El santuario mariano más importante del mundo será la meta de la peregrinación de la Fraternidad de Comunión y Liberación
«No os dejaré huérfanos». Cristo mantiene su palabra. La promesa hecha a los apóstoles se realizó de modo particular en Lourdes aquel 11 de febrero de 1858. La Inmaculada Concepción, que es al mismo tiempo Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, se manifestó a Bernadette Soubirous, una muchacha de 15 años, analfabeta, hija de un parado, reconocida y amada por Aquel que ve la miseria de su pueblo y escucha su grito. El mensaje evangélico de Lourdes ocupa un puesto único en el corazón de la Iglesia. La fiesta de la Virgen de Lourdes se celebra en la liturgia, no habiendo conocido ninguna otra aparición de la Virgen semejante acogida en la vida de la Iglesia universal. Lourdes recibe hoy más de 5 millones de peregrinos y visitantes al año; 300 mil jóvenes vienen cada año en peregrinación a la gruta de Massabielle. Ellos representan una esperanza extraordinaria para la nueva evangelización. No hace mucho tiempo, también dentro de la Iglesia, algunos soñaban con ver decaer el gran el
gran movimiento religioso que caracteriza Lourdes. Su cálculo era falso, ya que el santuario ha doblado la influencia desde
que se ha desarrollado este año, en Roma, el primer congreso mundial de la pastoral de las peregrinaciones.
La presencia de Cristo, imagen del Padre, es actual en Lourdes a través de la acción del Espíritu Santo en los corazones. Un signo de contradicción frente al modelo de una sociedad secularizada. Se trata del signo de Jonás -es decir, la muerte y la resurrección de Cristo- que confunde a los promotores de la confusión de las opiniones en el libre mercado de las religiones. Un signo de los tiempos al alba del tercer milenio.
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