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Huellas N.4/5, Abril 1992

EDITORIAL

Realismo

ESCRIBIÓ Emmanuel Mounier: «La realidad será nuestro guía interior>. Es una frase aparentemente inocua, pero marca una diferencia radical de postura sobre el tema del conocimiento y de la moral.
Sobre el tema del conocimiento. Mou­nier afirma con claridad la primacía de lo real sobre la interpretación. Vivimos en un clima social y cultural en el que preva­lece el problema de la interpretación, de la nar­cisista preocupación de «tener razón». Lo que se deja a un lado en los dis­cursos y preocupaciones es la realidad, los hechos, lo concreto de la existencia. Esos hechos concretos que siempre van más allá de cual­quier interpretación cul­tural. (Y la realidad se deja a un lado justamen­te porque a menudo contradice las teorías interpretativas, ponién­dose así de manifiesto la violencia sustancial de un acercamiento que privilegia la interpreta­ción: para salvar el pro­pio punto de vista ha de negar una parte de la realidad).
Sobre el tema de la moral. Las llamadas moralistas se suceden a un ritmo frenético. Pero, mirándolo bien, ¿cuál es la unidad de medida de la moral? Exactamente la propia interpretación de lo real, la propia visión cultural. La morali­dad católica es otra cosa, es una mirada abierta sobre la realidad llena de tensión hacia lo verdadero, una mirada que supe­ra cualquier concepto previo para plegarlo a la verdad de la persona o del objeto que se encuentra. Es la mirada que hemos visto en la película -aquella anti­gua, de los años cincuenta- Marcelino pan y vino; la mirada del niño protago­nista, pero también -con más sufrimiento al ser conquistada en un lucha- la de los doce frailes que le dieron una familia. En resumen, el principio interpretativo que caracteriza la natu­raleza del hombre está marcado por la natura­leza misma: es el «cora­zón» del hombre quien se topa con lo real.
El encuentro con Cristo corresponde al «corazón» del hombre y lo sostiene al introdu­cirse en la realidad.
Él mismo -dice san Pablo (Col. 2,17)- es la realidad. Una realidad que permanece en la historia a través de la compañía de aquellos que creen en Él, la Iglesia. Por lo tanto nuestra primera res­ponsabilidad es amar y dedicarnos a la reali­dad viviente de la Igle­sia, a su bien, a su libertad expresiva en la sociedad.
El mismo Cristo ha establecido al auténtico intérprete del bien de la Iglesia: el magiste­rio. Toda elección his­tórica es opinable; pero no es por la exactitud de tal elección por lo que uno se mueve, sino por un segui­miento que se fundamenta sólo sobre la fe y por tanto sobre la racionabilidad de una postura humana que en nombre de ella ha descubierto la realidad.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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