona o haber ido a tal sitio, su vida había cambiado. Creía que yo no podría tener esa experiencia porque pensaba que había “crecido con ella”. Pero un día Pancho nos dijo que los Apóstoles estaban todos los días con Jesús, y que aún así necesitaban que ese hecho excepcional se repitiese continuamente, al igual que nosotros. Entonces me di cuenta de que me había cerrado totalmente, pensando que ya no habría nada que me pudiese sorprender porque “ya lo sabía y lo entendía todo”. Los siguientes días fueron muy diferentes, porque los gestos que hacíamos, como cantar todos juntos en la cima de la montaña, los juegos o los momentos de palabra, me sorprendían cada vez más. Me asombraba la sencillez con la que algunos iban a estas cosas y luego salían mucho más contentos que yo. Me ha ayudado a comprender que yo necesito a Cristo como todas las otras personas, porque cada día el deseo de felicidad es igual de fuerte que el día anterior.
Rocío, Villanueva de la Cañada (España)

Faros indiscutibles
Quiero dar gracias a Dios y gracias a cada uno de vosotros por las vacaciones de julio en Mojácar: por escuchar a Carras decir «vence quien abraza más fuerte», o «un grano de arena a tres centímetros del ojo es un problema pero en el horizonte se redimensiona... nuestros problemas se redimensionan en Cristo»; escuchar a Gotzone decir «bienaventurados los mansos», a ella que lo vive tan en sus carnes; y ver a los niños tan felices, tan confiados con la presencia de sus padres, me ha alegrado profundamente. Yo me identifico con ellos porque tengo la sensación de enterarme de pocas cosas, pero estoy feliz, confiada, tranquila, ya que sé que en este lugar estoy “en buenas manos”. La cruz de Cristo en Caravaca, independientemente del cansancio, con el nudo que experimento en el estómago cada vez que pienso en el Calvario por tanto dolor que fue mi salvación y tanto dolor como hay en el mundo, trae a mi mente el montaje que vimos sobre van Gogh, un hombre con una sensibilidad tan exquisita, que pasó en su vida una enfermedad cargada de sufrimiento. En Caravaca la homilía de monseñor Martínez me iluminó algo más el sentido de la cruz, cuando explicó cómo solemos vivir en la ontología de la escasez en vez de en la ontología de la sobreabundancia, que es la que nos libera, la que nos permite vivir ciertos de que la vida cuando la donamos a los demás crece, madura, tenemos más, no nos reducimos... Esa gran certeza que nuestro amado Jesús tenía cuando decía: «nadie me quita la vida: soy Yo quien la da libremente» porque sabía que el Padre en ese mismo instante le daba el ciento por uno. “Heridos por la belleza”, ¡qué lema tan precioso! He llegado a Mojácar después de acompañar a mi marido a un concierto; el director del coro del que participa es un absoluto apasionado de la música de Tomás Luis de Victoria: en él es muy fácil ver esa herida de la belleza que produce la música, y su apasionamiento transparenta de forma muy evidente esa herida. Manute y Elena, entre otros, subrayaron en los testimonios la necesidad. Yo me uno a ellos y pido al Señor que acreciente en mí, que acreciente en ellos y en todo hombre cada día más la necesidad de Él. Agradezco profundamente esta compañía que me recuerda estas cosas tan necesarias, como cuando Carras le decía a Chieffo que la canción en la que dice que «no estás sólo, hay Otro contigo» le acompañaba y le había ayudado mucho en distintas ocasiones, y Chieffo le dijo que es grandísimo tener a alguien que te recuerde estas cosas. Hay rostros concretos que son faros indiscutibles. Agradezco a Carras ese comentario tan lleno de la certeza de que el Señor es el que nos colma: «nunca con tan poco se ha hecho tanto».
Rut, Málaga (España)

En lenguaje coloquial
Estudio en una escuela de pedagogía en Oaxaca. Cada lunes se hace un acto cívico donde, por ejemplo, se rinden honores a la bandera. Cansados de las clásicas efemérides a las que ya nadie ponía atención se le pidió a mi grupo que hiciéramos una reflexión. Yo quería compartir mi experiencia personal y lo que he podido encontrar en el CLU, a partir de la actual problemática en la que todos nos vemos inmersos: el no tener un rumbo ni a quién mirar. Lo que dije con mi lenguaje coloquial fue el título de los primeros Ejercicios a los que asistí: «¿De que le sirve al hombre ganarlo todo si se pierde a sí mismo?». Al final dije que tenemos que buscar el sentido de nuestra humanidad para dar un sentido claro a nuestra existencia. Y finalicé diciendo que para algunos este sentido es Dios. Me sorprendió la intensidad de su atención. Después muchos me preguntaron de dónde había sacado eso y una maestra comentó en clase «parece que Juanita nos leyó la mente a todos». No soy una gran oradora, pero las palabras que se me concedieron ese lunes me hicieron tener más certeza y comprobar que, en el fondo, nuestra humanidad lucha por sobrevivir en este mundo material y reconoce inmediatamente lo verdadero.
Una estudiante de pedagogía, Oaxaca (México)

Comunión vivida
El año pasado le diagnosticaron cáncer a mi mujer, Belén, con un pronóstico no muy halagüeño. Aquel acontecimiento nos llevó a ambos a dar gracias por cada minuto de nuestra vida y a percibir la realidad como un milagro que Dios hace en y por cada uno de nosotros. Las sesiones de quimioterapia eran muy agresivas, lo que no nos permitía atender a nuestros cuatro hijos adecuadamente. Ante esa dificultad hemos reconocido el milagro de la comunión en el pueblo cristiano: muchos amigos se ofrecieron para llevarse de vacaciones a nuestros hijos, y también durante el curso escolar. Después de nueve sesiones de quimioterapia, lo que parecía imposible se produjo: el tumor se redujo de una manera «excepcional», según el oncólogo. Quedaba una zona donde la quimioterapia no eliminaba el tumor, el mediastino, zona entre el corazón y los pulmones. El médico quiso probar con radioterapia y para no radiar simultáneamente el corazón y los pulmones nos recomendó una técnica nueva, la tomoterapia, que reducía los efectos secundarios en esos dos órganos vitales. Había un problema: al ser una técnica nueva no estaba cubierta por el sistema sanitario español y no disponíamos del dinero para afrontarlo. Cuando se dirigía a la Escuela de comunidad, Belén se encontró con Juan Ramón, responsable de dicha Escuela. Le preguntó por su estado de salud y ella respondió hablándole de la necesidad de la tomoterapia y de la incapacidad económica para afrontarla. Su respuesta fue sorprendente: “De eso no te preocupes. Ya me encargo yo”. Cuando llegó el momento de los avisos en la Escuela de comunidad Juan Ramón habló de la necesidad de Belén y de la oportunidad de vivir la comunión entre los amigos. Algunos se lo tomaron en primera persona y los correos electrónicos recorrieron media España en poco tiempo. A los pocos días nos llegó una transferencia de dinero; al día siguiente tres, y cada día recibíamos nuevas transferencias. En poco tiempo se reunió el dinero suficiente para afrontar el tratamiento, cuyo resultado de nuevo fue calificado de «espectacular». Evidentemente, estamos muy contentos por la actual mejoría en la salud de Belén, pero lo que más nos ha conmovido ha sido la concreción de la comunión vivida por tantos. Cristo se ha hecho presente a través de la gratuidad de muchos, la mayoría desconocidos, a los que ni siquiera hemos podido mostrar nuestro agradecimiento. Sirvan estas líneas para dar gracias a Dios y a cuantos nos han ayudado de múltiples maneras.
José, Madrid (España)

Camino a Santiago
El corazón se expande mientras anhela ver las torres de la Catedral de Santiago desde el monte del Gozo, pero antes hay un largo camino. En mi caso, el que separan los 113 kilómetros del pueblo lucense de Sarria a la tumba del Apóstol. Volví a andar esta ruta por cuarta vez, desde que hace cerca de 25 años llegara a la plaza del Obradoiro con tendinitis en varias partes del cuerpo. Este año iba con Patricio y, a trechos, con dos amigos italianos, Carlo y su mujer María Luisa. Fueron días andariegos de plenitud, alegría y penitencia, regalados para mi bien. Experimenté la plenitud por la que estamos hechos: tener sin poseer y desearlo todo. Pedía sorprenderme de lo que se me ponía delante, yo que habitualmente me quedo en mi medida, con la que calibro los sucesos cotidianos. Y se me concedió: exultaba cuando una brisa fresca me hacía más llevadera la caminata bajo el sol del mediodía, cuando aspiraba la fragancia de pinos y eucaliptos o cuando el mojón de turno indicaba que quedaba menos para la meta diaria. No todo fue bucólico, aunque sí intenso, ya que tenía que obligarme a pisar bien a pesar del dolor y no ceder a la mala postura que me hubiera acarreado alguna lesión, a relajar mentalmente las partes doloridas mientras andaba o a estirar los músculos al final de la jornada. Se dieron las incomodidades de rigor en los albergues, ronquidos nocturnos, duchas y baños unisex, falta de limpieza en algunos de ellos. Pero todo sirvió para ponerme ante el Misterio. Ciertamente no fue por mi capacidad o buena voluntad por lo que lo logré: otro más grande que yo, infinitamente más, se abajó para ser alimento mío en mis, a veces, distraídas Eucaristías vespertinas, y facilitaba mi apertura a la realidad en un disfrute sosegado. ¡Cuántos momentos 10!: agradecer la niebla, o la suave lluvia que nos permitía andar mejor, saciar con una comida apetitosa un hambre de lobo, la desternillante complicidad en las “discursiones” entre Carlo y María Luisa, la belleza del Pórtico de la Gloria, la plaza de la Quintana, san Martín Pinario y los mil y un lugares de Compostela. Al tiempo que saludaba, pedía a Cristo que saliese al encuentro de aquellos a los que adelantaba o que me adelantaban (a veces mantenía un pique para ponérselo difícil al foráneo ocasional), pues gustarían una vida y un Camino infinitamente más bellos que el de agarrarse a cualquiera de las motivaciones estándares (deporte, conocer gente, etc.). Ahora pido para descubrir esa misma correspondencia en la vida cotidiana. Quien hace posible ese abrazo a la realidad está presente en mi día a día; en su Iglesia, la misma en Santiago, Madrid o Estocolmo. Abre sus brazos para aceptarme mejor de lo que yo lo hago, sin escándalos ni cansancio, y tiene una carne muy próxima en los gestos y amigos de CL.
Enrique, Madrid (España)

Tender las manos
Querido Julián: Quiero contarte nuestra experiencia del año pasado. Mi marido Oscar y yo junto a nuestros hijos tuvimos un año con circunstancias bastante difíciles: en marzo perdimos un bebé cuando me encontraba en el segundo mes de embarazo; en junio Oscar se quedó sin trabajo en la farmacia donde trabajaba desde hacía cuatro años.
En su último día en la farmacia, lo llaman desde Córdoba para decirle que su abuela paterna había fallecido y coincidía con el Retiro de la Fraternidad, así que tuvo que cancelar todo y viajar a Córdoba. Para finales de junio, después de varios estudios le detectaton a mi padre un cáncer terminal de pulmón, con metástasis en el cerebro. A los tres meses escasos, el 28 de septiembre, murió. Mi padre no iba a Misa ni era muy allegado a la Iglesia, pero era un hombre muy bueno que predicó con sus actos; cuando estaba en el hospital recibió la unción de los enfermos porque él quiso, se confesó y creo que comulgó antes de morir. Para mí todo esto fue un regalo enorme de Dios a pesar de que él ya no esté más con nosotros. Pude comprobar la misericordia de Dios y la libertad del hombre. Mi padre obró con total libertad y Dios lo acompañó hasta los últimos momentos. No fue mérito mío ni de nadie, solo jugó su libertad para decir «sí quiero estar en paz con Dios». En medio del sufrimiento teníamos amigos que nos acompañaron con la oración, llamando a casa para saber si necesitábamos algo, para saber cómo estaba papá, etc. Me di cuenta de que estos amigos, con las limitaciones que todos tenemos, nos llevan a algo más grande y certero, a un destino más grande que nosotros, y esta concepción de la vida no la tiene el común de la gente que se te presenta en el camino, en las relaciones laborales o entre los padres del colegio de mis hijos. Yo descubrí que mis amigos de CL tenían las mismas dificultades de la vida que yo, pero con una gran esperanza y confianza en Dios, con la conciencia de que Dios hace cada uno de nuestros días y nuestras circunstancias. Como dijiste en el Retiro de la Fraternidad de este año, ellos son los que nos hacen mirar para arriba y tender las manos para ser mendigos en la vida.
Silvana, Buenos Aires (Argentina)

El primer resplandor
Este verano, varias familias de Barcelona y de Madrid hemos pasado juntos unos días de vacaciones en el corazón de los Dolomitas (Val di Fassa, en la región italiana del Trentino Alto Adigio), gracias al entusiasmo de Pablo que quedó fascinado, tiempo atrás, por la pasión con que el padre Carlo Gervasi hablaba de estos espectaculares “Monti Pallidi” (montes pálidos, como se conocían hasta el siglo XIX por el color blanco de la roca), y de sus investigaciones geológicas sobre ellos. Hemos podido subir y observar las cimas aparentemente inmutables del grupo del Sella, el Sassolungo, el Catinaccio y la Marmolada con su glaciar. El día que visitamos el Catinaccio, tras un esforzado ascenso animando a los niños, cuando paramos a comer y alzamos la mirada para disfrutar de la grandeza del paisaje y de la imponencia de las torres del Vajolet, don Carlo, que nos acompañaba ese día nos preguntó: «¿Para qué ha hecho Dios estas montañas? Para nosotros, para que podamos contemplarlas». Horas más tarde tuvo lugar uno de los momentos más bellos, que atrapó nuestro corazón y engrandeció nuestra mirada, cuando don Carlo, ante ese paisaje tan asombroso, nos explicó el origen geológico de la dolomía (la roca de carbonato cálcico y magnesio que constituye estos grupos montañosos) y la formación posterior de los Dolomitas. Dios no actúa con una varita mágica, sino con las leyes de la naturaleza. Todo estaba delante de nosotros y don Carlo iba desvelando el significado de lo que veíamos. Hace 230 millones de años en esta zona se encontraba un archipiélago, con sus islas que ahora constituyen las montañas y con sus brazos de mar transformados actualmente en valles. En una etapa posterior, hace 25 millones de años, los Dolomitas comenzaron a emerger del mar, y todavía continúan elevándose lentamente, en algunos puntos hasta 1 mm/año. La erosión ha modelado las formas que vemos ahora y poco a poco permite aflorar las islas primitivas. Don Giussani nos ha enseñado a partir siempre de la realidad para introducirnos en el Misterio, puesto que la realidad es el primer resplandor del Misterio, y verdaderamente, es imposible contemplar los Dolomitas y no levantar la mirada y encontrarte en tu casa, una casa que Otro ha hecho para tí.
Inma, Madrid (España)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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